viernes, 14 de marzo de 2025

DOMINGO II DE CUARESMA - CICLO C

Domingo 16 de marzo de 2025

PRIMERA LECTURA:

"Dios inició un pacto fiel con Abrahán” (Génesis 15, 5-12.17-18)

Lectura del libro del Génesis.

En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrán y le dijo: «Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas». Y añadió: «Así será tu descendencia». Abrán creyó al Señor y se le contó como justicia. Después le dijo: «Yo soy el Señor que te saqué de Ur de los caldeos, para darte en posesión esta tierra». Él replicó: «Señor Dios, ¿cómo sabré que voy a poseerla?». Respondió el Señor: «Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón». Él los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres y Abrán los espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados. Aquel día el Señor concertó alianza con Abrán en estos términos: «A tu descendencia le daré esta tierra, desde el río de Egipto al gran río Éufrates».

Palabra de Dios.

SALMO:

"El Señor es mi luz y mi salvación” (Salmo 26)

R.  El Señor es mi luz y mi salvación.

V.  El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? /R.

V.  Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme. Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor. /R.

V.  No me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches. /R.

V.  Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor. /R.

SEGUNDA LECTURA:

"Cristo nos configura según su cuerpo glorioso” (Filipenses 3,17-4,1)

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses.

Hermanos, sed imitadores míos y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros. Porque —como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos— hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas; solo aspiran a cosas terrenas. Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.

Palabra de Dios.

- Canto

V.  En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre: «Este es mi Hijo amado, escuchadlo».

- Canto

EVANGELIO:

"Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió” (Lucas 9, 28b-36)

En aquel tiempo, Jesús tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar.  Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor.  De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén.  Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.  Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí!». Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía.  Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con .su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube.  Y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».  Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

Palabra del Señor.

¿EN POSITIVO O EN NEGATIVO?

VER. -

Hay un cuento muy conocido (con diferentes versiones) sobre dos albañiles que están levantando un muro. Una persona le pregunta a uno de ellos qué está haciendo y le responde con resignación: ‘Pues poner ladrillos. Es duro, pero con algo hay que ganarse la vida’. Un poco después la misma persona pregunta al otro albañil qué está haciendo, y éste le responde con ánimo alegre: ‘Estoy construyendo una catedral’. El trabajo es el mismo para los dos, pero lo viven de forma completamente diferente: mientras que para el primero es un trabajo pesado y rutinario cuyo único fin es ganar el sueldo, para el segundo ese trabajo pesado y rutinario tiene un objetivo, una meta más grande, y eso le proporciona satisfacción porque da sentido al esfuerzo que está realizando. 

JUZGAR. –

Acabamos de iniciar la Cuaresma, el tiempo que la propia Iglesia nos ofrece para prepararos a la celebración y actualización del núcleo de nuestra fe: la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Y un año más recibimos la llamada a la conversión, a volvernos más hacia Dios. Y hoy, dentro de ese proceso de conversión, la Palabra de Dios nos llama a revisar con qué actitud estamos viviendo no sólo la Cuaresma, sino todo lo que es nuestra vida como cristianos: en positivo o en negativo.

En la 1ª lectura hemos escuchado un pasaje de la historia de Abrán. Él había obedecido a la llamada del Señor: “Sal de tu tierra… y vete a la tierra que yo te indicaré” (Gn 12, 1), había escuchado en varias ocasiones la promesa que Dios le hacía de darle descendencia y tierra (12, 7; 13, 15) y “creyó al Señor”. Y hoy hemos escuchado el momento en que “el Señor concertó alianza con Abrán”; éste prepara todo lo que Dios le dice (una novilla, una cabra, un carnero, una tórtola y un pichón), lo dispone del modo correcto (los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra), cuida de que no se estropee (los buitres bajaban y Abrán los espantaba) … Está haciendo lo que Dios le pide, Dios se le está manifestando (una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados) pero no lo está disfrutando, al contrario: “un terror intenso y oscuro cayó sobre él”. Abrán está viviendo todo eso en negativo.

En el Evangelio, por el contrario, hemos escuchado el pasaje de la Transfiguración del Señor: “Tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte”. Los discípulos, como Abrán, también habían obedecido a la llamada del Señor “y, dejándolo todo, lo siguieron” (Lc 5, 11), habían escuchado su predicación, le habían visto realizar varios milagros, y ahora tienen la experiencia de la Transfiguración de Jesús: “el aspecto su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor…” Y ellos “vieron su gloria”, pero esta manifestación del Señor, al contrario que en el caso de Abrán, no les produce terror, sino que hace exclamar a Pedro: “¡Qué bueno es que estemos aquí!” Lo están viviendo en positivo. ¿Qué es lo que provoca esta reacción en positivo? Que ellos no sólo están cumpliendo lo que Jesús les pide, sino que subieron al monte con Jesús “para orar”. Y por eso “espabilaron y vieron su gloria”.

Como dijimos el Miércoles de Ceniza, la oración es uno de los pilares maestros, no sólo de la Cuaresma, sino de toda la vida cristiana. Una oración no entendida como ‘rezos que debo hacer’, sino diálogo con Dios. La conversión cuaresmal nos llama a buscar nuestro ‘monte’, para orar; no hace falta que sea un tiempo prolongado, pero sí un tiempo ‘para el Señor’, tranquilo, sin prisas, sin interrupciones. La oración será la que nos hará enfocar nuestra vida cristiana en positivo, sin ‘miedos’, sin verla como una ‘obligación’ ni menos como una carga. La oración nos permite vislumbrar la meta de gloria a la que estamos llamados, como decía la 2ª lectura: “Somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso…” La oración da sentido a nuestra acción.

ACTUAR. –

En general, ¿cómo vivo mi vida cristiana: en positivo, siento que es bueno lo que hago, o en negativo, como una obligación, ¿una penitencia? ¿Tengo presente que “somos ciudadanos del cielo”?

Que la oración sea un momento de Transfiguración que nos permita ‘ver’ la gloria del Señor y realicemos todo lo que conforma nuestra vida cristiana no como una obligación sino como una misión, un trabajo que, sin quitarle su parte de esfuerzo, tiene un sentido que hace que merezca la pena y, además, va a fortalecer nuestra esperanza, como estamos celebrando en este año jubilar.





DOMINGO V DE CUARESMA - CICLO C