"LO QUE DIOS HA UNIDO, QUE NO LO SEPARE EL HOMBRE"
3 de octubre de 2021 DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO
Génesis 2, 18-24 ● “Serán los dos
una sola carne”
Salmo 127 ● ”Que el Señor nos
bendiga todos los días de nuestra vida”
Hebreos 2, 9-11 ● “El
santificador y los santificados proceden todos del mismo”
Marcos 10, 2-16 ● “Lo que Dios ha
unido, que no lo separe el hombre”
Se le acercaron unos fariseos y
le preguntaron con intención de tentarlo: «¿Le está permitido al hombre
separarse de su mujer?». Jesús les respondió: «¿Qué os mandó Moisés?». Ellos
dijeron: «Moisés mandó escribir un acta de divorcio y despedirla». Jesús les
dijo: «Moisés escribió este precepto por la dureza de vuestros corazones. Pero
al principio de la creación Dios “los hizo hombre y mujer. Por eso el hombre
dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola
carne”. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por lo tanto, lo que
Dios ha unido, que no lo separe el hombre». Ya en casa, de nuevo los discípulos
le preguntaron acerca de esto; Jesús les dijo: «El que se separe de su mujer y
se case con otra comete adulterio contra la primera; y si la mujer se separa de
su marido y se casa con otro comete adulterio». Le presentaron unos niños para
que les impusiera las manos. Los discípulos los regañaban. Pero Jesús, al
verlo, se indignó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí; no se lo
impidáis, porque de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que
el que no reciba el reino de Dios como un niño no entrará en él». Los tenía en
brazos y los bendecía imponiéndoles las manos.
SITUACIONES LLAMADAS
“IRREGULARES”
VER.-
En el descanso de una reunión, un
cura le comentó a otro: “Me he dado cuenta de que muchas parejas que solicitan
el Bautismo para un hijo, no están casadas por la Iglesia”. A lo que el otro le
respondió: “A mí ya hace tiempo que la mayoría de los que vienen a pedir el
Bautismo ni siquiera están casados”. Ésta es una realidad que se viene
produciendo desde hace años y que va en aumento. Por diferentes razones, muchas
parejas viven en situaciones llamadas “irregulares” (Amoris laetitia, cap. 8º,
n. 296ss), pero esto no impide que soliciten la iniciación cristiana para sus
hijos. .
JUZGAR.-
Hoy en el Evangelio Jesús aborda
este tema de las rupturas matrimoniales: Unos fariseos le preguntaron para
ponerle a prueba: ¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer? Moisés
permitió divorciarse… Esta cuestión seguro que nos la habrán planteado también
a nosotros en alguna ocasión también para ponernos a prueba, por ser creyentes,
y normalmente referida a situaciones muy complejas y cuya única salida,
ciertamente, es el divorcio. Pero se nos quiere poner en un compromiso: si
rechazamos la vía del divorcio, se nos tacha de crueles e intransigentes; si la
aceptamos, se nos replica que “eso no es lo que dice la Iglesia”. Digamos lo
que digamos, quedaremos mal.
Pero Jesús, en su respuesta, nos
da unas pautas para abordar este tema sin dejarnos arrastrar por polémicas. Lo
primero que dice es: Por vuestra terquedad dejó escrito este precepto. Jesús
acepta la realidad del divorcio, pero eso no significa que le parezca el camino
adecuado para resolver las crisis matrimoniales. Por eso, seguidamente les recuerda
el plan de Dios: serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino
una sola carne. Y, cuando se produce este aspecto básico, cobra sentido lo
siguiente: Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
La realidad de las crisis,
separaciones y rupturas de parejas está muy presente en nuestro día a día,
tanto en el ámbito personal como en el parroquial y diocesano, porque también
los matrimonios cristianos se ven afectados, y como Iglesia hemos de dar
respuesta. Por eso, en el documento preparatorio del Congreso Diocesano de
Laicos que se celebrará en Valencia el próximo mes de noviembre, se planteaba
“cómo acompañar a parejas o familias en dificultades, crisis, separaciones,
para que, aunque sintiéndose heridos pero a la vez cristianos, no se sientan
abandonados o apartados”. Porque “Hoy abundan los cristianos que han roto su
matrimonio canónico y viven una nueva relación puramente civil. Muchos se
siguen sintiendo cristianos, pero tienen la impresión de haber sido expulsados
de la comunidad. Debemos demostrarles que esto no es así, que éste sigue siendo
su hogar”. Siguiendo el ejemplo de Jesús, es necesario que la comunidad
cristiana acepte las crisis, separaciones, rupturas… porque habrá situaciones
que desembocarán en una ruptura permanente, pero sin que nadie se sienta
señalado ni, menos aún, apartado por sufrirlas; y eso tampoco debe significar
ruptura con la comunidad parroquial. “Y para eso sería conveniente ofrecerles
algunas convocatorias que les hicieran vivir que ésta es su casa, y darles
pautas para seguir viviendo como cristianos”.
Y uno de los modos de hacerlo es
acoger con normalidad que estas familias en situaciones “irregulares” soliciten
la iniciación cristiana para sus hijos, como ha dicho Jesús: Dejad que los
niños se acerquen a mí, no se lo impidáis… No seamos nosotros impedimento por
prejuicios o cerrazón, como ha dicho el Papa Francisco: “Esto vale sobre todo
cuando se trata de ese sacramento que es «la puerta», el Bautismo. La Iglesia
no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida
a cuestas”. (EG 47)
ACTUAR.-
Pero, continuando con el ejemplo
de Jesús, la necesaria aceptación y acogida conlleva el compromiso de recordar
el plan de Dios, y por eso, como Iglesia, ya desde la adolescencia, debemos
abordar el sentido cristiano del matrimonio, ofreciendo el acompañamiento y
recursos humanos y materiales necesarios para el acompañamiento de las parejas
antes y después de la celebración del Sacramento del Matrimonio.
La realidad de las separaciones y rupturas nos afectan a todos, y son una llamada a tener más presente el plan de Dios respecto a la unión del hombre y la mujer. Como compromiso, podríamos leer, o releer, la exhortación apostólica “Amoris laetitia”, del Papa Francisco, para orientar nuestro compromiso personal y comunitario en esa línea, para prevenir situaciones “irregulares” y que, quienes sientan la vocación al matrimonio, tengan como objetivo no ser dos, sino una sola carne.