lunes, 26 de septiembre de 2016

El año de la Misericordia y la Evangelización

Durante el pasado curso en la hoja parroquial se fueron desgranando algunos aspectos relacionados con el año de la misericordia. Para ello D. Santos fue presentando algunos números de la Bula de convocatoria de dicho año. Esa misma tarea la retomaremos durante el presente curso hasta que se clausure el Jubileo.
Precisamente en el número 12 de la bula el Papa presenta una asociación que me es especialmente querida: la misericordia y la misión.
“La iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio”.
Cómo me ilusiona pensar en nuestra parroquia de San Félix como una comunidad lanzada a cumplir esta tarea. El amor misericordioso de Dios debe ser anunciado en nuestro barrio, debe resonar en cada corazón. Nosotros, los que hemos conocido y experimentado en nuestra propia carne ese amor de Dios, no tenemos derecho a ocultarlo.
La evangelización ha sido definida de una manera hermosa: Un pobre que le dice a otro pobre donde le han dado de comer. Es verdad. Todos somos pobres de amor porque necesitamos un amor infinito. Nadie, por muchas cosas que tenga, se sentirá nunca saciado hasta que no se sienta profundamente amado en su realidad. Necesitamos que alguien nos quiera como somos, en nuestras fortalezas y debilidades. Que nos acepte pecadores y que valore los esfuerzos por salir del Pecado. Solo Dios nos ama de esta manera, y solo quien ha conocido este amor pierde todos los miedos porque el amor expulsa el temor.
Como párroco, que en nombre de Cristo me toca presidiros en la caridad os digo a quienes como yo disfrutáis del gozo de saberos amados por Dios: tenéis mi permiso para hablar a todos del Amor de Dios que habéis experimentado; tenéis mi permiso para sonreírles, para perdonarles las ofensas, para amar a cada uno entrañablemente; tenéis mi permiso para animar a cada uno a llevar una vida más generosa, más entregada, más cercana a la palabra de Dios y los sacramentos; Tenéis mi permiso, en fin, para cumplir la vocación más sagrada que nos ha sido concedida: anunciar el Evangelio.

DOMINGO DE RAMOS