viernes, 9 de agosto de 2024

XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Domingo 11 de agosto de 2024

PRIMERA LECTURA:

"Con la fuerza de aquella comida, caminó hasta el monte de Dios” (1 Reyes 19, 4-8)

Lectura del primer libro de los Reyes.

En aquellos días, Elías anduvo por el desierto una jornada de camino, hasta que, sentándose bajo una retama, imploró la muerte diciendo: «¡Ya es demasiado, Señor! ¡Toma mi vida, pues no soy mejor que mis padres!». Se recostó y quedó dormido bajo la retama, pero un ángel lo tocó y dijo: «Levántate y come». Miró alrededor y a su cabecera había una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y volvió a recostarse. El ángel del Señor volvió por segunda vez, lo tocó y de nuevo dijo: «Levántate y come, pues el camino que te queda es muy largo». Elías se levantó, comió, bebió y, con la fuerza de aquella comida, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.

Palabra de Dios.

SALMO:

"Gustad y ved qué bueno es el Señor” (Salmo 33, , 2-3. 4-5. 6-7. 8-9 (R.: 9a))

V.  Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.

R.  Gustad y ved qué bueno es el Señor.

V.  Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.

R.  Gustad y ved qué bueno es el Señor.

V.  Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. El afligido invocó al Señor, él lo escuchó y lo salvó de sus angustias.

R.  Gustad y ved qué bueno es el Señor.

V.  El ángel del Señor acampa en torno a quienes lo temen y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él.

R.  Gustad y ved qué bueno es el Señor.

 SEGUNDA LECTURA:

"Vivid en el amor como Cristo” (Efesios 4,30-5,2)

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios.

Hermanos: No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios con que él os ha sellado para el día de la liberación final. Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor.

Palabra de Dios.

Aleluya

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo —dice el Señor—; el que coma de este pan vivirá para siempre.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

EVANGELIO:

"Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo” (Juan 6, 41-52)

+  Lectura del santo Evangelio según san Juan.

En aquel tiempo, los judíos murmuraban de Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían: «¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?». Jesús tomó la palabra y les dijo: «No critiquéis. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».

Palabra del Señor.

YA NO PUEDO MÁS

VER. –

Muchos, en la edad adulta, aunque también a veces en plena juventud, hemos experimentado en alguna ocasión que la acumulación de problemas y contratiempos, las experiencias personales negativas, el fracaso de los esfuerzos e intentos realizados, las situaciones para las que objetivamente no hay salida ni solución… nos hacen sentir que ya no podemos más. Pero intentamos seguir adelante; unas veces, la motivación la encontramos en la pareja, o en la familia, o en amigos, o en personas que dependen de nosotros, o en un proyecto… Pero llega un momento en que ni siquiera eso es suficiente, y sentimos que hemos llegando al límite de nuestro aguante

 JUZGAR. –

En la 1ª lectura hemos escuchado que el profeta Elías tuvo esta misma experiencia. Él luchó con energía para que el pueblo volviese a Dios, pero no ve el fruto de sus esfuerzos, se desanima y, como la reina Jezabel lo persigue a muerte, huye por el desierto “hasta que, sentándose bajo una retama, imploró la muerte diciendo: ¡Ya es demasiado, Señor! ¡Toma mi vida, pues yo no soy mejor que mis padres!”.

Elías, tras esas palabras, “se recostó y quedó dormido, pero un ángel lo tocó y dijo: ‘Levántate, come’”. Dios no ha abandonado al profeta, al contrario, se manifiesta ahora especialmente cercano.

Elías “miró alrededor y a su cabecera había una torta cocida y un jarro de agua. Comió, bebió y volvió a acostarse”. Lo que Elías ha encontrado son alimentos humildes, ‘poca cosa’ incluso para el gran cansancio físico y sobre todo espiritual que está experimentando. Por eso, sigue sin recuperar las fuerzas.

Pero “el ángel del Señor volvió por segunda vez, lo tocó y de nuevo dijo: ‘Levántate y come…’ ”. Destaca la comprensión, y la ternura de Dios para con Elías; comprende que le cueste seguir adelante. Sin embargo, Dios no le invita al descanso, sino que le advierte: “...el camino que te queda es muy largo”.

Y así, “Elías se levantó, comió, bebió y, con la fuerza de aquella comida, caminó, cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios”. Elías recupera la motivación que necesitaba y sigue adelante. Los cuarenta días y noches hacen referencia a ‘toda la vida’, caminando hacia el encuentro con Dios.

Este pasaje prepara ya lo que hemos escuchado en el Evangelio: Jesús es “el pan bajado del cielo”.

Podemos hacer nuestra la experiencia de Elías, porque también Dios se nos manifiesta especialmente cercano en los momentos de agotamiento físico y espiritual, aunque no podamos reconocerlo. También nos manifiesta su presencia con algún ‘ángel’, con alguna persona que está a nuestro lado acompañándonos y animándonos.

Y, sobre todo, también Dios nos ofrece el alimento que necesitamos: la Eucaristía, muy humilde en apariencia, pero que es “el Pan de Vida, el pan que baja del cielo para que el hombre coma de él y no muera”.

Quizá, como le ocurrió a Elías, aunque recibimos la Eucaristía, nos cuesta encontrar la fuerza y la motivación que necesitamos para seguir adelante, pero Dios también nos comprende, como a Elías, y por eso no debemos dejar la Eucaristía, aunque de momento parece que no sentimos nada. Jesús ha dicho: “el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Es a Jesús mismo a quien recibimos, a quien asimilamos a nuestro ser como asimilamos los alimentos, para que podamos seguir adelante ya no apoyados en nuestras solas fuerzas, sino con la fuerza del Hijo de Dios en nosotros.

Y seguir adelante teniendo presente la meta a la que nos dirigimos: “El que coma de este pan vivirá para siempre”. No caminamos sin rumbo, los problemas y fracasos no tienen la última palabra: como Elías, toda nuestra vida está orientada hacia Dios y vivir para siempre con Él.

 ACTUAR. –

¿Me identifico con Elías? ¿En qué situaciones he exclamado ‘ya no puedo más’? ¿Alguien me ha acompañado y animado para no rendirme? ¿He encontrado fuerzas en la Eucaristía?

Celebrar la Eucaristía no es simplemente ‘oír Misa’, y menos aún ‘cumplir el precepto’. Debemos tener presente que, en la celebración litúrgica, el Señor está ahí, «Él se hace comida y bebida espiritual, para alimentarnos en nuestro viaje hacia la Pascua eterna». (Prefacio III de la Eucaristía). Compartiendo la experiencia de Elías, hagamos nuestras estas palabras del Papa Francisco: «Sin Cristo estamos condenados a estar dominados por el cansancio de lo cotidiano, con sus preocupaciones y por el miedo al mañana. El encuentro dominical con el Señor nos da la fuerza para vivir el hoy con confianza y coraje y para ir adelante con esperanza. Por eso, nosotros cristianos vamos a encontrar al Señor el domingo en la celebración eucarística». (Audiencia General, 13-diciembre-2017)




III DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO