
Por eso, os comunico que, a
partir del mes de febrero, al inicio de la Cuaresma, comenzando por el
Arciprestazgo de Alcalá la Real, iniciaré la Visita Pastoral a todas las
parroquias de nuestra Iglesia jienense. Soy consciente de que emprendo un
camino largo, que me llevará unos cuantos años para recorrer toda la geografía
diocesana; no obstante, mi deseo es realizarla de un modo sereno y tener la
fortaleza suficiente para vivir intensamente este gran acontecimiento que me
llena de inmensa alegría. Desde ahora me
dispongo a estar con vosotros y encomiendo al Señor y a la Virgen María los
frutos espirituales de esta Visita en mis oraciones.
Se trata de una antigua
tradición, confirmada y avalada por la gran experiencia recogida a lo largo de
los siglos, donde el obispo se encuentra personalmente con todos los miembros del
pueblo de Dios, siendo, por tanto, una acción apostólica que manifiesta la
unidad de la Iglesia particular, y un auténtico tiempo de gracia, que refleja
en cierta medida aquella especial visita con la que el “supremo pastor” (1 Pe
5,4) y “guardián de nuestras almas” (1 Pe 2,25), Jesucristo, ha visitado y
redimido a su pueblo (cf. Lc 1,68).
Los fines fundamentales de la
Visita son revitalizar las comunidades cristianas, impulsar la pastoral,
fomentar la comunión eclesial, así como “reanimar las energías de los agentes
evangelizadores, felicitarlos, animarlos y consolarlos; es también la ocasión
para invitar a todos los fieles a la renovación de la propia vida cristiana y a
una acción apostólica más intensa; permite, además, examinar la eficiencia de
las estructuras y de los instrumentos destinados al servicio pastoral, dándose
cuenta de las circunstancias y dificultades del trabajo evangelizador, para
poder determinar mejor las prioridades y los medios de la pastoral
orgánica”(Apostolorum successores, n. 220).
Por tanto, la visita del Obispo a
las Parroquias, su encuentro con los sacerdotes, con los religiosos y seglares,
en un trato sencillo y directo, es una de las ocupaciones más importantes del
Obispo, en la que se presenta y actúa como lo que es, Sacerdote, Siervo y
Pastor que llega en el nombre del Señor, predica el Evangelio, celebra la
Eucaristía, administra los Sacramentos, visita a los enfermos, habla con los
fieles y conoce directamente los problemas y proyectos de cada Parroquia, de
cada grupo, de cada rincón de la Diócesis.
Es un momento de gracia para las
parroquias y para las personas, en el que aparece más clara y se vive con más
plenitud la amplitud eclesial de la vida cristiana. En la persona y la
presencia del Obispo se vive lo que es la comunidad parroquial dentro de la
Iglesia particular, y en comunión con la Iglesia universal, apostólica y
católica. Esta apertura y autenticidad católica la expresa y la garantiza la
comunión efectiva y visible con el Obispo.
En la vida ordinaria, la mayoría
de los fieles no tienen muchas ocasiones de vivir la fe y celebrar la
Eucaristía con el Obispo en su propia parroquia. Durante la Visita Pastoral
viviremos, con gozo, esta realidad espiritual de nuestra comunión con la
Iglesia católica, la Iglesia de los Apóstoles y de los Mártires, la Iglesia de
Jesús, la Iglesia universal que continúa la obra de Jesús en el mundo entero.
Cultivar y vivir estas dimensiones de la comunidad parroquial y de la propia
vida personal de fe será un enriquecimiento para todos y una buena ayuda para
renovar nuestra fe y nuestros compromisos con el Señor y con los hermanos.
Cuando el Obispo llega a una
parroquia no llega ningún extraño ni entra tampoco él en un terreno ajeno. Las
parroquias son la realización concreta de la única Iglesia diocesana, presidida
toda ella por el Obispo, en el nombre de Cristo y en comunión con la Iglesia
universal. Cuando el Obispo se hace presente, lleva consigo a toda la Diócesis.
El momento cumbre de la Visita es
siempre la Misa estacional, es decir la celebración de la Eucaristía con el
pueblo, presidida por el Obispo, junto con los sacerdotes, religiosos y fieles
de la parroquia. En esta Eucaristía nos encontramos como hermanos, profesamos
la fe católica, celebramos los misterios de nuestra salvación, recibimos los
dones del Espíritu y renovamos nuestra vida comunitaria y social. Al acabar,
rezaremos juntos una oración por los difuntos de la parroquia.
Como el pastor que cuida de sus
ovejas, más que cumplir con un acto burocrático, mi intención es privilegiar la
cercanía con las personas, haciéndoos presente a Cristo, Buen Pastor. Por lo
que, a lo largo de la visita, con vuestra ayuda, intentaré descubrir y conocer
lo mejor que pueda las condiciones y características de cada comunidad; convivir
fraternalmente con los sacerdotes y religiosos; hablar con los fieles más
cercanos a la parroquia, como los catequistas y los miembros de las diferentes
asociaciones o grupos que haya; visitar a los enfermos; saludar a los jóvenes;
a los padres de familia; a las distintas instituciones locales; etc. Viviendo un momento de gracia, que supondrá
una oportunidad para acrecentar mi conocimiento y cercanía con todos los que
formáis parte de nuestra querida Diócesis, y ocasión propicia para agradeceros
personalmente vuestro servicio y entrega a nuestra Iglesia. Deseo que este momento sea un servicio para
que crezcamos como Iglesia Diocesana, pueblo que camina unido en una misma fe,
como discípulos misioneros de Jesucristo, el Señor.
El comienzo de esta Visita Pastoral
se enmarca, de forma providencial, en los meses primeros del proceso de
conversión pastoral que hemos iniciado en la Diócesis este curso y que nos
ocupará los próximos años. Seguramente, la cercanía del Obispo para con las
parroquias, y los diálogos y encuentros que tendrán lugar a lo largo de la
Visita Pastoral, con sacerdotes, religiosos y laicos responsables de los
diversos ámbitos pastorales, nos darán abundante luz para acometer los cambios
necesarios para que nuestras comunidades y nuestra Diócesis respondan mejor a
la tarea encomendada por el Señor a la Iglesia y para conectar más finamente
con este mundo al que tenemos que amar y al que tenemos que anunciar el
Evangelio de la salvación. Unos cambios que no pueden brotar sino de la
conversión personal y del discernimiento comunitario que la misma Visita
propiciará y alentará.
Desde ahora os pido que tengáis
presente este proyecto en vuestras oraciones, para que el Señor, con la gracia
de su Espíritu, nos ilumine y nos guíe a todos por el camino de su voluntad.
Os saludo a todos fraternalmente.
Y os pido que encomendéis al Señor y a la Virgen María, Ntra. Sra. de la
Cabeza, el fruto espiritual y apostólico de estos días de fraternidad y de
gracia. Ojalá sean para vosotros y para mí unos días agradables y amistosos,
llenos de buenos sentimientos y de buenos frutos en la animación de nuestras
parroquias y en la vida espiritual de cada uno de nosotros. Con estos deseos de
cariño, de cercanía y de un encuentro cercano y fecundo me despido de vosotros,
deseándoos lo mejor para este nuevo año que acabamos de iniciar e implorando la
bendición de Dios sobre todos vosotros, sobre toda nuestra Iglesia de Jaén.
Obispo de Jaén