sábado, 12 de noviembre de 2022

XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

13 de noviembre de 2022

PRIMERA LECTURA:

“A vosotros os iluminará un sol de justicia” (Malaquías 3, 19-20a)

SALMO:

“El Señor llega para regir los pueblos con rectitud” (Salmo 97)

SEGUNDA LECTURA:

“Si alguno no quiere trabajar, que no coma” (2 Tesalonicenses 3, 7-12)

EVANGELIO:   Lucas 21, 5-19

Como algunos decían que el templo era muy bello por sus piedras tan hermosas y por los exvotos, dijo: «Llegará un día en que de eso que veis no quedará piedra sobre piedra. Todo será destruido». Y le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso y cuál será la señal de que estas cosas van a cumplirse?».

Él contestó: «Mirad que no os engañen, porque vendrán muchos en mi nombre diciendo: "Yo soy el mesías" y "El tiempo ha llegado". No los sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y de revoluciones, no os alarméis, porque es necesario que eso suceda; pero todavía no será el fin». Y continuó diciendo: «Se levantarán pueblos contra pueblos y reinos contra reinos; habrá grandes terremotos, hambre y peste en diversos lugares, sucesos espantosos y grandes señales en el cielo. Pero antes de todo esto, os echarán mano, os perseguirán, os llevarán a las sinagogas y a las cárceles y os harán comparecer ante los reyes y los gobernadores por causa mía. Esto os servirá para dar testimonio. No os preocupéis de vuestra defensa, pues yo os daré un lenguaje y una sabiduría que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Hasta vuestros padres, hermanos, parientes y amigos os entregarán, e incluso harán que maten a algunos de vosotros. Todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá.

OCASIÓN PARA DAR TESTIMONIO

VER.-

Desde que comenzó el siglo XXI, parece que no levantamos cabeza y las cosas van de mal en peor. Aparte de los males que ya aquejaban a nuestro mundo, ocurrieron los ataques terroristas en Estados Unidos y Madrid, la guerra de Irak, la crisis económica que se inició en 2008, la pandemia del coronavirus, la guerra en Ucrania, el cambio climático y sus múltiples repercusiones, la crisis energética, el aumento de las migraciones y refugiados… En esta situación, va creciendo el número de quienes están convencidos de que el colapso final está cerca y es inevitable.

JUZGAR.-

En el Evangelio de hoy, Jesús tampoco nos ha presentado un panorama muy alentador: Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo. Os echarán mano, os perseguirán… hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros… Jesús está utilizando el género literario apocalíptico, con imágenes y expresiones propias de ese género y que no hay que tomar al pie de la letra, pero como no podemos evitar ver reflejados muchos acontecimientos actuales, muchos visionarios utilizan estas palabras de Jesús para afirmar que “llega el fin del mundo”. Pero por eso mismo ha dicho Jesús: Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mí nombre diciendo: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. No tengáis pánico.

Por el contrario, Jesús nos llama a afrontar estos hechos, esta situación, con y desde la fe: Esto os servirá de ocasión para dar testimonio. La postura cristiana ante la realidad no es el miedo ni el fatalismo. Las circunstancias actuales, aunque son muy duras, nos ofrecen una ocasión oportuna para dar testimonio de fe. La fe en Cristo Resucitado es Evangelio, es la Buena Noticia. Y, como discípulos y apóstoles, somos llamados y enviados a dar testimonio de Cristo Resucitado a quienes, inmersos en tantas malas noticias, tanta desesperanza y tanta incertidumbre, necesitan escuchar el anuncio de la Buena Noticia. Sobre todo, a los pobres.

Por eso, un año más, el Papa Francisco nos propone celebrar la Jornada Mundial de los Pobres, con el lema: “Jesucristo se hizo pobre por vosotros”. Ante los sucesos que están ocurriendo, y que nos recuerdan la fragilidad de lo que ahora conocemos, y que puede desaparecer en cualquier momento por cualquier circunstancia, “la Jornada Mundial de los Pobres se presenta como una sana provocación para ayudarnos a reflexionar sobre nuestro estilo de vida y sobre tantas pobrezas del momento presente, y a tener la mirada fija en Jesús, el cual «siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza»” (2Cor 8, 9).

Es verdad que la situación de crisis generalizada hace que a las personas “les resulta cada vez más difícil dar continuidad a la ayuda, y las familias y las comunidades empiezan a sentir el peso de una situación que va más allá de la emergencia”. No se ve una mejora ni a corto, ni siquiera a medio plazo.

Pero el testimonio de fe lo daremos si compartimos “lo poco que tenemos con quienes no tienen nada, para que ninguno sufra”. Porque “frente a los pobres no se hace retórica, sino que se ponen manos a la obra y se practica la fe”.

Si queremos responder al Señor, que nos llama a dar testimonio de fe, “éste es el momento de no ceder y de renovar la motivación inicial”. Y “la generosidad hacia los pobres encuentra su motivación más fuerte en la elección del Hijo de Dios que quiso hacerse pobre Él mismo”. La referencia a Jesús es lo que marca la diferencia: “no se trata de tener un comportamiento asistencialista hacia los pobres, como suele suceder. No es el activismo lo que salva, sino la atención sincera y generosa que permite acercarse a un pobre como a un hermano que tiende la mano”.

ACTUAR.-

¿Qué sentimientos despiertan en mí las circunstancias actuales? ¿Me dejo llevar por visionarios, pienso que “está llegando el fin del mundo”? ¿La fe me ayuda a afrontar la dureza de la realidad? ¿Me siento llamado a dar testimonio con obras y palabras? ¿Cómo atiendo a los pobres?

“La experiencia de debilidad y limitación que hemos vivido en los últimos años, y ahora la tragedia de una guerra con repercusiones globales, nos debe enseñar algo decisivo: no estamos en el mundo para sobrevivir, sino para que a todos se les permita tener una vida digna y feliz.

La palabra de Jesús es clara. Si queremos que la vida venza a la muerte y la dignidad sea rescatada de la injusticia, el camino es el suyo: es seguir la pobreza de Jesucristo, compartiendo la vida por amor, partiendo el pan de la propia existencia con los hermanos y hermanas, empezando por los más pequeños, los que carecen de lo necesario, para que se cree la igualdad, se libere a los pobres de la miseria y a los ricos de la vanidad, ambos sin esperanza”.