“¡HOSANNA, BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR”
28 de marzo de 2021 (Domingo
de Ramos)
Evangelio ● Marcos 11, 1-10 ● “¡Hosanna,
bendito el que viene en nombre del Señor”
Isaías 50, 4-7 ● “No oculté el rostro a
insultos y sé que no quedaré avergonzado”
Salmo 21 ● ”Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has abandonado? ”
Filipenses 2, 6-11 ● “Se rebajó a sí mismo;
por eso Dios lo levantó sobre todo”
Marcos 15, 1-39 ● “Pasión de nuestro Señor
Jesucristo”
Al acercarse a Jerusalén, cerca de Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente, y a la entrada encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado aún; soltadlo y traedlo. Y si alguien os dice: ¿Por qué hacéis eso?, decid-le: El Señor lo necesita, y en seguida os lo devolverá». Ellos fueron, encontraron el pollino atado a la puerta, afuera, en la calle, y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les dijeron: «¿Por qué desatáis el pollino?». Ellos respondieron lo que les había dicho Jesús, y los dejaron. Llevaron el pollino a Jesús, pusieron encima sus mantos y Jesús se montó en él. Muchos alfombraban el camino con sus mantos, y otros con ramas que cortaban en los campos. Los que iban delante y detrás gritaban: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, de nuestro padre David! ¡Viva Dios altísimo!
Mc
11,1-10
“SALVAR LA SEMANA SANTA”
VER
Ya
desde finales de febrero empezó a utilizarse una expresión: “Salvar la Semana
Santa”, refiriéndose al aspecto económico. Son muchas las personas que viven
del turismo, hostelería, etc. y las necesarias medidas restrictivas para evitar
contagios hacen peligrar sus puestos de trabajo. Había mucho en juego y se
produjeron reuniones de los organismos competentes para tratar de encontrar una
solución equilibrada que permitiera “salvar la Semana Santa”.
JUZGAR
Salvar es librar de un
riesgo o peligro, poner en sitio seguro. Y además de en el plano económico,
también en el plano espiritual se hace necesario “salvar la Semana Santa”.
Porque las grandes repercusiones económicas que tienen estos días evidencian
hasta qué punto se ha abandonado la esencia de la Semana Santa para convertir
estos días en unas meras vacaciones de primavera, para la mayoría sin ninguna
vinculación a lo religioso o, como mucho, como simples espectadores de
manifestaciones culturales y tradiciones.
Sin embargo, para un
cristiano la Semana Santa es “la Semana” por antonomasia. En ella celebramos el
núcleo de nuestra fe: los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de
Cristo, de los cuales el resto del año es como una repetición y profundización.
Si queremos no sólo
llamarnos, sino ser en verdad cristianos, necesitamos “salvar la Semana Santa”
en nosotros, librarnos del peligro de convertir la Semana Santa en unos meros
días de vacaciones. También debemos estar seguros de que no pasamos estos días
como simples espectadores.
“Salvar la Semana Santa”
supone que todo lo demás, en estos días, pasa a un segundo plano: que la
participación en las celebraciones y actos litúrgicos sea prioritaria y
fundamental para nosotros; que la oración la cuidemos más, precisamente porque
tenemos más tiempo.
Aunque este año no haya
procesiones, aunque muchos actos litúrgicos se suspendan, tendremos lo
esencial, que además es lo único importante: las celebraciones de la Eucaristía
y los Oficios, que nos permitirán acompañar al Señor desde la oración en su
Pasión, Muerte y Resurrección, y dejándonos cuestionar por la Palabra de Dios
que escuchamos.
Hoy, Domingo de Ramos, el
Evangelio de la entrada del Señor en Jerusalén nos hace cuestionarnos si somos
de los que lo aclamamos fervorosamente cuando las cosas nos van bien: Bendito
el que viene el nombre del Señor, pero que cuando nos van mal no dudamos en
decir: Crucifícalo.
Si somos capaces de “velar
con el Señor”, de ser constantes en la oración, en el compromiso, o bien “nos
dormimos” como Pedro, Santiago y Juan.
Si somos como Pedro, muy
“valientes” de labios para afuera: Aunque tenga que morir contigo, no te
negaré, pero cuando nos encontramos ante personas o ambientes contrarios a
nuestra fe, nos acobardamos: No conozco a ese hombre que decís.
Si somos como los que, al
ver a Jesús crucificado, se burlan de Él y piensan que todo esto son patrañas:
A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar.
Si
somos como las mujeres o como José de Arimatea, fieles al Señor aunque no
entendamos nada y aunque ya no nos quede esperanza.
ACTUAR
Necesitamos “salvar la
Semana Santa”, no simplemente por el aspecto económico, sino por nuestra propia
vida y salvación: porque los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de
Jesús son los que nos salvan a nosotros mismos.
Y nos salvan porque son la
manifestación del amor extremado de Dios hacia nosotros, la prueba de que tanto
amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de
los que creen en Él, sino que tengan vida eterna.
Empecemos
ya a “salvar la Semana Santa”, enterémonos de las variaciones de horarios y
otras medidas que se adopten en nuestra parroquia para participar en las
diferentes celebraciones, procuremos entre todos lograr un ambiente de silencio
y oración que facilite la oración y el encuentro con el Señor, para que podamos
exclamar, como el centurión del Evangelio: Realmente, este hombre era Hijo de
Dios.