Iglesia por el Trabajo Decente (ITD) se suma, impulsa y
convoca el 7 de octubre la Jornada Mundial por el Trabajo Decente. Con motivo
de esta Jornada, que es compartida con la Organización Internacional del
Trabajo (OIT), el movimiento sindical mundial y el movimiento mundial de
trabajadores cristianos, se convoca durante ese mes, en las diócesis del país,
gestos y actividades públicas para sensibilizar y visibilizar la importancia de
extender en la sociedad y en la Iglesia la defensa del trabajo decente. ITD
favorece estas dinámicas sobre una cuestión central en la sociedad y esencial
para la vida de millones de personas: el trabajo humano decente.
La exigencia de trabajo decente no es ajena en la Iglesia.
Por citar algunos ejemplos:
1) la encíclica Rerum
novarum del papa León XIII: «a nadie le está permitido violar impunemente la
dignidad humana, de la que Dios mismo dispone con gran reverencia; ni ponerle
trabas en la marcha hacia su perfeccionamiento» (n. 30).
2) Caritas in veritate,
de Benedicto XVI el trabajo decente es «expresión de la dignidad esencial de
todo hombre o mujer» (n. 63). En 2012 lanzó un llamamiento para «una coalición
mundial a favor del trabajo decente».
3) En Laudato si’ el
papa Francisco insiste en la importancia de la dignidad del trabajo y del
trabajo digno para la realización de la dignidad humana, la lucha contra la
pobreza y la configuración de una sociedad que, con el trabajo de las personas,
cuide la vida de todos y la casa común, realizando así la vocación humana (n.
128).
4) En En Iglesia,
servidora de los pobres, instrucción pastoral de la Conferencia Episcopal
Española, señala «para que el trabajo sirva para realizar a la persona, además
de satisfacer sus necesidades básicas, ha de ser un trabajo digno y estable. La
apuesta por esta clase de trabajo es el empeño social por que todos puedan
poner sus capacidades al servicio de los demás. Un empleo digno nos permite
desarrollar los propios talentos, nos facilita su encuentro con otros y nos
aporta autoestima y reconocimiento social. La política económica debe estar al
servicio del trabajo digno. Es imprescindible la colaboración de todos, especialmente
de empresarios, sindicatos y políticos, para generar ese empleo digno y
estable, y contribuir con él al desarrollo de las personas y de la sociedad. Es
una destacada forma de caridad y justicia social. Defender el trabajo decente
significa poner en el centro a la persona en vez de la rentabilidad económica;
ir más allá del empleo y distribuirlo justamente; reconocer los trabajos de
cuidado necesarios para la vida; luchar por condiciones dignas y el
cumplimiento de los derechos; conciliar trabajo y descanso; y desvincular
derechos y empleo. Es una misión irrenunciable ante el aumento de las
desigualdades y de la pobreza laboral. Y es esencial para una sociedad más
decente» (3.6).