sábado, 14 de septiembre de 2024

XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Domingo 15 de septiembre de 2024

PRIMERA LECTURA:

"Ofrecí la espalda a los que me golpeaban” (Isaías 50, 5-9)

Lectura del libro de Isaías.

El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos. El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Mi defensor está cerca, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos, ¿quién me acusará? Que se acerque. Mirad, el Señor Dios me ayuda, ¿quién me condenará?

Palabra de Dios.

SALMO:

"Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos” (Salmo 114)

R.  Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos.

Ø  V.  Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco. /R

V.  Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y angustia. Invoqué el nombre del Señor: «Señor, salva mi vida». /R

V.  El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo; el Señor guarda a los sencillos: estando yo sin fuerzas, me salvó. /R

V.  Arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída. Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos. /R

SEGUNDA LECTURA:

"La fe, si no tiene obras, está muerta” (Santiago 2, 14-18)

Lectura de la carta del apóstol Santiago.

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos del alimento diario y uno de vosotros les dice: «Id en paz, abrigaos y saciaos», pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no tiene obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: «Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe».

Palabra de Dios.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz del Señor, por la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

EVANGELIO:

"Tú eres el Mesías. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho” (Marcos 8, 27-35)

Evangelio

+  Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos le contestaron: «Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?». Tomando la palabra Pedro le dijo: «Tú eres el Mesías». Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días». Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!». Y llamando a la gente y a sus discípulos les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?».

Palabra del Señor.

UNA IDEA MÁS COMPLETA

VER. -

Unos padres comentaban respecto a su hijo: ‘Cuando sale de casa, parece otro’. Esto no ocurre sólo en la juventud: si pidiéramos a diferentes personas de nuestro entorno que enumerasen algunas características de nuestra personalidad, las respuestas serían bastante variadas, ya que no nos comportamos ni hablamos igual en la familia que en el trabajo o con nuestros amigos. Todos tienen una idea de cómo somos, pero es una idea parcial e, incluso, puede ser errónea. Es muy difícil que alguien tenga una idea completa de cómo somos realmente, porque, además, hay aspectos de nuestra personalidad que, si no los compartimos, los demás nunca podrán conocerlos, aunque vivan con nosotros. 

JUZGAR. –

Hoy en el Evangelio, parece que Jesús ha querido hacer esa prueba de preguntar a diferentes personas de su entorno: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Y, como era de esperar, las respuestas son variadas: “Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas.” La gente ‘tiene una idea’, pero es parcial y no se ajusta a la realidad.

Por eso Jesús interpela directamente a sus discípulos, que ya llevan un tiempo conviviendo con Él: “Y vosotros, ¿quién decís que soy?” Y “tomando la palabra Pedro, le dijo: Tú eres el Mesías”. Parece que Pedro sí que tiene una idea completa de quién es Jesús, pero en realidad, tampoco es así, porque en cuanto Jesús “empezó a instruirlos: ‘El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado… ser ejecutado y resucitar a los tres días’”, compartiendo con ellos “con toda claridad” la realidad de su ser y misión, que pasa necesariamente por la Cruz, “Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo”. Pedro afirma que Jesús es el Mesías pero no tiene en cuenta lo que el profeta Isaías había dicho al respecto, y que hemos escuchado en la 1ª lectura: “Ofrecí la espalda a los que me golpeaban… no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos… sabiendo que no quedaría defraudado”. Lo que Jesús está diciendo no se ajusta a la idea que Pedro tiene sobre Él, no es el Mesías triunfante que espera, ‘le parece otro’, y lo rechaza. Y se lleva una buena reprimenda: “¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”.

El Evangelio de hoy nos invita a aplicarnos personalmente la pregunta de Jesús: ‘Y tú, ¿quién dices que soy?’. Porque quizá nos puede ocurrir como a la gente del entorno de Jesús, que tenemos de Jesús una idea parcial, sesgada, e incluso puede que incorrecta, identificándolo con una persona excepcional, una especie de ‘superhombre’, pero sin entrar en que es realmente el Hijo de Dios.

O nos puede ocurrir como a Pedro, que ‘sabemos’ la respuesta correcta, pero en realidad nosotros tenemos nuestra idea de cómo ‘tiene que ser y comportarse’ el Mesías esperado y por eso, cuando nos parece que Jesús no actúa como creemos que debería, también lo rechazamos. Seamos realmente sinceros: muchas veces nosotros también ‘pensamos como los hombres, no como Dios’.

Por eso el Señor nos dirige semana tras semana su Palabra, para revelarse a Sí mismo, para que podamos ir conociéndolo con mayor profundidad y así podamos tener una idea cada vez más completa de Quién es Él y en qué consiste su misión y cómo va a llevarla a cabo, y empecemos a ‘pensar como Dios, y no como los hombres’.

ACTUAR. –

Ser cristianos no consiste en ‘tener una idea’ de quién es Jesús; tampoco consiste sólo en ‘saber’ teóricamente quién es, pero de un modo irreflexivo, sin profundizar en lo que significa que sea el Mesías, el Hijo de Dios hecho hombre. Ser cristianos es seguir a Jesús, hacer nuestras sus actitudes, sus enseñanzas, y con todas las consecuencias, aunque supongan un cambio radical con lo que pensamos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida y por mí y por el Evangelio, la salvará”.

En la 2ª lectura, el apóstol Santiago decía: “¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras?”. ¿De qué nos sirve decir que tenemos fe en Jesús, si no aceptamos su modo de actuar, si no estamos dispuestos a seguirle, aunque eso conlleve negarse uno mismo y cargar con la cruz?

Dejemos que el Señor nos enseñe a ‘pensar como Dios’ para que vayamos teniendo una idea más completa de Quién es Él, y así nuestras obras manifiesten la fe que profesamos de palabra.





II DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO