viernes, 21 de junio de 2024

XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Domingo 23 de junio de 2024

PRIMERA LECTURA:

"Aquí se romperá la arrogancia de tus olas” (Job 38, 1.8-11)

Lectura del libro de Job.

El Señor habló a Job desde la tormenta: «¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando escapaba impetuoso de su seno, cuando le puse nubes por mantillas y nubes tormentosas por pañales, cuando le establecí un límite poniendo puertas y cerrojos, y le dije: “Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas”?».

Palabra de Dios.

SALMO:

"¡Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia!”

Sal 106, 23-24. 25-26. 28-29. 30-31 (R.: cf. 1)

R.  ¡Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia!

V.  Entraron en naves por el mar, comerciando por las aguas inmensas. Contemplaron las obras de Dios, sus maravillas en el océano. /R

V.  Él habló y levantó un viento tormentoso, que alzaba las olas a lo alto: subían al cielo, bajaban al abismo, se sentían sin fuerzas en el peligro. /R

V.  Pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación. Apaciguó la tormenta en suave brisa, y enmudecieron las olas del mar. /R

V.  Se alegraron de aquella bonanza, y él los condujo al ansiado puerto. Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. /R

SEGUNDA LECTURA:

"Ha comenzado lo nuevo” (2 Corintios 5, 14-17)

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos: Nos apremia el amor de Cristo al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Y Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos. De modo que nosotros desde ahora no conocemos a nadie según la carne; si alguna vez conocimos a Cristo según la carne, ahora ya no lo conocemos así. Por tanto, si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo.

Palabra de Dios.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

EVANGELIO:

"¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el mar le obedecen!” (Marcos 4, 35-41)

+  Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla». Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal. Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?». Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio, enmudece!». El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: «¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!».

Palabra del Señor.

CONTEMPLAR EL MAR

VER. -

El mar siempre ha atraído al ser humano, unas veces en sentido positivo por su belleza, grandiosidad, la vida que contiene… y otras veces en sentido negativo, por su fuerza destructora, por el misterio que encierra en sus profundidades. El mar es uno de los símbolos de los meses de verano, y algo muy relajante es estar sentado tranquilamente contemplándolo. El sonido de las olas, la brisa marina, nos ofrecen el marco adecuado para poder hacer algo necesario, pero para lo que no solemos encontrar tiempo, que es reflexionar sobre nuestra vida. Porque nuestra vida a menudo también se compara con el mar, con sus períodos de calma y con las tempestades que la azotan.

JUZGAR. -

El mar está muy presente en la Biblia, desde el Génesis al Apocalipsis. Generalmente tiene un sentido peligroso y amenazador, en donde viven criaturas monstruosas (como el Leviatán) o los poderes malignos que se oponen a Cristo, como en el Apocalipsis. Pero también es un lugar donde se manifiesta el poder de Dios, como en el paso del Mar Rojo, porque Dios es superior a esas fuerzas malignas. Así lo hemos escuchado en la 1ª lectura: “¿Quién cerró el mar con una puerta… aquí se romperá la arrogancia de tus olas?”.

Y en los Evangelios encontramos el mar de Galilea, o de Tiberíades, donde Jesús llamó a sus primeros discípulos a seguirle, y donde enseñó, y realizó milagros y curaciones.

Allí se desarrolla el pasaje que hemos escuchado en el Evangelio. “Jesús se puso a enseñar otra vez junto al mar. Acudió un gentío tan enorme, que tuvo que subirse a una barca y, ya en el mar, se sentó; y el gentío se quedó en tierra junto al mar”. Y, poco después, Jesús realiza el signo de la tempestad calmada.

Teniendo presente toda la escena, hoy podemos imaginarnos que estamos sentados junto al mar, con Jesús, como aquella multitud, para contemplar nuestra vida guiada por la fe.

Y lo primero es pensar si tengo verdadero interés en dejarme enseñar por Jesús, si acudo allí donde sé que voy a poder conocerlo mejor (Equipos de Vida, charlas, cursos…), aunque me cueste.

“Jesús dijo a sus discípulos: ‘Vamos a la otra orilla’”. ¿Mi vida de fe está ‘amarrada’, me quedo en ‘puerto seguro’, o estoy dispuesto a ‘ir a la otra orilla’, a participar en celebraciones, encuentros o actividades que se desarrollen más allá de los límites de mi parroquia, asociación o movimiento?

“Se levantó una fuerte tempestad”: ¿Qué ‘tempestades’, problemas, situaciones difíciles… he vivido? ¿Estoy atravesando alguna ‘tempestad’ en este momento? ¿Cómo la estoy afrontando?

“Él estaba en la popa…”: La popa es la parte posterior de una embarcación. ¿Qué lugar ocupa Jesús en mi vida? ¿Lo he relegado a ‘mi popa’, hay otros intereses, ocupaciones… por delante de Él?

“…dormido”: ¿Mi fe se ha ‘dormido’, se ha vuelto rutinaria? ¿Jesús está ‘dormido’ en mí? ¿Tengo con Él una relación viva, dialogo con Él en la oración, presto atención a su Palabra, participo de forma consciente y activa en la Eucaristía porque es mi encuentro vivo con Él?

 

“¿No te importa que perezcamos?”: ¿En qué ocasiones difíciles, propias o ajenas, he preguntado esto mismo a Jesús? ¿He experimentado alejamiento o indiferencia de Dios hacia mí?

“¿Por qué tenéis miedo?”: ¿A qué tengo miedo? ¿Hay algo que me haga dudar de la fe en Él?

“¿Aún no tenéis fe?”: La fe es nuestra respuesta al don que Dios hace de sí mismo. ¿Puedo afirmar que ‘tengo fe’, me fío del Señor, aun en medio de las ‘tormentas’ o cuando parece ‘dormido’? ¿Estoy esperando signos o pruebas… de que Jesús actúa en mi vida para, entonces, creer en Él?

ACTUAR. -

Por eso, hoy también debemos preguntarnos, como los discípulos: “Pero ¿quién es éste?” ¿Quién es Jesús para mí, qué experiencia personal tengo de Él? ¿Sé explicar a otros quién es Él?

Es muy comprensible que experimentemos preocupación e incluso miedo ante las ‘tempestades’ que sufrimos en nuestra vida. Por eso, del mismo modo que necesitamos tiempos de descanso para aliviar tensiones, también necesitamos tiempo para reflexionar sobre nuestra vida de fe.

Aprovechemos que, en verano, generalmente, el ritmo cotidiano se vuelve más relajado para ‘contemplar el mar’ de nuestra vida junto a Jesús, y así poder ser conscientes de su presencia salvadora también en medio de las tempestades de la vida.




III DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO