sábado, 21 de enero de 2023

III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Domingo 22 de enero de 2023

PRIMERA LECTURA:

“En Galilea de los gentiles el pueblo vio una luz grande” (Isaías 8,23b-9,3)

SALMO:

“El Señor es mi luz y mi salvación” (Salmo 26)

SEGUNDA LECTURA:

“Decid todos lo mismo y que no haya divisiones entre vosotros” (1 Corintios 1, 10-13.17)

EVANGELIO:

“Se estableció en Cafarnaún para que se cumpliera lo dicho por Isaías” (Mateo 4, 12-23)

 Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:

«Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló».

Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».

Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.

¿LO CONOCEMOS?

VER.-

Una persona recomendó un libro a otra y esta, después de leerlo, comentó: “A medida que iba leyendo, parecía que el autor me conocía, ese libro está escrito para mí”. Es una experiencia bastante común: leemos un libro o escuchamos una conferencia y “nos toca”. Evidentemente el escritor o el ponente no conoce a todos sus lectores u oyentes, habla o escribe de forma genérica, pero su forma de tratar el tema, de expresarlo… hace que algunos, al leerlo o escucharlo, se sientan directamente interpelados. Esto ocurre también en lo referente a la fe: leemos o escuchamos un pasaje bíblico y sentimos que se ajusta perfectamente a nuestra experiencia o realidad personal, que también “está escrito para mí”, que nos interpela personalmente.

JUZGAR.-

En este tercer domingo del tiempo ordinario celebramos el Domingo de la Palabra de Dios, instituido por el Papa Francisco en 2019 en su motu proprio “Aperuit illis” (Les abrió el entendimiento…), ya que “es profundo el vínculo entre la Sagrada Escritura y la fe de los creyentes”.

Como indica el Papa, “puesto que la fe proviene de la escucha y la escucha está centrada en la palabra de Cristo (cf. Rm 10, 17), la invitación que surge es la urgencia y la importancia que los creyentes tienen que dar a la escucha de la Palabra del Señor tanto en la acción litúrgica como en la oración y la reflexión personal”.

Y en el Evangelio de hoy hemos encontrado en el Señor esa doble dimensión de lo genérico y de la interpelación personal: Comenzó Jesús a predicar diciendo: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”. Jesús comienza su predicación con una invitación general a la conversión, con las mismas palabras que ya había utilizado Juan el Bautista (Mt 3, 2).

Pero Jesús da un paso más: Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. Les dijo: “Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres”. Ambos hermanos ya habían oído la predicación del Bautista y habían tenido por lo menos un primer contacto con Jesús, como nos relata el evangelista san Juan: Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)». Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce: Pedro)» (Jn 1, 40-42)

Antes no se habían sentido directamente interpelados, pero ahora se dan cuenta de que la llamada de Jesús es personal, para ellos, y por eso inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

También nosotros podemos tener esta experiencia. La invitación a la conversión es una constante en la Biblia: el encuentro con Dios no puede dejarnos igual, sabemos que algo tenemos que cambiar y volvernos más hacia Él. Pero, como es una invitación genérica, corremos el peligro de quedarnos en buenas intenciones pero sin concretar esa conversión en nuestra vida.

Por eso hoy el Señor nos interpela personalmente, como hizo con Andrés, Pedro, Santiago y Juan. Él pasa por nuestra vida, por nuestras ocupaciones, y también nos dice: Venid en pos de mí, para que le sigamos. Y el seguimiento conlleva una implicación personal, reproduciendo los valores, actitudes y comportamiento de Jesús, concretándolos en el camino de nuestra vida.

ACTUAR.-

¿En alguna ocasión he tenido la experiencia de que algo que he leído o escuchado “está escrito para mí”? ¿Me ocurre lo mismo con la Palabra de Dios? ¿Me siento interpelado personalmente por la llamada de Jesús a la conversión y al seguimiento? ¿Cómo voy a concretar mi respuesta?

Ojalá hoy cada uno podamos sentir que este pasaje evangélico que hemos escuchado “está escrito para mí”, que nos sintamos personalmente interpelados y, aprovechando el comienzo del año, nos decidamos a “convertirnos”, a volvernos más hacia Dios, siendo mejores seguidores, mejores discípulos y apóstoles del Señor en nuestra vida cotidiana.

Y que este Domingo de la Palabra de Dios nos ayude a entender que, en realidad, toda la Biblia “está escrita para mí”, porque “la Biblia no es una colección de libros de historia, ni de crónicas, sino que está totalmente dirigida a la salvación integral de la persona”. Y “que el domingo dedicado a la Palabra haga crecer en el pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura, como el autor sagrado lo enseñaba ya en tiempos antiguos: esta Palabra «está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que la cumplas»”. (Dt 30, 14).