sábado, 7 de octubre de 2023

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO

Domingo 8 de octubre de 2023

PRIMERA LECTURA:

“La viña del Señor del universo es la casa de Israel” (Isaías 5, 1-7)

SALMO:

“La viña del Señor es la casa de Israel” (Salmo 79)

SEGUNDA LECTURA:

"Ponedlo por obra, y el Dios de la paz estará con vosotros” (Filipenses 4, 6-9)

EVANGELIO:

“Arrendará la viña a otros labradores” (Mateo 21, 33-43)

«Oíd otra parábola: Un hacendado plantó una viña, la cercó con una valla, cavó en ella un lagar, edificó una torre para guardarla, la arrendó a unos viñadores y se fue de viaje. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, mandó sus criados a los viñadores para recibir su parte. Pero los viñadores agarraron a los criados, y a uno le pegaron, a otro lo mataron y a otro lo apedrearon. Mandó de nuevo otros criados, más que antes, e hicieron con ellos lo mismo. Finalmente le mandó a su hijo diciendo: Respetarán a mi hijo. Pero los viñadores, al ver al hijo, se dijeron: Éste es el heredero. Matémoslo y nos quedaremos con su herencia. Lo agarraron, lo echaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando venga el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos viñadores?». Le dijeron: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros viñadores que le paguen los frutos a su tiempo». Jesús les dijo: «¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; esto ha sido obra del Señor, ¿una maravilla a nuestros ojos?» «Pues bien, os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios para dárselo a un pueblo que pague sus frutos».

¿QUÉ MÁS PODÍA HACER...?

VER. -

Seguro que todos conocemos casos (o nos ha pasado a nosotros mismos) en los que unos padres se han esforzado muchísimo, a base de trabajo duro y privaciones, para poder dar a sus hijos una educación, unos medios de vida… de los que quizá ellos carecieron. Sin embargo, los hijos lo que han hecho ha sido aprovecharse de esos esfuerzos de sus padres para no dar golpe, ni estudiar ni trabajar, y sin querer asumir responsabilidades, a veces incluso cayendo en drogodependencias o la delincuencia. Y los padres se preguntan cómo ha sido posible que terminen así, qué más podrían haber hecho, con todo lo que ellos han procurado ofrecerles para que su vida sea mejor.

JUZGAR. -

Tanto la 1ª lectura como el Evangelio nos han presentado una situación similar a ésta, con la imagen de una viña. El profeta Isaías hablaba de un amigo que “tenía una viña en un fértil collado, la entrecavó, quitó las piedras, plantó buenas cepas, construyó una torre, cavó un lagar… Y esperaba que diese uvas, pero dio agrazones”. Los agrazones son unos racimos de las vides que nunca llegan a madurar. Esta viña, a pesar de tener todos los medios necesarios, no da buen fruto. Y ante esa situación, el dueño de la viña se pregunta: “¿Qué más podía hacer yo por mi viña que no hubiera hecho?”. Y, por esa falta de frutos, el dueño de la viña decide quitar su valla, derruir su tapia, convertirla en un erial...

Jesús, en el Evangelio, también nos ofrece una parábola en la que “un propietario plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre, y la arrendó a unos labradores”. Pero, “llegado el tiempo de los frutos”, los labradores se niegan a entregárselos, llegando a matar a los criados del propietario e, incluso, a su hijo. Y Jesús plantea a quienes le escuchan las consecuencias de esta actitud: “Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores? Le contestan: Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo”.

En el Salmo hemos repetido: “La viña del Señor es la casa de Israel”. Pero hoy no estamos pensando en lo que ocurrió en el pasado a la casa de Israel. Hoy, “la viña del Señor” somos nosotros, por lo que la Palabra de Dios nos interpela para ver qué estamos haciendo con todo lo que el Señor ha puesto a nuestra disposición para que demos fruto:

Pensemos en qué “terreno” estamos “plantados”, cuál es nuestro ambiente familiar, laboral… Qué “cepas” ha puesto en nuestra vida: familia, educadores… que nos han alimentado física, intelectual y espiritualmente… De qué “cercas” nos ha rodeado, qué o quién nos hace sentir protegidos... Qué “piedras” ha quitado de nosotros, qué situaciones y obstáculos nos ha ayudado a superar… Qué “torres” ha construido, qué o quiénes nos transmiten fortaleza y seguridad ante los peligros…

Y, después, pensemos qué hemos hecho y hacemos con todo eso: ¿Estoy dando uvas o agrazones? ¿Lo que el Señor me ha entregado me ha servido para dar buen fruto, o nunca llego a madurar?

¿Soy quizá como esos labradores de la parábola, y me aprovecho para mi disfrute personal de lo que el Señor pone a mi disposición, pero no estoy dispuesto a entregarle a Él ningún fruto, ni cuido mi fe, ni menos aún quiero asumir mi corresponsabilidad en la misión evangelizadora?

Si nos damos cuenta de que no estamos dando el fruto esperable, sintámonos preguntados por el Señor: “¿Qué más podría hacer yo por mi viña que no hubiera hecho?” ¿Qué más espero yo que haga Dios en mi vida? ¿Rechazo a sus enviados, vivo al margen de la Iglesia? ¿Es que no tengo suficiente con que haya enviado a su Hijo? ¿He “matado” a Jesús en la práctica, no me dejo guiar por Él en mi vida?

ACTUAR. -

¿Me he preguntado alguna vez qué más podía hacer Dios por mí? ¿Y qué frutos estoy dando yo?

La viña del Señor somos nosotros. Dios, como buen Padre, nos ofrece lo mejor para que podamos tener una buena vida. Sobre todo, se ha dado a sí mismo en su Hijo, para que, siguiéndole, podamos dar buen fruto. Pero también respeta nuestra libertad, aceptando que lo rechacemos.

Pero, como buen Padre, nos advierte de las consecuencias: “se os quitará a vosotros el Reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos”. No seamos “agrazones”, no desperdiciemos ni despreciemos los dones de Dios, sino seamos conscientes de ellos para aprovecharlos y así dar el buen fruto que el Señor espera de nosotros.