Domingo 10 de noviembre de 2024
PRIMERA LECTURA:
"La viuda preparó con su
harina una pequeña torta y se lo llevó a Elías” (1 Reyes 17, 10-16)
Lectura del primer libro de los
Reyes.
En aquellos días, se alzó el
profeta Elías y fue a Sarepta. Traspasaba la puerta de la ciudad en el momento
en el que una mujer viuda recogía por allí leña. Elías la llamó y le dijo: «Tráeme
un poco de agua en el jarro, por favor, y beberé». Cuando ella fue a traérsela,
él volvió a gritarle: «Tráeme, por favor, en tu mano un trozo de pan». Ella
respondió: «Vive el Señor, tu Dios, que no me queda pan cocido; solo un puñado
de harina en la orza y un poco de aceite en la alcuza. Estoy recogiendo un par
de palos, entraré y prepararé el pan para mí y mi hijo, lo comeremos y luego
moriremos». Pero Elías le dijo: «No temas. Entra y haz como has dicho, pero
antes prepárame con la harina una pequeña torta y tráemela. Para ti y tu hijo
la harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: “La orza de harina
no se vaciará la alcuza de aceite no se agotará hasta el día en que el Señor
conceda lluvias sobre la tierra”».
Ella se fue y obró según la
palabra de Elías, y comieron él, ella y su familia. Por mucho tiempo la orza de
harina no se vació ni la alcuza de aceite se agotó, según la palabra que había
pronunciado el Señor por boca de Elías.
Palabra de Dios.
SALMO:
"Alaba, alma mía, al Señor”
(Salmo 145)
R. Alaba, alma mía, al Señor.
V. El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,
hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los
cautivos. /R.
V. El Señor abre los ojos al ciego, el Señor
endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos. El Señor guarda a
los peregrinos. /R.
V. Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna
el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sion, de edad
en edad. /R.
SEGUNDA LECTURA:
"Cristo se ofreció una sola
vez para quitar los pecados de todos” (Hebreos 9, 24-28)
Lectura de la carta a los
Hebreos.
Cristo entró no en un santuario
construido por hombres, imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, para
ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a sí mismo
muchas veces como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años
y ofrecía sangre ajena. Si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas
veces, desde la fundación del mundo. De hecho, él se ha manifestado una sola
vez, al final de los tiempos, para destruir el pecado con el sacrificio de sí
mismo. Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez; y después de
la muerte, el juicio. De la misma manera, Cristo se ofreció una sola vez para
quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al
pecado, para salvar a los que lo esperan.
Palabra de Dios.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque
de ellos es el reino de los cielos.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
EVANGELIO:
"’Esta viuda pobre ha echado
más que nadie” (Marcos 12, 38-44)
+
Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
En aquel tiempo, Jesús,
instruyendo al gentío, les decía:
«¡Cuidado con los escribas! Les
encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas,
buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los
banquetes; y devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas
oraciones. Esos recibirán una condenación más rigurosa». Estando Jesús sentado
enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero:
muchos ricos echaban mucho; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es
decir, un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo: «En verdad os digo
que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque
los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha
echado todo lo que tenía para vivir».
Palabra del Señor.
DESEAR
SER “VIUDAS”
VER. -
Una persona viuda es aquélla que
ha perdido a su cónyuge y no se ha vuelto a casar, y la mayoría son mujeres.
Las viudas siempre han sido un grupo social especialmente vulnerable. Hasta no
hace muchos años, ser viuda era sinónimo de pobreza ya que, además de la
pérdida personal y afectiva que sufría, si la viuda no había ejercido un
trabajo remunerado y dependía económicamente del cónyuge fallecido, quedaba en
una situación bastante precaria, más aún si tenía hijos pequeños.
JUZGAR. -
En la Biblia, encontramos
numerosas referencias a las viudas. Al morir el esposo, sino tenían hijos
adultos que las mantuvieran, muchas caían en la pobreza extrema. Por eso, son
objeto de una especial predilección por parte de Dios, como se ve reflejado en
los muchos mandatos bíblicos relacionados con el cuidado de las viudas. Y
también se resalta la fe de estas mujeres, presentándolas como ejemplos de
confianza total en Dios.
En la 1ª lectura hemos escuchado
el pasaje de la viuda de Sarepta que, además, tiene un hijo. Su situación es
muy angustiosa: “me queda sólo un puñado de harina y un poco de aceite…
prepararé el pan para mí y mi hijo, lo comeremos y moriremos”. Pero confía en
la palabra de Dios expresada por boca del profeta “y comieron él, ella y su
familia. Por mucho tiempo la orza de harina no se vació ni la alcuza de aceite
se agotó”.
Y en el Evangelio Jesús destaca
que “esa viuda pobre, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para
vivir”. La viuda, en su pobreza material, demuestra una riqueza espiritual
inmensa. Su acto de dar todo lo que tiene es un testimonio de total confianza
en Dios.
La viuda pobre ha echado en el
arca de las ofrendas ‘todo lo que tenía para vivir’. Jesús enfatiza que la
viuda no dio de su abundancia, sino de su pobreza, Jesús elogia a la viuda por
la fe y la entrega total que su acto representa.
Estas dos viudas nos cuestionan
para examinar nuestra confianza en Dios. La confianza es la base sobre la cual
construimos nuestra relación con el Señor y determina en gran medida nuestra
experiencia personal de fe, en lo cotidiano y en lo extraordinario.
Creer en Dios no es simplemente
aceptar su existencia; tampoco es vivir una despreocupación que es casi
irresponsabilidad, creyendo que Dios hará lo que nosotros le pedimos. Creer en
Dios es confiar en Él, es una entrega completa de nuestro ser, de nuestras
esperanzas y preocupaciones. Es creer que Él sabe lo que es mejor para
nosotros, aunque las circunstancias parezcan indicar lo contrario y aunque no
lo comprendamos ni veamos sus signos.
La confianza en Dios nos ayuda a
afrontar las dudas y los temores que inevitablemente surgen en el camino de
nuestra vida, con la certeza de que no estamos solos, recordando que Dios no
nos promete una vida sin dificultades, pero sí nos asegura su presencia y su
amor en medio de ellas.
La historia de la viuda de
Sarepta y la del Evangelio nos enseña a confiar en Dios incluso en las
situaciones más extremas, ya que la verdadera confianza se manifiesta
precisamente en los momentos más difíciles. Por eso, hoy se nos invita a
‘desear ser viudas’, desear vivir nuestras pobrezas materiales, humanas y
espirituales desde la confianza en Dios, como ellas.
ACTUAR. -
¿Soy una persona confiada o
desconfiada? ¿Cómo evalúo mi confianza en Dios?
Humanamente, confiamos en quien
conocemos. Para cultivar la confianza en Dios es indispensable conocerle a
través de la oración y la meditación de la Palabra de Dios. También es
necesario reconocer y recordar la fidelidad de Dios en nuestras vidas, cómo Dios
ha actuado en el pasado, cómo nos ha guiado, reforzando así nuestra confianza
en que seguirá haciéndolo en el futuro.
Pero llega un momento en que,
como estas dos viudas, hemos de realizar un acto de abandono total casi ‘a
ciegas’, ‘echando en sus manos todo lo que tenemos para vivir’.
El ejemplo de las dos viudas que
hoy nos ha mostrado la Palabra de Dios nos recuerda que la fidelidad de Dios
supera nuestra comprensión y nuestras expectativas. ‘Deseemos ser viudas’, como
ellas, para que también en nuestra vida podamos experimentar la fidelidad de
Dios cuando le confiamos de verdad todo lo que somos y tenemos.