“NADIE TIENE EL AMOR
MÁS GRANDE QUE EL QUE DA LA VIDA POR SUS AMIGOS”
9 de mayo de 2021 (VI Domingo de
Pascua)
Hechos 10, 25-26.34-35 ● “El don
del Espíritu Santo de derramará también sobre los gentiles”
Salmo 97 ● ”El Señor revela a las
naciones su justicia”
1 Juan 4, 7-10 ● “Dios es amor”
Juan 15, 9-17 ● “Nadie tiene amor
más grande que el que da la vida por sus amigos”
Como el Padre me ama a mí, así os he amado yo;
permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor,
como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he
dicho estas cosas para que mi alegría esté dentro de vosotros y vuestra alegría
sea completa». «Éste es mi mandamiento: amaos unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis
amigos si hacéis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, pues el siervo no
sabe qué hace su señor; yo os he llamado amigos porque os he dado a conocer
todas las cosas que he oído a mi Padre. No me elegisteis vosotros a mí, sino yo
a vosotros; y os designé para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto
permanezca, a fin de que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo
conceda. Esto os mando: amaos unos a otros».
Juan 15, 9-17
“AMIGOS FUERTES DE DIOS”
VER.-
Hay palabras que, por mucho que
se explique su significado, hace falta vivirlas para entenderlas. Y una de esas
palabras es “amigo”. La definición de amigo es “una persona con quien se tiene
una relación de afecto desinteresado, que nace y se fortalece con el
trato", pero sabemos que esta definición, por muy correcta que sea, no
contiene todo lo que es y supone ser amigo de alguien, porque la amistad está
hecha de múltiples sentimientos, palabras, silencios, experiencias… que, en su
conjunto, nos hacen tener la certeza de que alguien es nuestro amigo y de que
nosotros somos amigos de alguien. Y por eso entendemos perfectamente lo que
dice el libro del Eclesiástico 6, 14: Un amigo fiel es un refugio seguro, y
quien lo encuentra ha encontrado un tesoro.
JUZGAR.-
Llegando ya al último tramo del tiempo pascual, el Evangelio de hoy
nos ha traído un tesoro: la amistad de Jesús: Ya no os llamo siervos, porque el
siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo
que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. Jesús Resucitado nos llama
amigos, Él ha dado el primer paso de esa amistad: No sois vosotros los que me
habéis elegido, soy yo quien os he elegido. Y, además nos ha demostrado que es
nuestro amigo: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus
amigos. Él dio su vida en la Cruz por nosotros.
Pero la amistad, para ser verdadera, debe ser recíproca, hay que corresponder a ella. De ahí que Santa Teresa de Jesús decía: “cuando los tiempos son recios, son necesarios amigos fuertes de Dios” (Vida 15, 5). Sus tiempos eran “recios”, como lo es nuestro tiempo, con profundos cambios, dificultades, incertidumbres… pero, por eso mismo, los tiempos recios son también tiempos de oportunidades, y ahora tenemos la oportunidad de ser amigos fuertes de Dios.
Y, puesto que la amistad nace y se fortalece con el trato, para ser
amigos fuertes de Dios nos hace falta tratar con Él: primero con la oración,
que también en palabras de Santa Teresa es “tratar de amistad, estando muchas
veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama”. (Vida 8, 5) Tratar de
amistad, es decir, abrir de verdad nuestro corazón ante Él, manifestarle con
confianza nuestra pequeñez, nuestros miedos, nuestras angustias, nuestras
esperanzas… como hacemos con nuestros amigos.
Y junto con la oración, la Eucaristía, la presencia real de Cristo, porque la Eucaristía hace posible que permanezcamos en su amor, como Él nos ha dicho, y que podamos dar fruto. Porque la frase completa de Santa Teresa de Jesús es: “cuando los tiempos son recios, son necesarios amigos fuertes de Dios para sostener a los flojos”. La amistad con el Señor no es algo intimista, cerrado entre Él y yo, sino que se proyecta en los demás, sobre todo en los más débiles, en quienes más lo necesitan. Por eso también ha dicho Jesús: Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Es un tesoro que Jesús sea nuestro amigo, y por eso conlleva un compromiso por nuestra parte para hacer crecer y madurar esa amistad, haciendo lo que Él nos manda: que os améis unos a otros.
La amistad con el Señor, que nos ama y acoge a cada uno con nuestras
cualidades y defectos, nos mueve a amar y acoger a los otros del mismo modo, y
así también ellos podrán conocer a Dios, porque como decía el apóstol San Juan
en la 2ª lectura: amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el
que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios… porque Dios es amor. Procurando
cumplir el mandamiento del amor va fortaleciéndose nuestra amistad con Dios y,
a la vez, estaremos aportando nuestro testimonio de fe y esperanza en estos
tiempos recios.
ACTUAR.-
Un amigo fiel es un refugio seguro, y quien lo encuentra ha encontrado
un tesoro. Pensemos hoy en nuestros amigos: ¿Cómo se ha ido gestando esa
amistad? ¿Qué hago para cuidarla? ¿Qué me aportan, y qué les aporto yo a ellos?
¿Puedo decir que soy amigo de Jesús? ¿Cómo cuido su amistad, es para mí un
tesoro? ¿Qué hago para que sea “fuerte”? ¿Trato de amistad con Él en la
oración, la Eucaristía me hace permanecer unido a Él? ¿Hago lo que me manda?
¿Cómo amo a los demás?
Es verdad que, en estos tiempos tan recios, se necesitan amigos fuertes de Dios. El camino para llegar a serlo, como ocurre con las amistades humanas, pasa por el encuentro personal con Cristo, un encuentro que cambia nuestro corazón y que abre un horizonte nuevo a nuestra existencia.