sábado, 28 de enero de 2023

IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 Domingo 29 de enero de 2023

PRIMERA LECTURA:

“Dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre” (Sofonías 2,3;3,12-13)

SALMO:

“Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Salmo 145)

SEGUNDA LECTURA:

“Dios ha escogido lo débil del mundo” (1 Corintios 1, 26-31)

EVANGELIO:

“Bienaventurados los pobres en el espíritu” (Mateo 5, 1-12a)

En aquel tiempo al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

CUALIDADES PARA LOGRAR LA META

VER.-

De un tiempo a esta parte se ha introducido en el vocabulario el anglicismo “coach”, que significa “entrenador”, es decir, la persona que enseña a otra unas técnicas y cualidades que le ayuden a alcanzar la meta que se ha propuesto conseguir, en cualquier ámbito de la vida. En general, hay unas cualidades aceptadas comúnmente para lograr una meta: optimismo, constancia, disciplina, paciencia, autocrítica, comunicación, independencia, responsabilidad, iniciativa, liderazgo… Unas cualidades que principalmente se centran en uno mismo y en la meta deseada, y en consecuencia, lo demás y los demás son medios que utilizamos para nuestra realización personal.

JUZGAR.-

Estos domingos hemos visto cómo Jesús, una vez iniciada su vida pública y su anuncio del Evangelio, va llamando y formando el grupo de los primeros discípulos. Y podemos decir que se convierte en su Entrenador, y en el nuestro, pero de un modo diferente a los entrenadores que conocemos. No somos nosotros los que deciden cuál es su meta, es Jesús quien nos propone una Meta a alcanzar: el Reino de los cielos. Y hemos de decidir si queremos llegar a esa Meta o no.

Y tampoco somos nosotros el centro y los demás son los “medios” para alcanzar “nuestra” meta: Jesús nos “descentra”, nos saca del egocentrismo, para poner el foco en quienes reciban los efectos del estilo de vida que nuestro Entrenador nos propone.

Y, si los discípulos aceptamos seguirle, Jesús nos indica las cualidades que tenemos que hacer nuestras para lograr la meta que Él nos propone, unas cualidades que Él, como buen Entrenador, ya las cumple y que hemos escuchado en las Bienaventuranzas:

Ser pobres en el espíritu, frente a cualquier tipo de arrogancia, altanería o vanidad.

Ser mansos, frente a cualquier tipo de agresividad verbal o física.

Saber llorar, frente a la insensibilidad ante del dolor ajeno y los que han caído.

Tener hambre y sed de la justicia, frente al pasotismo ante las injusticias, mientras no me afecten.

Ser misericordiosos, frente a la indiferencia ante quien sufre en su cuerpo, mente o en su espíritu.

Ser limpios de corazón, frente a cualquier tipo de engaño, mentira o fraude.

Trabajar por la paz, frente al ambiente de violencia, crispación y confrontación que nos rodea.

Aceptar ser perseguidos por ser justos, por defender lo correcto, lo que es de justicia, frente a cualquier tipo de fraude o corrupción en lo personal, familiar, social, político…

Asumir que nos insulten, persigan y calumnien de cualquier modo por causa del Señor, por afirmar que creemos en Dios, vivir el Evangelio, por testimoniar nuestra fe con nuestras palabras y obras.

Y al hacer vida estas cualidades, nuestro Entrenador nos dice: Alegraos y regocijaos. No hay que vivirlas como una imposición, un sacrificio en el mal sentido de la palabra, una carga penosa… porque son el camino seguro para para alcanzar nuestra meta: vuestra recompensa será grande en el cielo.

ACTUAR.-

¿Qué metas me he marcado en mi vida? ¿Tengo presente la Meta que Jesús nos propone, el Reino de los cielos? ¿Estoy dispuesto a “entrenarme” para alcanzarla? ¿Vivo mi fe con alegría o como obligación? ¿Cuál o cuáles de las Bienaventuranzas necesito cuidar especialmente?

Quizá nos pueda parecer que nuestro Entrenador es demasiado exigente y que ese estilo de vida es para personas cualificadas y queda fuera de nuestro alcance, pero no es así. En la 2ª lectura hemos escuchado la llamada de atención de san Pablo: Fijaos en vuestra asamblea… No hay en ella muchos sabios, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas… Lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta.

El estilo de vida de las Bienaventuranzas y la Meta que es el Reino de los cielos está al alcance de todos, porque no son algo que sale de nosotros, no dependen de nosotros, sino de Dios, que es quien nos escoge y nos capacita, con la fuerza de su Espíritu, para seguirle.

Dejémonos “entrenar” por el Señor en la práctica de las Bienaventuranzas, con alegría, llevémoslas a la vida cotidiana, porque son el camino seguro hacia la Meta del Reino de los cielos.