jueves, 1 de marzo de 2018

III DOMINGO DE CUARESMA

Comentario al Evangelio
  Jesús purifica el templo. En realidad, los vendedores no se encontraban en el santuario, donde los sacerdotes queman el incienso y se realizan las ofrendas, sino en un patio exterior, accesible a todos, incluso a los extranjeros. Ese “atrio de los gentiles” es un espacio cosmopolita en el que se mezclan los devotos con los curiosos, compradores y vendedores de todo tipo.
  Es precisamente en este espacio donde Jesús realiza un gesto profético. Al que añade dos expresiones de Isaías y Jeremías respectivamente: Mi casa será llamada casa de oración y habéis convertido mi casa en una cueva de ladrones.
  No hay que pensar en un “cabreo” por parte de Jesús. Los gestos proféticos son habituales en la Sagrada Escritura, donde el profeta anuncia la palabra no solo con palabras, sino con su vida entera. Jesús tiene la voluntad expresa, afirmada por sus propias palabras, de realizar un anuncio, de mostrar una doble realidad:
  Por un lado Jesús está afirmando que la materialidad del templo no es ninguna garantía. La presencia del templo de Jerusalén no es ningún pararrayos en el que se puedan amparar los que no reconocen el momento de la conversión. Solo un corazón vuelto al Señor que confía en su misericordia es el que recibirá la salvación.
  Pero el gesto tiene otro significado. Jesucristo está purificando el templo, pero está purificando el espacio donde acuden los extranjeros. De esa manera está abriendo el camino de la salvación a todas las naciones, como continúa la cita de Isaías a la que hace referencia. Nadie puede sentirse ya excluido del amor de Dios.
  Las dos cosas las hemos de tener presentes en esta cuaresma: Nadie se sienta ingenuamente seguro (el que se crea en pie, mire no caiga), pero nadie debe sentirse excluido de la salvación puesto que hoy es el día de la salvación.
  Luego está la cuestión del signo. Será precisamente la pascua del Señor, su muerte y resurrección, destrucción y reconstrucción del verdadero Templo, la que sirva como señal de Salvación para toda la humanidad. Una salvación a la que nadie tiene derecho, pero que se ofrece a todos como un regalo.

DOMINGO DE RAMOS