sábado, 19 de febrero de 2022

DOMINGO VII DEL TIEMPO ORDINARIO

 “SED MISERICORDIOSOS COMO VUESTRO PADRE ES MISERICORDIOSO”

PRIMERA LECTURA:

“El Señor te ha entregado hoy en mi poder, pero yo no he querido extender la mano” (I Samuel 26, 2.7-9.12-13.22-23)

SALMO:

”El Señor es compasivo y misericordioso” (Salmo 102)

SEGUNDA LECTURA:

“Lo mismo que hemos llevado la imagen del hombre terrenal,  llevaremos también la imagen del celestial” (1 Corintios 15, 45-49)

EVANGELIO:

Lc 6, 27-38

«Yo os digo a vosotros que me escucháis: Amad a vuestros enemigos; haced el bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen; orad por los que os calumnian. Al que te abofetea en una mejilla, ofrécele también la otra; a quien te quita el manto, dale también la túnica. Da a quien te pida, y no reclames a quien te roba lo tuyo. Tratad a los hombres como queréis que ellos os traten a vosotros. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis? También los pecadores aman a quienes los aman. Y si hacéis el bien a los que os lo hacen, ¿qué mérito tendréis? Los pecadores también lo hacen. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tendréis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir de ellos otro tanto. Pero vosotros amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar remuneración; así será grande vuestra recompensa y seréis hijos del altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y con los malvados. Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso».

«No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; se os dará una buena medida, apretada, rellena, rebosante; porque con la medida con que midáis seréis medidos vosotros».

NUESTRA INDIFERENCIA LOS CONDENA AL OLVIDO

VER.-

En un centro oficial, una persona montó un escándalo porque, según decía, no se le estaba atendiendo debidamente. Algunos de los presentes le daban la razón diciendo: “Es que, como no te pongas así, no te hacen caso”. Cada vez está siendo más habitual que se recurra a la violencia verbal y/o física para conseguir aquello a lo que creemos que tenemos derecho. Muchas personas tienen un sentimiento de desprotección ante determinadas situaciones personales, vecinales, laborales, sociales, políticas… porque las reclamaciones llevan mucho tiempo y esfuerzo, y se acaban estrellando contra un muro infranqueable ante el que no hay nada que hacer, y se toma la decisión de reclamar y obtener por la fuerza lo que no se consigue de un modo pacífico.

JUZGAR.-

En la 1ª lectura hemos escuchado que a David, que estaba siendo perseguido por Saúl, se le presenta una ocasión propicia para matar a Saúl, y Abisay le dice: Dios pone hoy al enemigo en tu mano. Déjame que lo clave de un golpe con la lanza en tierra. Pero David rechaza aprovechar esta oportunidad y más tarde dice a Saúl: El Señor te ha entregado hoy en mi poder, pero yo no he querido extender mi mano contra el ungido del Señor. A pesar de que lleva la razón, David no quiere actuar en contra de lo que Dios espera de él porque, aunque haya actuado mal, Saúl fue ungido por Dios como rey de Israel.

La decisión de David de rechazar la violencia provoca que Saúl reconozca: He obrado mal. No volveré a hacerte mal, por haber respetado hoy mi vida, rompiendo el círculo de violencia en que estaban metidos.

En el Evangelio, Jesús nos ha dado varias indicaciones: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian. De entrada, podemos pensar que esto es poner el listón muy alto, sobre todo ante determinadas situaciones y agravios recibidos.

Pero, como dice el Papa Francisco en “Fratelli tutti”, esto “no quiere decir permitir que sigan pisoteando la propia dignidad y la de los demás, o dejar que un criminal continúe haciendo daño. Quien sufre la injusticia tiene que defender con fuerza sus derechos y los de su familia precisamente porque debe preservar la dignidad que se le ha dado, una dignidad que Dios ama. Si un delincuente me ha hecho daño a mí o a un ser querido, nadie me prohíbe que exija justicia y que me preocupe para que esa persona —o cualquier otra— no vuelva a dañarme ni haga el mismo daño a otros”. (241)

Lo que Jesús nos dice es que esa legítima exigencia de justicia no la hagamos “para alimentar una ira que enferma el alma, o por una necesidad enfermiza de destruir al otro que desata una carrera de venganza, para vengarnos, para hacerle al que fue violento lo mismo que él nos hizo, para planificar ocasiones de desquite”. (242) Quienes siguen las palabras de Jesús “renuncian a ser poseídos por esa misma fuerza destructiva que los ha perjudicado. Rompen el círculo vicioso, frenan el avance de las fuerzas de la destrucción. Deciden no seguir inoculando en la sociedad la energía de la venganza que tarde o temprano termina recayendo una vez más sobre ellos mismos”. (251)

El modo de actuar vivido y propuesto por Jesús marca el estilo y la diferencia de quienes quieran ser sus seguidores, sus discípulos y apóstoles. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Y si hacéis el bien sólo los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo.

ACTUAR.-

¿En alguna ocasión he recurrido a la violencia verbal o física para reclamar algo a lo que pensé que tenía derecho? ¿Por qué lo hice? Si tengo oportunidad, ¿devuelvo el mal que me han hecho? ¿Mi modo de actuar tiene ese estilo y diferencia que pide Jesús, o me comporto como cualquier otro?

La vida cotidiana nos presenta múltiples situaciones en las que nos vemos desprotegidos: ante quienes se saltan las normas de circulación y convivencia sabiendo que no les va a pasar nada, ante la precariedad laboral, las condiciones abusivas de entidades financieras y empresas de suministros, la impunidad de administraciones que no cumplen sentencias judiciales, la indiferencia de políticos que no atienden las necesidades reales de los ciudadanos…

Para no responder con violencia sino al estilo de Jesús, Él hoy nos ha dejado también dos frases para que las tengamos presentes: Tratad a los demás como queréis que ellos os traten y con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros. Éste puede ser nuestro punto de apoyo para no ver tan alto el listón que Jesús ha puesto. Y aun así tendremos que aguantar y tragar, pero lo asumimos como parte de nuestro “cargar con la cruz”, como Jesús, porque es el único modo de romper la espiral de violencia en la que cada vez más nos vamos introduciendo a nivel personal, social y político.