Domingo 3 de marzo de 2025
PRIMERA LECTURA:
"No elogies a nadie antes de oírlo hablar” (Eclesiástico
27, 4-7)
Lectura del libro del
Eclesiástico. Cuando se agita la criba, quedan los desechos; así, cuando la
persona habla, se descubren sus defectos. El horno prueba las vasijas del
alfarero, y la persona es probada en su conversación. El fruto revela el
cultivo del árbol, así la palabra revela el corazón de la persona. No elogies a
nadie antes de oírlo hablar, porque ahí es donde se prueba una persona.
Palabra de Dios.
SALMO:
"Es bueno darte gracias, Señor” (Salmo 91)
V.
Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo; proclamar
por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad. /R.
V.
El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano: plantado
en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios. /R.
V.
En la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo, mi Roca, en quien no
existe la maldad. /R.
SEGUNDA LECTURA:
"Nos da la victoria por medio de Jesucristo” (1 Corintios
15, 54-58)
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los
Corintios.
Hermanos: Cuando esto corruptible
se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se
cumplirá la palabra que está escrita: «La muerte ha sido absorbida en la
victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?». El
aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado, la ley. ¡Gracias a
Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo! De modo
que, hermanos míos queridos, manteneos firmes e inconmovibles. Entregaos
siempre sin reservas a la obra del Señor, convencidos de que vuestro esfuerzo
no será vano en el Señor.
Palabra de Dios.
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
V.
Brilláis como lumbreras del mundo, manteniendo firme la palabra de la
vida.
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
EVANGELIO:
"De lo que rebosa el corazón habla la boca” (Lucas 6,
39-45)
+
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los
discípulos una parábola:
«¿Acaso puede un ciego guiar a
otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su
maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué
te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que
llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano? “Hermano, déjame que te
saque la mota del ojo”, ¿sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo?
¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar
la mota del ojo de tu hermano. Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni
árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto;
porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los
espinos. El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien,
y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón
habla la boca».
Palabra del Señor.
COHERENCIA.
VER. -
Hace unas semanas fue noticia que
una actriz, bastante bien valorada, había publicado tiempo atrás unos
comentarios en redes sociales que presuntamente resultaban inaceptables. Esto
provocó sorpresa en muchos que hasta ese momento la habían ensalzado y en pocos
días vio anuladas sus apariciones públicas. Más allá de las circunstancias de
este hecho, esta situación se produce con bastante frecuencia, no sólo en el
ámbito público o redes sociales, sino también en nuestro entorno más cercano:
tenemos muy buena opinión de una persona, pero un día leemos o escuchamos lo
que dice respecto a algún tema y nos sorprende negativamente, y nos sentimos
engañados.
JUZGAR. -
En la 1ª lectura hemos escuchado:
“Cuando la persona habla, se descubren sus defectos… la persona es probada en
su conversación. No elogies a nadie antes de oírlo hablar…” Esto es válido para
cualquier persona, tenga o no tenga fe, para no dejarnos engañar por las
apariencias ni poner la confianza en alguien de un modo irreflexivo, sin
conocer realmente a esa persona. Hemos de comprobar siempre la coherencia entre
palabras y obras.
Y a nosotros, precisamente porque
decimos que tenemos fe, estas palabras nos tienen que cuestionar de un modo
especial. Por eso Jesús, en el Evangelio, ha propuesto a sus discípulos unos
ejemplos para que también sean coherentes en palabras y en obras. Y Jesús se
dirige a todos, por lo tanto, al escuchar sus palabras no hemos de pensar en
‘los otros’, sino en nosotros mismos.
“¿Acaso puede un ciego guiar a
otro ciego?” No se trata de ceguera física, sino de la actitud de los
discípulos que no tienen la mirada de Dios sobre las personas o sobre los
hechos, y lo que hacen es transmitir sus propias ideas, provocando ‘caídas’ en
errores.
“No está el discípulo sobre su
maestro”. Unido a lo anterior, el que transmite sus propias ideas suplanta al
verdadero Maestro, que es Jesús, con las nefastas consecuencias que los
‘mesianismos’ han provocado a lo largo de la historia. Hemos de tener presente
lo que dijo el Papa Francisco: «ya no decimos que somos ‘discípulos’ y
‘misioneros’, sino que somos siempre ‘discípulos misioneros’». (EG 120) Y, como
‘discípulos misioneros’, necesitamos una formación que nos ayude a conocer y
profundizar cada vez más en el conocimiento de nuestro Maestro, y así, “cuando
termine su aprendizaje, será como su maestro”: sólo desde una correcta
formación cristiana podremos parecernos algo al Maestro.
“¿Por qué te fijas en la mota que
tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?” El
que no tiene la mirada de Dios y suplanta al Maestro acaba convirtiéndose en un
hipócrita, alguien que se erige en árbitro y juez de los demás pero que no reconoce
sus propias incoherencias. Como discípulos misioneros, necesitamos revisarnos
en el Sacramento de la Reconciliación para identificar nuestras ‘vigas’,
nuestros pecados, y corregirlos con la gracia de Dios. Sólo entonces, desde la
humildad del pecador perdonado, podremos ayudar a que otros descubran sus
‘motas’.
“Cada árbol se conoce por su
fruto… de lo que rebosa el corazón habla la boca”. Es la consecuencia de todo
lo anterior: por mucho que utilicemos palabras o gestos de fe, si no brotan de
una verdadera experiencia personal de encuentro con el Señor, acabaremos
delatándonos en nuestra hipocresía, porque en realidad nuestro corazón rebosa
sólo de nuestras propias ideas, no de las de Jesús. Y, lo que es peor, haremos
brotar frutos malos en nosotros y en quienes nos hayan creído.
ACTUAR. -
¿Procuro tener la mirada de Dios
sobre las personas y los acontecimientos, o me ‘ciego’ en mis criterios? Como
discípulo, ¿sigo una formación permanente, o creo que no la necesito porque ya
sé todo lo que dice el Señor? ¿Recibo regularmente el Sacramento de la
Reconciliación para corregir las ‘vigas’ que tengo? ¿Suelo juzgar a los demás?
¿De qué ‘rebosa’ verdaderamente mi corazón?
Estamos a punto de iniciar la
Cuaresma, un tiempo de conversión, de volvernos más hacia Dios. Y este domingo
nos ofrece varias pistas para llevar a cabo dicha conversión, para crecer en
coherencia entre palabras y obras, para no engañarnos ni pretender engañar a
otros, para ser mejores discípulos misioneros, y así que vayan surgiendo los
frutos buenos que el Señor espera, y que nosotros y nuestro mundo necesitamos.