Domingo 9 de febrero de 2025
PRIMERA LECTURA:
Lectura del libro de Isaías.
El año de la muerte del rey
Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto
llenaba el templo. Junto a él estaban los serafines, y se gritaban uno a otro
diciendo: «¡Santo, santo, santo es el Señor del universo, llena está la tierra
de su gloria!». Temblaban las jambas y los umbrales al clamor de su voz, y el
templo estaba lleno de humo. Yo dije: «¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de
labios impuros, que habito en medio de gente de labios impuros, he visto con
mis ojos al Rey, Señor del universo». Uno de los seres de fuego voló hacia mí
con un ascua en la mano, que había tomado del altar con unas tenazas; la aplicó
a mi boca y me dijo: «Al tocar esto tus labios, ha desaparecido tu culpa, está
perdonado tu pecado». Entonces escuché la voz del Señor, que decía: «¿A quién
enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?». Contesté: «Aquí estoy, mándame».
Palabra de Dios.
SALMO:
"Delante de los ángeles
tañeré para Ti, Señor” (Salmo 137)
R. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
V. Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las
palabras de mi boca; delante de los ángeles tañeré para ti; me postraré hacia
tu santuario. /R.
V. Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia
y tu lealtad, porque tu promesa supera tu fama. Cuando te invoqué, me
escuchaste, acreciste el valor en mi alma. /R.
V. Que te den gracias, Señor, los reyes de la
tierra, al escuchar el oráculo de tu boca; canten los caminos del Señor, porque
la gloria del Señor es grande. /R.
V. Tu derecha me salva. El Señor completará sus
favores conmigo. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus
manos. /R.
SEGUNDA LECTURA:
"Predicamos así, y así lo
creísteis vosotros” (1 Corintios 15, 1-11)
Lectura de la primera carta del
apóstol san Pablo a los Corintios.
Os recuerdo, hermanos, el
Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis
fundados, y que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os
anunciamos; de lo contrario, creísteis en vano. Porque yo os transmití en
primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados
según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según
las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se
apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive
todavía, otros han muerto; después se apareció a Santiago, más tarde a todos
los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí.
Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol,
porque he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo
que soy, y su gracia para conmigo no se ha frustrado en mí. Antes bien, he
trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios
conmigo. Pues bien; tanto yo como ellos predicamos así, y así lo creísteis
vosotros.
Palabra de Dios.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Venid en pos de mí —dice el Señor—, y os haré
pescadores de hombres.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
EVANGELIO:
"Dejándolo todo, lo
siguieron” (Lucas 5, 1-11)
Una vez que la gente se agolpaba
en torno a él para oír la palabra de Dios, estando él de pie junto al lago de
Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían
desembarcado, estaban lavando las redes. Subiendo a una de las barcas, que era
la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado,
enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y
echad vuestras redes para la pesca». Respondió Simón y dijo: «Maestro, hemos
estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra,
echaré las redes». Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de
peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los
compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano
Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al
ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo: «Señor, apártate de
mí, que soy un hombre pecador». Y es que el estupor se había apoderado de él y
de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo
mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de
Simón. Y Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres».
Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
LA RED SOCIAL
DE DIOS.
VER. -
Desde hace unos años hemos
asistido al auge de las redes sociales. Hay muchas redes sociales, más o menos
conocidas: la mayoría requieren registrarse como usuario, las hay abiertas a
todo tipo de personas, otras están restringidas a un sector específico… A veces
se utilizan simplemente para temas informativos o laborales, pero la mayoría se
han convertido en un escaparate en donde cada usuario muestra su vida e incluso
su intimidad, a menudo de un modo idealizado. Se ofrece una imagen de
felicidad, belleza, esplendidez, superioridad… y se oculta todo aquello que se
pueda considerar menos atrayente, o vulgar, pero que forma también parte de la
realidad de las personas.
JUZGAR. -
En realidad, las ‘redes sociales’
han existido siempre, en diferentes formas, puesto que el ser humano es un ser
social y necesita relacionarse con otros. Por eso, Dios también quiso crear su
propia ‘Red social’, llamada ‘Reino de Dios’. La Red social de Dios tuvo unos
comienzos modestos: un solo usuario, Abraham, que respondió a la invitación de
Dios: “Sal de tu tierra… Haré de ti una gran nación”. Poco a poco, los
descendientes de Abraham y sus familias se fueron incorporando a esta Red; y,
más tarde, Dios indicó a Moisés las Normas de su Red social, los Diez Mandamientos.
