COMENTARIO AL EVANGELIO
LA ALEGRÍA POR LA LLEGADA DEL SEÑOR
“Estad siempre alegres en el Señor”. Esta llamada a la alegría llena la
liturgia de este domingo gaudete, domingo de la alegría.
Ya en la primera lectura, del profeta Sofonías, escuchamos una esperanzadora
invitación a estar alegres. Sofonías se dirige a la ciudad de Jerusalén, la hija de
Sión, que ha vivido un tiempo de castigo y de penuria. Pero ahora le llama a
llenarse de alegría, pues el Señor está en medio de ella, Él es su rey, la protege, y por eso ya no tiene nada que temer.
Esta misma llamada a la alegría la encontramos en la segunda lectura,
en la que Pablo exhorta a los filipenses a estar siempre alegres en el Señor,
pues Él está cerca. Esta cercanía del Señor trae tranquilidad, pues ya nada nos
debe preocupar ya que Dios nos escucha siempre, y trae también la paz.
También nosotros, que estamos preparando la venida del Señor, hemos de
vivir alegres, pues Dios nos trae la salvación, la paz, y ya no hemos de temer
nada. Nosotros, que estamos preparando el camino al Señor en este Adviento,
hemos de vivir y contagiar esta alegría por la cercanía de Dios con nosotros.
“¿Qué hemos de hacer?”. En el Evangelio de este domingo, continuación del Evangelio del domingo pasado, varias personas le preguntan al Bautista qué han de hacer. Juan está llamando a la conversión para preparar la
venida del Mesías. Y los que le escuchan le preguntan qué han de hacer para
preparar ese camino al Señor.
Con la sencillez propia del Bautista, éste responde a cada pregunta
explicando en qué consiste la conversión. En primer lugar es la gente que acude a bautizarse la que le pregunta a Juan el Bautista “¿entonces, qué hacemos?”.
La respuesta es compartir: aquellos que tienen que compartan con quienes
no tienen. En definitiva, se trata de dejarnos un poco a nosotros mismos para
darnos a los demás.
A continuación se acercan los publicanos y también preguntan a Juan
qué han de hacer, a lo que Juan responde: “no exijáis más de lo establecido”.
Es la justicia lo que pide Juan.
Mientras que a los que venían a bautizarse con espíritu de conversión
Juan les pide la misericordia y la solidaridad compartiendo sus bienes, a los
publicanos les pide que comiencen practicando la justicia, no exigiendo a los
demás más de lo que es debido.
Finalmente se acercan unos soldados preguntando también qué han de
hacer, a lo que Juan responde que no hagan extorsión, que no se aprovechen
de su estatus, sino que se contenten con la paga.
Hoy, también nosotros, que deseamos convertirnos para preparar el
camino al Señor, le preguntamos a Jesús qué hemos de hacer. Cada uno de
nosotros escuchamos qué quiere Dios de nosotros. Él no nos pide cosas abstractas, sino más bien concretas, adaptadas a nuestra vida. ¿Qué tengo que
hacer yo? Es una buena pregunta que podemos hacernos en este domingo.