viernes, 21 de febrero de 2020

DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO

EL AMOR DA PLENITUD A LA LEY
Jesús de Nazaret nos completa hoy su excepcional Sermón de la Montaña mediante la contemplación y mejora de los postulados del Antiguo Testamento. Jesús no ha venido a cambiar la Ley sino a mejorarla. Y las cuestiones como el amor y respeto a los hermanos, o el respeto y amor por la pareja, nos marcan un camino de vida adecuado mediante su permanente mensaje del amor. 1.- No he venido a abolir la Ley o los profetas, sino a dar plenitud. Cumplir la ley en plenitud es cumplir el espíritu de la ley, no siempre la letra de la ley. Es el mismo san Pablo el que lo dice, en su carta a los Corintios: la letra mata, mas el espíritu vivifica. Jesús sí cumplía la ley del sábado cuando curaba a un enfermo en sábado, aunque, a veces, lo hiciera en unas circunstancias que quebrantaban la literalidad de la ley. No basta con no matar, para cumplir el quinto mandamiento, se trata de no ofender al prójimo y de poner mucho amor en nuestro trato con él. Si, en misa, cuando vas a comulgar, te acuerdas de que has ofendido a algún hermano tuyo a quien tienes junto a ti, reconcíliate con tu hermano antes de comulgar. Cumplir una ley con amor es cumplir esa ley en toda su plenitud. 2.- Si quieres, guardarás sus mandamientos, porque es prudencia cumplir su voluntad… Ante ti están fuego y agua, echa mano a lo que quieras. En este texto del libro del Eclesiástico aparece el problema de la libertad humana. Dios quiere que le amemos y cumplamos sus leyes, no a la fuerza, sino libremente. Sabemos que somos de barro, que somos débiles, que nuestra voluntad es frágil y quebradiza, pero esto no nos impide actuar con libertad. Necesitamos la gracia de Dios para obrar el bien, pero Dios no niega a nadie su gracia, si sabemos pedírsela con insistencia y humildad. Obremos como personas libres, dirigidas por el amor de Dios, más que por el temor, como personas libres, dirigidas por su gracia, como nos dice san Agustín en su Regla. 3.- Hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo. Esta sabiduría de la que habla san Pablo es la sabiduría de Dios, una sabiduría que Dios nos da a través de su Espíritu. Cristo es el Espíritu de Dios y, en consecuencia, siempre que actuamos según el Espíritu de Cristo actuamos según el Espíritu de Dios. Actuar como cristiano es actuar dirigidos por el espíritu de Cristo. Y como Dios es Amor, según nos dice repetidamente san Juan, si actuamos dirigidos por el amor, actuamos dirigidos por Cristo, es decir, actuamos con sabiduría divina. La ley de Cristo es el amor de Cristo, un amor que se manifestó sobre todo en la cruz de Cristo. Aceptemos las dificultades de la vida, aceptemos la cruz de la vida y hagamos todo con amor y por amor y así Dios nos dará “lo que ha preparado para los que le aman, algo que ni el ojo vio, ni el oído oyó”.