viernes, 17 de septiembre de 2021

DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO

 "QUIÉN QUIERA SER PRIMERO, QUE SEA EL SERVIDOR DE TODOS"

19 de septiembre de 2021 DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO

Sabiduría 2, 12.17-20 ● “Lo condenarán a muerte ignominiosa”

Salmo 53 ● ”El Señor sostiene mi vida”

Santiago 3,16-4,3 ● “Los que procuran la paz están sembrando la paz; y su fruto es la justicia”

Marcos 9, 30-37 ● “Quién quiera ser primero, que sea el servidor de todos”

Salieron de allí y atravesaron Galilea. Jesús no quería que se supiera, porque estaba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y, después de muerto, a los tres días resucitará». 32 Pero ellos no entendían estas palabras y no se atrevían a preguntarle. Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntó: «¿Qué discutíais por el camino?». Pero ellos callaban, porque en el camino habían discutido sobre quién entre ellos sería el más grande. Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: «El que quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos». Tomó en sus brazos a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: «El que acoge a uno de estos pequeños en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no es a mí a quien acoge, sino al que me ha enviado a mí».

​ NO SEAMOS REPELENTES

VER.-

Quienes somos mayores recordaremos un personaje creado por el escritor Rafael Azcona, “el repelente niño Vicente”, que apareció en los años cincuenta en la revista La Codorniz. Era un niño insoportable, siempre pulcramente vestido y peinado, engreído y sabelotodo, que utilizaba un lenguaje rebuscado y pedante para dar lecciones a los demás. Este personaje tuvo un enorme éxito hasta el punto de que se popularizó la frase: “Pareces el repelente niño Vicente”, cuando nos encontrábamos ante alguien impertinente y sabihondo.

JUZGAR.-

A la Iglesia como institución, y también a muchos católicos, muchas veces se nos ve como “el repelente niño Vicente”. Y hemos de ser sinceros y reconocer que, muchas veces hemos dado esa imagen: nos hemos considerado como “los buenos” y los otros son “los malos”; nos hemos creído en posesión de la verdad en todo, y la hemos querido inculcar a la fuerza utilizando normalmente un lenguaje ampuloso y rebuscado; nos hemos mostrado muy “pulcros” sobre todo en temas de moral sexual… Y así no es de extrañar que así hayamos provocado reacciones como las que hemos escuchado en la 1ª lectura: nos resulta incómodo… sólo verlo da grima.

Resultamos repelentes porque aparentamos algo que, en realidad, luego no cumplimos tan bien como nos creemos. Porque nos hemos olvidado de que, aunque seamos católicos y oremos y participemos en la Eucaristía, somos pecadores y caemos en la tentación, porque nos ocurre lo que dijo San Pablo: El bien que quiero hacer no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago. (Rm 7, 19)