lunes, 26 de octubre de 2020

DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO

Evangelio dialogado.

Domingo 30º ordinario-A (Mt 22,34-40)

Discípulo 1: Maestro, es difícil ser judío. Nuestra Ley es muy exigente y complicada.

Discípulo 2: Yo he contado hasta 613 mandatos en la Ley de Moisés. Nos dan normas para todo.

Discípulo 1: Cualquier cosa que hacemos está controlada. Es imposible cumplir todas las reglas.

Jesús: Las leyes pueden ser muchas, pero el Padre Dios sólo es uno, y os aseguro que no pide demasiado.

Discípulo 2: Entonces...¿Para qué tantas leyes y tantas normas?

Jesús: Porque a los hombres les gusta complicarlo todo. Os repito que el Dios Padre pide bastante poco.

Discípulo 1: Mira, Maestro, por allí vienen unos fariseos. Se les habrá ocurrido algo nuevo para molestarte. Parece que no tuvieron bastante con aquello de la moneda del César.

Discípulo 2: Sus cabezas están llenas de leyes, se creen muy listos y muy buenos por saberlas todas de memoria, y no toleran que tú, Jesús, sepas más que ellos y les dejes en ridículo.

Fariseo 1: Maestro, queremos hacerte una pregunta: Como tú lo sabes todo podrás respondernos. Estamos seguros de que sí.

Fariseo 2: A ver, dinos: ¿Cuál es el mandamiento principal de la ley?

Jesús: ¿Por qué queréis ponerme a prueba?

Fariseo 1: ¡Nooo!, ¡qué va!, Es que nosotros también estamos liados con tantas normas.

Fariseo 2: Y nos interesa saber de verdad tu opinión, a ver: ¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley de Dios?

Jesús: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser».

Fariseo 1: ¿Y cuál es el segundo? Dinos también el segundo.

Jesús: El segundo es tan importante como el primero.

Fariseo 2: Pues, venga, dinos el segundo mandamiento.

Jesús: El segundo es semejante al primero: «Amarás al prójimo como a ti mismo».

Discípulo 1: ¿Por qué son tan importantes estos dos mandamientos?

Jesús: Porque estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y a los Profetas.