viernes, 15 de noviembre de 2024

XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Domingo 17 de noviembre de 2024

PRIMERA LECTURA:

"Entonces se salvará tu pueblo” (Daniel 12, 1-3)

Lectura de la profecía de Daniel.

Por aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que se ocupa de los hijos de tu pueblo; serán tiempos difíciles como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los que se encuentran inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán: unos para vida eterna, otros para vergüenza e ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.

Palabra de Dios.

SALMO:

"Protégeme, Dios mío, que me refugio en Ti” (Salmo 15)

R.  Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

V.  El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. /R.

V.  Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me abandonarás en la región de los muertos ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. /R.

V.  Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha. /R.

SEGUNDA LECTURA:

"Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados” (Hebreos 10, 11-14.18)

Lectura de la carta a los Hebreos.

Todo sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo, después de haber ofrecido por los pecados un único sacrificio, está sentado para siempre jamás a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados. Ahora bien, donde hay perdón, no hay ya ofrenda por los pecados.

Palabra de Dios.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  Estad despiertos en todo tiempo, pidiendo manteneros en pie ante el Hijo del hombre.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

EVANGELIO:

"’Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos” (Marcos 13, 24-32)

+  Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En aquellos días, después de la gran angustia, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria; enviará a los ángeles y reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. Aprended de esta parábola de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros que esto sucede, sabed que él está cerca, a la puerta. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre».

Palabra del Señor.

¿FUTURO DISTÓPICO?

VER. -

En el argumento de muchas películas, novelas y videojuegos se nos habla de un ‘futuro distópico’. Una distopía es la representación de una sociedad futura de características muy negativas, en la que el panorama que presentan es desolador: una guerra, o una epidemia o catástrofe natural, o la contaminación, ha aniquilado a la mayor parte de la humanidad, que malvive en condiciones precarias y en medio de peligros que amenazan su supervivencia. En bastantes ocasiones, el argumento parte de nuestra sociedad actual para mostrar las consecuencias destructivas que puede tener nuestro estilo de vida si no podemos remedio cuando todavía estamos a tiempo. 

JUZGAR. -

Hoy la Palabra de Dios parece que también nos está hablando de un ‘futuro distópico’. En la 1ª lectura hemos escuchado: “Serán tiempos difíciles como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora”. Y en el Evangelio, Jesús ha dicho: “En aquellos días, después de la gran angustia, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán…”.

Pero la Palabra de Dios nos habla de lo contrario a un futuro distópico. Lo primero que debemos tener presente es que nos encontramos ante un género literario llamado ‘apocalíptico’, que es usado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Está formado por relatos de visiones o revelaciones, expresadas de forma enigmática y simbólica. Aunque su temática suele ser en torno al fin del mundo (señales precursoras, acontecimientos últimos, resurrección de los muertos, aparición de una tierra renovada, tormentos del infierno, etc.), no hay que buscar en estos relatos una predicción de cómo y cuándo acontecerá el fin del mundo: “En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sólo el Padre”.

En realidad, el género apocalíptico quiere transmitir un mensaje de esperanza: el bien triunfará sobre el mal, como también lo hemos escuchado: “Entonces se salvará tu pueblo…”. (1ª lectura)

Una esperanza que no es algo difuso, sino que tiene un nombre y un rostro: “Entonces verán venir al Hijo del hombre con gran poder y gloria… Cuando veáis vosotros que esto sucede, sabed que Él está cerca”. (Evangelio). Jesús es el Hijo del hombre, la figura de la visión del profeta Daniel (7, 13) que Jesús refiere a sí mismo y que, como hemos escuchado en la 2ª lectura, “después de haber ofrecido por los pecados un único sacrificio, está sentado para siempre jamás a la derecha de Dios”. Y vendrá “sobre las nubes con gran poder y gloria”, con el poder y la gloria del mismo Dios

ACTUAR. –

¿Veo el futuro como una distopía? ¿Temo que llegue ‘el fin del mundo’ en un sentido catastrofista? ¿Descubro signos de esperanza en la realidad presente? ¿Qué hago para favorecerlos?

Como creyentes en Cristo, debemos interpretar los signos de los tiempos no como la predicción de un futuro distópico, sino desde una mirada de fe.

Esta mirada de fe tiene como horizonte último la segunda venida de Jesús, el Hijo del hombre, pero como “el día y la hora nadie lo conoce”, ese horizonte también nos hace una exhortación a la conversión y a la vigilancia en nuestro presente, en nuestra vida cotidiana.

Decía Jesús que “no pasará esta generación sin que todo esto suceda”. No debemos esperar más: en nosotros y, en la medida de lo posible, en nuestros ambientes, debemos ir llevando a cabo esa transformación radical que supone ‘destruir’ todo lo que nos lleva hacia un futuro distópico para que vaya surgiendo cada vez con mayor fuerza ese otro futuro que Jesús quiere: el Reino de Dios.