Y durante mucho tiempo, el acceso a esta Red estaba restringido al pueblo de
Israel, no estaba ‘abierta’ a los gentiles, y quien quisiera formar parte de
ella tenía que “registrarse” como miembro de este pueblo, mediante la
circuncisión. Hubo periodos en los que
la Red social de Dios decayó: los usuarios lo eran sólo nominalmente, se
limitaban a ‘estar registrados’ pero poco más. Aparentaban su culto y
costumbres, pero no actuaban como correspondía a las Normas de esta Red, y
además se sentían atraídos por las ‘redes sociales’ de los otros pueblos, menos
exigentes. Pero Dios no los expulsó de su Red, sino que, por medio de los
profetas, les envió recordatorios de lo que significaba y suponía formar parte
de la Red social de Dios, aunque a menudo estos recordatorios eran rechazados y
se ‘bloqueaba’ a los profetas, a menudo matándolos.
Con el paso del tiempo, dentro de
la Red social de Dios se formó un grupo que se consideraban a sí mismos como
los únicos y verdaderos cumplidores de las Normas: los fariseos, escribas y
sacerdotes, que mostraban una imagen aparente de perfección y santidad, y
despreciaban al resto de usuarios que, según ellos, no cumplían con exactitud
todas las Normas, e incluso a veces los expulsaban.
Pero Dios decidió relanzar su Red
social, y para ello envió a su Hijo, Jesús, que como hemos escuchado, se sirvió
de unos pescadores y sus redes para actualizar y ampliar la Red ‘Reino de Dios’
más allá del pueblo de Israel, abriéndola a toda persona que quiera formar
parte de ella.
Y, como hemos escuchado hoy en la
Palabra de Dios, en la Red social del Reino de Dios no cabe aparentar delante
de los otros una imagen falseada de uno mismo. El requisito principal para
formar parte de esta Red es acoger esta posibilidad con humildad y
agradecimiento, sin ocultar la propia realidad, incluyendo el pecado: “Yo,
hombre de labios impuros…” (1ª lectura); “Yo soy el menor de los apóstoles y no
soy digno de ser llamado apóstol…” (2ª lectura); “Señor, apártate de mí, que
soy un hombre pecador…” (Evangelio)
En la Red social del Reino de
Dios lo que cuenta tampoco es una inscripción meramente formal pero pasiva,
sino la respuesta efectiva que damos a Dios, siendo miembros activos en la
misma: “Aquí estoy, mándame” (1ª lectura); “He trabajado más que todos ellos”.
(2ª lectura); “Dejándolo todo, lo siguieron” (Evangelio).
Y hoy se nos recuerda un modo de
llevar a la práctica lo que significa ser miembros de la Red social de Dios.
Manos Unidas celebra su Campaña anual, con el lema: “Compartir es nuestra mayor
riqueza”. Y nos recuerda que, en un mundo interrelacionado como el nuestro, la
prosperidad de todos también está entrelazada, y por eso debemos trabajar en
red, uniendo nuestras manos desde aquí y con las comunidades de los países
empobrecidos, para que erradicar el hambre en el mundo desde la Red social de
Dios.
ACTUAR. -
¿Formo parte de alguna red
social? ¿Ofrezco en ella una imagen idealizada de mí mismo y de mi vida? ¿Me
siento miembro de la Red del Reino de Dios, con humildad y agradecimiento? ¿Me
considero “mejor” que otros miembros de la Iglesia, o mejor que quienes no
forman parte de ella? ¿Soy un miembro activo o me limito a observar lo que
otros hacen sin comprometerme de verdad?
Dios sigue queriendo ampliar su
Red social, y cuenta con nosotros, los actuales usuarios de la misma. Quizá con
el paso del tiempo nos ocurre como a Pedro: “Hemos estado bregando y no hemos
recogido nada”, y hemos caído en la rutina y el desencanto, pero Jesús nos
vuelve a decir: “echad vuestras redes...” Que, fiados en su palabra, seamos
miembros activos, “pescadores de hombres” y “Peregrinos de esperanza”, para que
cada vez más personas puedan incorporarse a la Red Social del Reino de Dios.