“¿QUÉ HEMOS DE HACER?”
12 de diciembre de 2021 (III DOMINGO DE ADVIENTO)
PRIMERA LECTURA:
“El Señor se alegrará en ti” (Sofonías 3, 14-18a)
SALMO:
”Gritad jubilosos: Qué grande es en medio de Ti el Santo de
Israel” (Isaías 12,1-34bcd,5-6)
SEGUNDA LECTURA:
“El Señor está cerca” (Filipenses 4, 4-7)
EVANGELIO:
“¿Qué hemos de hacer” (Lucas 3, 10-18)
VER.-
La gente le preguntaba: «¿Qué tenemos que hacer?». Y él contestaba: «El que tenga dos túnicas
reparta con el que no tiene ninguna, y el que tiene alimentos que haga igual».
Acudieron también unos publicanos a bautizarse, y le dijeron: «Maestro, ¿Qué
tenemos que hacer nosotros?». Y él les
respondió: «No exijáis nada más de lo que manda la ley». Le preguntaron también
unos soldados: «Y ¿nosotros qué debemos hacer?». Y les contestó: No intimidéis
a nadie, no denunciéis falsamente y contentaos con vuestra paga».
Como el pueblo estaba expectante y se preguntaba si no sería Juan el Mesías, Juan declaró públicamente: «Yo os bautizo con agua, pero ya viene el que es más fuerte que yo, y a quien no soy digno de desatar la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y con fuego. Tiene en su mano el bieldo para aventar su parva, llevar el trigo a su granero y quemar la paja en fuego que no se apaga». Con estas y otras muchas exhortaciones evangelizaba al pueblo. (Lc 3, 10-18)
JUZGAR.-
El tercer domingo de Adviento es conocido tradicionalmente como el
“Domingo Gaudete”, Domingo de la alegría, porque la alegría aparece
repetidamente en las lecturas: Alégrate es la primera palabra de la 1ª lectura;
en el Salmo hemos repetido: Gritad jubilosos; Y San Pablo, en la 2ª lectura,
empezaba diciendo: Alegraos… os lo repito, alegraos…
Pero, en el contexto personal y social en que estamos, hablar de
alegría puede sonar a sarcasmo, o a que efectivamente lo que hacemos es
ofrecer, como dijo Karl Marx, “opio al pueblo”, hablando de una felicidad
ilusoria cuando la realidad es que la mayor parte de la población no está para
alegrías.
Por eso, como la gente preguntaba
a Juan, también nosotros preguntamos: ¿Qué debemos hacer? ¿Cómo hablar de
“alegría” en esta situación, para que no parezca un sinsentido?
Este “Domingo Gaudete”, a las puertas de la Navidad, nos llama a
descubrir qué es realmente la alegría cristiana, esa alegría que es cierto que
“llena el corazón” (EG 1), pero que “no se vive del mismo modo en todas las
etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras”. (EG 6)
La 1ª lectura ha resumido muy bien la razón de la alegría cristiana:
El Señor tu Dios está en medio de ti. Y también, como decía San Pablo en la 2ª
lectura: El Señor está cerca. La alegría de la que hablamos este domingo es la
alegría de saber que Dios se nos da a conocer y se hace cercano, sobre todo en
Jesús, su Hijo hecho hombre, cuyo nacimiento nos disponemos a celebrar.
Ésta es la alegría, la “Buena Noticia”, el Evangelio que Juan
anunciaba al pueblo y que, como Iglesia, todos debemos seguir anunciando, en
toda circunstancia. Como ha dicho el Papa Francisco, “comprendo a las personas
que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir,
pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a
despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores
angustias”. (EG 6) Es la alegría que sentimos por la Buena Noticia de que Dios
ama especialmente a los pecadores, a los desesperados, a los que sufren, a los
descartados, y se hace cercano a ellos en su Hijo hecho hombre, y nos introduce
en su amor.
Y la alegría cristiana tiene su culmen en la cruz, porque Cristo se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz (Flp 2, 8). Hasta ahí, hasta el extremo, fue capaz de llegar Dios por amor a nosotros. Por eso, la alegría cristiana no es el “opio del pueblo” y puede proponerse a todos los que, de cualquier forma, están viviendo su propia cruz. Aunque humanamente no estén para alegrías, sí pueden experimentar la alegría cristiana porque Cristo, crucificado y resucitado, como ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella. (Heb 2, 18)
ACTUAR.-
¿Pienso que no estamos para alegrías? ¿Qué siento al escuchar en la
Palabra de Dios esas llamadas a la alegría? ¿Entiendo el sentido de la alegría
cristiana? ¿Vivo esa alegría?
Humanamente es cierto que no estamos para alegrías. Pero la Navidad es la celebración de la unión de lo humano y lo divino, y desde ahí es desde donde tenemos que proponer la alegría cristiana a tantos que no están para alegrías, siguiendo lo que dice el Papa Francisco: “deseamos integrarnos a fondo en la sociedad, compartimos la vida con todos, escuchamos sus inquietudes, colaboramos material y espiritualmente con ellos en sus necesidades, nos alegramos con los que están alegres, lloramos con los que lloran y nos comprometemos en la construcción de un mundo nuevo, codo a codo con los demás, como una opción personal que nos llena de alegría”. (EG 269) Porque hemos descubierto “que no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón. Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho más plena y que con Él es más fácil encontrarle un sentido a todo”. (EG 266)