viernes, 8 de noviembre de 2024

XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Domingo 10 de noviembre de 2024

PRIMERA LECTURA:

"La viuda preparó con su harina una pequeña torta y se lo llevó a Elías” (1 Reyes 17, 10-16)

Lectura del primer libro de los Reyes.

En aquellos días, se alzó el profeta Elías y fue a Sarepta. Traspasaba la puerta de la ciudad en el momento en el que una mujer viuda recogía por allí leña. Elías la llamó y le dijo: «Tráeme un poco de agua en el jarro, por favor, y beberé». Cuando ella fue a traérsela, él volvió a gritarle: «Tráeme, por favor, en tu mano un trozo de pan». Ella respondió: «Vive el Señor, tu Dios, que no me queda pan cocido; solo un puñado de harina en la orza y un poco de aceite en la alcuza. Estoy recogiendo un par de palos, entraré y prepararé el pan para mí y mi hijo, lo comeremos y luego moriremos». Pero Elías le dijo: «No temas. Entra y haz como has dicho, pero antes prepárame con la harina una pequeña torta y tráemela. Para ti y tu hijo la harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: “La orza de harina no se vaciará la alcuza de aceite no se agotará hasta el día en que el Señor conceda lluvias sobre la tierra”».

Ella se fue y obró según la palabra de Elías, y comieron él, ella y su familia. Por mucho tiempo la orza de harina no se vació ni la alcuza de aceite se agotó, según la palabra que había pronunciado el Señor por boca de Elías.

Palabra de Dios.

SALMO:

"Alaba, alma mía, al Señor” (Salmo 145)

R.  Alaba, alma mía, al Señor.

 

V.  El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. /R.

V.  El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos. El Señor guarda a los peregrinos. /R.

V.  Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sion, de edad en edad. /R.

SEGUNDA LECTURA:

"Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos” (Hebreos 9, 24-28)

Lectura de la carta a los Hebreos.

Cristo entró no en un santuario construido por hombres, imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena. Si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde la fundación del mundo. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de los tiempos, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez; y después de la muerte, el juicio. De la misma manera, Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, para salvar a los que lo esperan.

Palabra de Dios.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

EVANGELIO:

"’Esta viuda pobre ha echado más que nadie” (Marcos 12, 38-44)

+  Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

En aquel tiempo, Jesús, instruyendo al gentío, les decía:

 

«¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones. Esos recibirán una condenación más rigurosa». Estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo: «En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

Palabra del Señor.

DESEAR SER “VIUDAS”

VER. -

Una persona viuda es aquélla que ha perdido a su cónyuge y no se ha vuelto a casar, y la mayoría son mujeres. Las viudas siempre han sido un grupo social especialmente vulnerable. Hasta no hace muchos años, ser viuda era sinónimo de pobreza ya que, además de la pérdida personal y afectiva que sufría, si la viuda no había ejercido un trabajo remunerado y dependía económicamente del cónyuge fallecido, quedaba en una situación bastante precaria, más aún si tenía hijos pequeños. 

 

JUZGAR. -

En la Biblia, encontramos numerosas referencias a las viudas. Al morir el esposo, sino tenían hijos adultos que las mantuvieran, muchas caían en la pobreza extrema. Por eso, son objeto de una especial predilección por parte de Dios, como se ve reflejado en los muchos mandatos bíblicos relacionados con el cuidado de las viudas. Y también se resalta la fe de estas mujeres, presentándolas como ejemplos de confianza total en Dios.

En la 1ª lectura hemos escuchado el pasaje de la viuda de Sarepta que, además, tiene un hijo. Su situación es muy angustiosa: “me queda sólo un puñado de harina y un poco de aceite… prepararé el pan para mí y mi hijo, lo comeremos y moriremos”. Pero confía en la palabra de Dios expresada por boca del profeta “y comieron él, ella y su familia. Por mucho tiempo la orza de harina no se vació ni la alcuza de aceite se agotó”.

Y en el Evangelio Jesús destaca que “esa viuda pobre, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”. La viuda, en su pobreza material, demuestra una riqueza espiritual inmensa. Su acto de dar todo lo que tiene es un testimonio de total confianza en Dios.

La viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas ‘todo lo que tenía para vivir’. Jesús enfatiza que la viuda no dio de su abundancia, sino de su pobreza, Jesús elogia a la viuda por la fe y la entrega total que su acto representa.

Estas dos viudas nos cuestionan para examinar nuestra confianza en Dios. La confianza es la base sobre la cual construimos nuestra relación con el Señor y determina en gran medida nuestra experiencia personal de fe, en lo cotidiano y en lo extraordinario.

Creer en Dios no es simplemente aceptar su existencia; tampoco es vivir una despreocupación que es casi irresponsabilidad, creyendo que Dios hará lo que nosotros le pedimos. Creer en Dios es confiar en Él, es una entrega completa de nuestro ser, de nuestras esperanzas y preocupaciones. Es creer que Él sabe lo que es mejor para nosotros, aunque las circunstancias parezcan indicar lo contrario y aunque no lo comprendamos ni veamos sus signos.

La confianza en Dios nos ayuda a afrontar las dudas y los temores que inevitablemente surgen en el camino de nuestra vida, con la certeza de que no estamos solos, recordando que Dios no nos promete una vida sin dificultades, pero sí nos asegura su presencia y su amor en medio de ellas.

La historia de la viuda de Sarepta y la del Evangelio nos enseña a confiar en Dios incluso en las situaciones más extremas, ya que la verdadera confianza se manifiesta precisamente en los momentos más difíciles. Por eso, hoy se nos invita a ‘desear ser viudas’, desear vivir nuestras pobrezas materiales, humanas y espirituales desde la confianza en Dios, como ellas.

ACTUAR. -

¿Soy una persona confiada o desconfiada? ¿Cómo evalúo mi confianza en Dios?

Humanamente, confiamos en quien conocemos. Para cultivar la confianza en Dios es indispensable conocerle a través de la oración y la meditación de la Palabra de Dios. También es necesario reconocer y recordar la fidelidad de Dios en nuestras vidas, cómo Dios ha actuado en el pasado, cómo nos ha guiado, reforzando así nuestra confianza en que seguirá haciéndolo en el futuro.

Pero llega un momento en que, como estas dos viudas, hemos de realizar un acto de abandono total casi ‘a ciegas’, ‘echando en sus manos todo lo que tenemos para vivir’.

El ejemplo de las dos viudas que hoy nos ha mostrado la Palabra de Dios nos recuerda que la fidelidad de Dios supera nuestra comprensión y nuestras expectativas. ‘Deseemos ser viudas’, como ellas, para que también en nuestra vida podamos experimentar la fidelidad de Dios cuando le confiamos de verdad todo lo que somos y tenemos.




II DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO