“YO SOY EL PAN VIVO QUE HA BAJADO DEL CIELO”
XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Éxodo 16, 2-4.12-15 ● “Yo haré
llover pan del cielo”
Salmo 77 ● ”El Señor les dio pan
del cielo”
Efesios 4, 17.20-24 ● “Vestíos de
la nueva condición humana, creada a imagen de Dios”
Juan 6, 24-35 ● “El que viene a
Mí no pasará hambre, el que cree en Mí no pasará nunca sed”
Los judíos criticaban a Jesús
porque había dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo», y decían: «¿No es
éste Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo
dice ahora que ha bajado del cielo?». Jesús les dijo: «Dejad de criticar. Nadie
puede venir a mí si el Padre que me envió no lo trae, y yo lo resucitaré en el
último día. Está escrito en los profetas: Todos serán enseñados por Dios. Todo
el que escucha al Padre y acepta su enseñanza viene a mí. Esto no quiere decir
que alguien haya visto al Padre. Sólo ha visto al Padre el que procede de Dios.
Os aseguro que el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida.
Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Éste es el pan que
baja del cielo; el que come de él no muere». «Yo soy el pan vivo bajado del
cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi
carne por la vida del mundo». Los judíos discutían entre ellos: «¿Cómo puede
éste darnos a comer su carne?».
SI NO FUERA POR
ESO...
VER.-
En situaciones de crisis, ya sea personal, familiar, afectiva…
experimentamos el deseo de romper definitivamente con algo o con alguien,
porque sentimos que ya no tiene solución y que es inútil mantener dicha situación.
Pero encontramos algo que nos impide tirarlo todo por la borda, algo con
suficiente peso como para impedirnos dar ese paso definitivo, y pensamos: “Si
no fuera por eso…” Y “eso”, a menudo, es una sola razón, pero es lo que nos
mantiene y evita la ruptura.
JUZGAR.-
También en nuestra vida como
cristianos experimentamos momentos de crisis: quizá sea por no experimentar la
cercanía y presencia del Señor aunque “rezamos y vamos a Misa”; quizá porque
alguna situación personal o familiar no se soluciona a pesar de nuestra
oración; quizá porque la realidad del dolor y del sufrimiento nos ha golpeado
con dureza; quizá porque nuestros trabajos evangelizadores no obtienen un fruto
apreciable; quizá porque hemos sufrido algún desengaño por parte de otros
miembros de la Iglesia; quizá porque estamos rodeados de un ambiente no
creyente y nos vemos continuamente cuestionados; quizá porque los grandes
problemas sociales, políticos, económicos, laborales, medioambientales… que
aquejan a nuestro mundo van a peor y parecen contradecir la existencia de un
Dios que es bueno y que es Amor.
Seguro que encontramos en nuestra vida muchas situaciones que nos
hacen sentir, como a Elías en la 1ª lectura, que vagamos por el desierto y
llegamos a un punto en el que tenemos la tentación de decir: Basta ya, y romper
con todo esto de la fe, y tratar de vivir nuestra vida lo mejor que podamos y
nos dejen, porque continuar como hasta ahora nos parece inútil.
Precisamente porque resulta muy duro llegar a este extremo, la Palabra
de Dios de este domingo nos ofrece “eso” por lo que merece la pena continuar y
no abandonar el camino de la fe. En el Evangelio, Jesús ha dicho: Os lo
aseguro: el que cree tiene vida eterna. La fe es la llave de la vida eterna
pero, como estamos diciendo, a veces la fe se apaga. Para alimentarla, también
ha dicho el Señor: Yo soy el pan de la vida… para que el hombre coma de él y no
muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan
vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo.
Cristo se ha quedado realmente presente en la Eucaristía, como indica
el Catecismo de la Iglesia Católica: “Cristo Jesús… está presente de múltiples
maneras en su Iglesia… pero, sobre todo, está presente bajo las especies
eucarísticas” (1373). Hoy, en medio de nuestros desiertos, crisis, cansancios,
preocupaciones, agobios… y, sobre todo, cuando sólo tenemos ganas de decir:
Basta ya, el Señor se hace Pan de Vida para decirnos como a Elías: Levántate,
come, que el camino es superior a tus fuerzas. Sólo por esa presencia suya,
sólo por “eso”, merece la pena mantenerse en el camino de su seguimiento.
Es verdad que, en algunas situaciones, es muy difícil “levantarse”,
pero precisamente por eso Jesús hace Pan de vida y se deja comer: “En la
Eucaristía, testamento de su amor, Él se hace comida y bebida espiritual, para
alimentarnos en nuestro viaje hacia la Pascua eterna” (Prefacio III de la
Santísima Eucaristía).
Hemos escuchado que Elías, con la fuerza de aquel alimento caminó
cuarenta días… Habrá situaciones que no está en nuestras manos solucionar y
continuarán afectándonos, pero un modo de “levantarnos y caminar” es ir
haciendo nuestras las actitudes que San Pablo ha indicado en la 2ª lectura:
Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la
maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os
perdonó en Cristo. Cada día vamos a encontrar múltiples ocasiones para poner
esto en práctica, “fuertes con la fuerza de la Eucaristía” (oración Misa por
los Laicos), y así continuar nuestro camino diario hacia la vida eterna.
ACTUAR.-
¿En qué ocasiones he deseado decir “Basta ya”, y olvidarme de todo?
¿La participación en la Eucaristía me hace “levantarme” y continuar “con la
fuerza de este alimento”? ¿Qué actitudes de las indicadas por San Pablo debería
potenciar más? ¿Qué voy a hacer para conseguirlo?
El camino de la vida es superior a nuestras fuerzas, pero Jesús nos recuerda que Él es el Pan vivo. Si no fuera por eso, no valdría la pena recorrerlo. Sólo por eso, sólo por esa presencia suya, merece la pena “levantarnos y comer” para no “morir” en el camino y un día vivir con Él para siempre.