HISTORIA
PROGRESIVA HACIA DIOS
1.
Nos vemos pequeños y pecadores ante
la grandeza de Dios. Para poder conocer a Dios es necesario en primer lugar
descubrirnos pequeños ante Él. Ante la grandeza de Dios, Isaías se re-conoce
pecador. Del mismo modo, san Pablo, al contarle su experiencia de fe a los
Corintios, en la segunda lectura, afirma de sí mismo: “yo soy el menor de los Apóstoles,
y no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios”.
Final-mente, san Pedro, tras la pesca milagrosa, al ver las maravillas que Dios
hace al sacar la red repleta de peces, se arroja a los pies del Señor y
exclama: “apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. Todo ello nos muestra que
el primer paso que hemos de dar para poder conocer a Dios y descubrir su amor
es descubrir-nos pequeños ante su grandeza y reconocernos pecadores ante Él.
2.
Pero Dios nos purifica y salva. El
segundo paso es experimentar el perdón de Dios. El profeta Isaías, en su visión,
ve cómo uno de los serafines vuela hacia él con un ascua en la mano que había
cogido del altar y la acerca a sus labios purificándolos, y el serafín le dice:
“Mira, esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu
pecado”. Por su parte, san Pablo, más adelante añade que ha sido la gracia de
Dios la que le ha hecho apóstol, a pesar de ser un perseguidor, y asegura que
su gracia no se ha frustrado en él. Finalmente, san Pedro, al reconocerse
pecador ante Jesús en la barca, escucha cómo el Señor le dice: “desde ahora
serás pescador de hombres”. Dios no se fija tanto en nuestro pecado, sino que
lo borra y lo hace desaparecer cuando nos postramos arrepentidos ante Él y nos
reconocemos pecadores.
3. Y
purificados y salvados, Dios nos envía para una misión. Pero la historia no
termina aquí. La fe verdadera nos saca de nosotros mismos y nos manda para que
vayamos donde Él nos envíe.
Cada
uno de nosotros, al celebrar esta Eucaristía, celebramos y experimentamos en
nosotros el amor de Dios. Salgamos dispuestos a contagiar el amor de Dios, un
amor misericordioso, al mundo entero.