“JESÚS, COMO ELÍAS Y ELISEO, NO SÓLO ES ENVIADO A LOS JUDÍOS”
PRIMERA LECTURA:
“Te
constituí profeta de las naciones” (Jeremías 1, 4-5.17-19)
SALMO:
”Mi boca
contará tu salvación, Señor” (Salmo 70)
SEGUNDA LECTURA:
“Quedan la
fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor” (1 Corintios 12,31-13,13)
EVANGELIO:
(Lucas 4, 21-30)
En la sinagoga de Nazaret. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él comenzó a decirles: «Hoy se cumple ante vosotros esta Escritura». Todos daban su aprobación y, admirados de las palabras tan hermosas que salían de su boca, decían: «¿No es éste el hijo de José?».Él les dijo: «Seguramente me diréis aquel refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm, hazlo también aquí, en tu patria». Y continuó: «Os aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Os aseguro, además, que en tiempo de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses y hubo gran hambre en toda la tierra, había muchas viudas en Israel, y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta, en Sidón. Y había muchos leprosos en Israel cuando Eliseo profeta, pero ninguno de ellos fue limpiado de su lepra sino Naamán, el sirio». Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, se levantaron, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron a la cima del monte sobre el que estaba edificada la ciudad para despeñarlo. Pero Jesús pasó por en medio de todos y se fue.
VER.-
Una experiencia muy común entre quienes se toman realmente en serio la fe cristiana es la del rechazo que ésta produce en su entorno, ya sea familiar, laboral, amistades, etc. Un rechazo que va desde la indiferencia hasta la oposición franca y declarada, y que tiene una de sus causas en que la fe cristiana no es algo intimista y privado, sino que tiene repercusiones en lo concreto de la vida, porque ahí, en las situaciones que nos presenta la vida familiar, laborar, etc., nos lleva a adoptar criterios y tomar decisiones que, por coherencia, debemos mantener aunque no gusten a los demás. Pero ese continuo luchar contra el rechazo provoca mucho cansancio emocional y espiritual, y sentimos deseos de rendirnos y vivir la fe de un modo oculto para no entrar en más conflictos.
JUZGAR.-
El Evangelio de hoy continúa el del domingo pasado. Jesús fue a
Nazaret, donde se había criado, y comenzó a decir en la sinagoga: “Hoy se ha
cumplido esta Escritura que acabáis de oír”. Al principio, lo que Jesús dice es
bien recibido, porque es lo que quieren oír acerca del cumplimiento de las
profecías acerca del Mesías esperado, y por eso todos le expresaban su
aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca. Pero
empiezan a desconfiar de Él (¿no es éste el hijo de José?) y le exigen pruebas
y que actúe: Sin duda me diréis… haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos
oído que has hecho en Cafarnaúm”. Pero una fe que exige pruebas no es verdadera
fe, y por eso Jesús se niega a complacerles; más aún, les recuerda dos casos en
los que la acción de Dios se dirige a personas ajenas al pueblo de Israel (una
viuda de Sarepta y Naamán, el sirio), que no exigieron nada a Dios sino que
tuvieron fe en Él.
El hecho de que Jesús no se pliegue a sus exigencias provocó que todos
en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del
pueblo y lo llevaron a un precipicio… con intención de despeñarlo.
Pero lo que llama la atención es la reacción de Jesús: se abrió paso
entre ellos y seguía su camino. Ante el rechazo que despierta entre aquéllos
con quienes se había criado, Jesús se siente dolido: ningún profeta es aceptado
en su pueblo, pero no se acobarda ni tampoco entra en conflicto: sigue su
camino.
El actuar de Jesús es una llamada a todos nosotros, cuando
experimentamos el rechazo que provocan nuestras palabras y obras por nuestra fe
en Él. Como indica el material de Acción Católica General “Llamados y enviados
a evangelizar” (2013): “No debemos situarnos en posiciones de permanente
condena, que genera una sensación en los demás de que siempre estamos
enfadados. Pero tampoco en un cristianismo claudicante, rebajando el mensaje
cristiano para que sea digerible por el mundo actual, al mismo tiempo que somos
aceptados y así ‘aliviamos’ nuestra tensión”. También nosotros debemos “seguir
nuestro camino”, como Jesús.
Y para seguir nuestro camino, la Palabra de Dios hoy nos ofrece varias
pistas. La primera, precisamente, es sabernos y sentirnos “llamados y enviados
a evangelizar”, como Jeremías en la 1ª lectura: Antes de formarte en el
vientre, te elegí… prepárate para decirles todo lo que yo te mande. Nuestras
palabras y acciones no deben transmitir nuestros pensamientos y proyectos, sino
los de Dios. Y, cuando transmitimos el proyecto de Dios, experimentamos que Él
nos convierte en plaza fuerte frente a los demás, que lucharán contra ti, pero
no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.
De este modo podemos seguir nuestro camino, seguir a Jesús, hablando y actuando para que hoy se siga cumpliendo la Escritura, aunque eso a veces no guste o nos acarree confrontaciones. Pero, como decía la 2ª lectura, siempre por y con amor. Seguir nuestro camino tras Jesús es exigente, tiene mucho de entrega, de paciencia, de no irritarse, de no llevar cuentas del mal… pero si no tengo amor… de nada me serviría, porque el amor todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca.
ACTUAR.-
¿He experimentado en mi entorno más cercano algún tipo de rechazo por
mi fe cristiana? ¿Cómo reaccioné? ¿Me siento llamado y enviado por el Señor a
evangelizar? ¿Qué hago para que “hoy” se cumpla la Escritura? ¿Mis palabras y
acciones están motivadas por el amor de Dios?