viernes, 29 de septiembre de 2023

DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO

Domingo 1 de octubre de 2023

PRIMERA LECTURA:

“Cuando el malvado se convierta de la maldad, salva su propia vida” (Ezequiel 18, 25-28)

SALMO:

“Recuerda, Señor, tu ternura” (Salmo 24)

SEGUNDA LECTURA:

"Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús” (Filipenses 2, 1-11)

EVANGELIO:

“Se arrepintió y fue. Los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios” (Mateo 21, 28-32)

«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos; se acercó al primero y le dijo: Hijo, vete a trabajar hoy a la viña. Y él respondió: No quiero. Pero después se arrepintió y fue. Se acercó al otro hijo y le dijo lo mismo, y éste respondió: Voy, señor; pero no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?». Le contestaron: «El primero». Jesús dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas entrarán en el reino de Dios antes que vosotros. Porque Juan vino por el camino de la justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las prostitutas han creído en él. Pero vosotros, aun viendo esto, no os habéis arrepentido ni creído en él».

DERECHO AL OLVIDO

VER. -

Algo que muchos hemos hecho es poner nuestro nombre en un buscador de internet, “a ver qué sale”. Y, si por cualquier motivo hemos sido mencionados en alguna página web, encontramos los enlaces correspondientes para ver qué dicen de nosotros; y quizá nos llevemos una sorpresa desagradable, porque a la vista de todos aparecen cosas que no nos gusta que se sepan. Por eso desde hace unos años se ha regulado legalmente el llamado “derecho al olvido”, que consiste en solicitar a los buscadores de internet que eliminen los enlaces a nuestros datos personales, cuando la información que aparece, aunque sea cierta, está ya obsoleta o no tiene relevancia ni interés público. Para ello, hay que dirigirse a la empresa de servicios de internet y hacer la solicitud.

JUZGAR. –

En un ámbito más cotidiano, muchos de nosotros (sobre todo en nuestra juventud) hemos hecho cosas o tenido comportamientos que, con el paso del tiempo, nos arrepentimos. No se trata de “aquí no ha pasado nada”, ni tampoco de eludir las posibles consecuencias legales de nuestros actos. Se trata de que no nos estén recordando o echando por cara constantemente nuestro pasado, y poder seguir adelante con nuestra vida. Pero, muy a menudo, en las relaciones personales no podemos ejercer un “derecho al olvido”: parece que siempre queda ahí el recuerdo de lo que hicimos, y también el estigma y la “condena” de los demás permanecen en el tiempo.

 Pero la Palabra de Dios de este domingo nos dice que para Dios sí que existe el “derecho al olvido”, como hemos escuchado en la 1ª lectura: “Cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo… él salva su propia vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá”. Justo antes del pasaje que hemos escuchado, Dios dice: “¿Acaso quiero yo la muerte del malvado, y no que se convierta de su conducta y viva?” (v. 23) Dios, respetando siempre nuestra libertad, da a los pecadores la oportunidad de convertirse y de “vivir”, ya desde ahora, una vida nueva, y alcanzar la salvación.

Y Jesús, en el Evangelio, ha seguido en la misma línea, con esa parábola de los dos hijos y sus reacciones ante la invitación de su padre a ir “a trabajar en la viña. El primero le contestó: “No quiero”, pero después se arrepintió y fue”. Y éste es el que “cumplió la voluntad del padre”, mientras que el segundo hijo, no. Para Dios, lo que cuenta es que al final respondamos a su invitación y cumplamos su voluntad, aunque en un momento dado nos hayamos negado en redondo. De ahí las siguientes palabras de Jesús: “los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia… y le creyeron”. Publicanos y prostitutas son pecadores públicos, con un pasado conocido por todos, pero como han creído en el anuncio recibido, ese pasado no cuenta para Dios, hasta el punto de que, “en el Reino de Dios”, ya “van por delante” de quienes se creen “buenos”.

Por eso, para poder ejercer ante Dios el “derecho al olvido”, hay un requisito necesario que también hemos escuchado: el arrepentimiento y la conversión, es decir, sentir verdadero pesar por haber hecho o dejado de hacer en el pasado, y estar decididos a convertirnos y seguir desde ahora el camino de la justicia que el Señor nos propone. Y, para pedir a Dios ese “derecho al olvido”, las mejores palabras las hemos escuchado en el Salmo: “Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas. No te acuerdes de los pecados ni de las maldades de mi juventud; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad”.

ACTUAR. –

¿De qué hechos de mi pasado me arrepiento? ¿Quisiera poder tener “derecho al olvido” y que otras personas no continuaran reprochándomelos? ¿Cómo manifiesto mi conversión sincera ante Dios?

Quizá, ante ese “derecho al olvido”, podemos pensar, como en la 1ª lectura: “No es justo el proceder del Señor”. Pero, como hemos dicho, no se trata de “aquí no ha pasado nada” ni de que no haya consecuencias por los malos actos. Se trata de lo que san Pablo ha dicho en la 2ª lectura: “Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús”. Esto se concreta en conceder a otros el “derecho al olvido” cuando hay arrepentimiento sincero, sin estar recriminando ni condenando perpetuamente, para permitir que el otro “viva”. Y si esto nos cuesta, recordemos que ninguno de nosotros puede considerarse “limpio”, aunque públicamente lo parezcamos, y que todos necesitamos el “derecho al olvido” y pedir: “Señor, enséñame tus caminos. No te acuerdes de los pecados ni de las maldades de mi juventud”.