“MIENTRAS LOS BENDECÍA, FUE LLEVADO HACIA EL CIELO”
PRIMERA LECTURA:
“Lo vieron levantarse” (Hechos 1,1-11)
SALMO:
”Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de
trompetas” (Salmo 46)
SEGUNDA LECTURA:
“Cristo entró en el mismo cielo” (Hebreos 9, 24-28;10,
19-23)
EVANGELIO:
(Lc 24, 46-53)
Y dijo Jesús a sus discípulos:
«Estaba escrito que el Mesías tenía que sufrir y resucitar de entre los muertos
al tercer día, y que hay que predicar en su nombre el arrepentimiento y el
perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén. Vosotros
sois testigos de estas cosas. Sabed que voy a enviar lo que os ha prometido mi
Padre. Por vuestra parte quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos de la
fuerza de lo alto».
Los sacó hasta cerca de Betania.
Levantó las manos y los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos y
subió al cielo. Ellos lo adoraron y se volvieron a Jerusalén llenos de alegría.
Estaban continuamente en el templo bendiciendo a Dios.
VER.-
Un peligro que se corre al educar a los hijos de hoy es la sobreprotección, una actitud que va más allá del lógico cuidado que hay que tener con ellos. Los padres toman todas las decisiones y solucionan todos los problemas, evitan que los hijos se encuentren con cualquier situación de sufrimiento, tristeza o simples contratiempos, se enfrentan a quien sea para defenderlos aunque no tengan razón… La sobreprotección no es buena, crea personas inseguras, dependientes, que no aprenden de los propios errores ni desarrollan sus propias capacidades. Por eso se recomienda, a medida que van creciendo, darles pequeñas responsabilidades para que adquieran confianza, hablar de los problemas reales que se presentan y ofrecer apoyo para que puedan afrontarlos y, en general, permitir que se desenvuelvan solos aunque tarden más en hacer las cosas y cometan algún error.
JUZGAR.-
Hoy celebramos la Ascensión del Señor. Desde que llamó a sus
discípulos, Jesús ha estado instruyéndolos los tres años de su vida pública.
Tras su Resurrección, como hemos escuchado en la 1ª lectura, se les presentó él
mismo después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo,
apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del Reino de Dios.
Pero Jesús Resucitado, como buen pedagogo, sabe que ha llegado el
momento de que los discípulos se conviertan en apóstoles, en misioneros, y para
eso deben empezar a caminar por sí mismos, sin la “sobreprotección” que para
ellos supondría su presencia física a su lado. Por eso, como hemos escuchado en
el Evangelio, les da unas últimas instrucciones (se proclamará la conversión
para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto) y, finalmente, levantando las manos los
bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado hacia el
cielo.
Jesús conoce sus carencias, sus miedos… y por eso, aunque físicamente no seguirá a su lado, no los deja abandonados a su suerte: recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos. Jesús estará a su lado de un modo nuevo, para acompañarles en la construcción de la Iglesia y en su misión evangelizadora. Con la fuerza del Espíritu Santo, los discípulos deberán profundizar en lo que Jesús les enseñó, deberán afrontar problemas, discrepancias, persecuciones, incomprensiones… y también aprender de los errores. Pero, con la fuerza del Espíritu Santo, todo ello hará que la Buena Noticia de Cristo Resucitado se vaya anunciando hasta el confín de la tierra.
ACTUAR.-
Como la Iglesia naciente, hoy debemos continuar la misión
evangelizadora, seguir profundizando en el Evangelio, y afrontar dificultades y
retos dentro y fuera de la Iglesia. Y corremos el peligro de buscar una
“sobreprotección”: que otros asuman las responsabilidades, que nos den las
instrucciones y pautas concretas para anunciar el Evangelio… pero eso, aparte
de que no es posible ni bueno, nos convertiría en cristianos inmaduros,
miedosos, sin iniciativa, dependientes.
El Señor, en su Ascensión, nos recuerda que cuenta con cada uno de nosotros y que nos acompaña con su Espíritu, que hoy como entonces nos da la fuerza para ser sus testigos. No tengamos miedo y seamos discípulos misioneros, corresponsables, porque como dijo el Papa Francisco al Foro Internacional de Acción Católica: “El ejemplo es Jesús con los apóstoles: los enviaba con lo que tenían. Después los volvía a reunir y los ayudaba a discernir sobre lo que vivieron. Se aprende a evangelizar evangelizando. Que la realidad les vaya marcando el ritmo y dejen que el Espíritu Santo los vaya conduciendo”. (27 de abril de 2017)