Domingo 10 de agosto de 2025
PRIMERA LECTURA:
La noche de la liberación les fue
preanunciada a nuestros antepasados, para que, sabiendo con certeza en qué
promesas creían, tuvieran buen ánimo. Tu pueblo esperaba la salvación de los
justos y la perdición de los enemigos, pues con lo que castigaste a los
adversarios, nos glorificaste a nosotros, llamándonos a ti. Los piadosos hijos
de los justos ofrecían sacrificios en secreto y establecieron unánimes esta ley
divina: que los fieles compartirían los mismos bienes y peligros, después de
haber cantado las alabanzas de los antepasados.
Palabra del Señor
SALMO:
"Dichoso el pueblo que el
Señor se escogió como heredad” (Salmo 32)
"Dichoso el pueblo que el
Señor se escogió como heredad”
V.- Aclamad,
justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos. Dichosa la nación cuyo
Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad. R/.
V.- Los ojos
del Señor están puestos en quien lo teme, en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.
V.- Nosotros
aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga
sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
R/.
SEGUNDA LECTURA:
"Esperaba la ciudad cuyo
arquitecto y constructor iba a ser Dios” (Hebreos 11, 1-2.8-19)
Hermanos: La fe es fundamento de
lo que se espera, y garantía de lo que no se ve. Por ella son recordados los
antiguos. Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que
iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba. Por fe vivió como
extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo Isaac y
Jacob, herederos de la misma promesa, mientras esperaba la ciudad de sólidos
cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios. Por la fe también Sara,
siendo estéril, obtuvo “vigor para concebir” cuando ya le había pasado la edad,
porque consideró fiel al que se lo prometía. Y así, de un hombre, marcado ya
por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la
arena incontable de las playas. Con fe murieron todos estos, sin haber recibido
las promesas, sino viéndolas y saludándolas de lejos, confesando que eran huéspedes
y peregrinos en la tierra. Es claro que los que así hablan están buscando una
patria; pues si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo
para volver. Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo. Por eso Dios
no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad. Por
la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: ofreció a su hijo único, el
destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu
descendencia». Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar de
entre los muertos, de donde en cierto sentido recobró a Isaac.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Estad en vela y preparados, porque a las hora
que menos pensáis bien el Hijo del hombre.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
EVANGELIO:
"Lo mismo vosotros, estad
preparados” (Lucas 12, 32-48)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: - «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien
daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se
echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los
ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará
también vuestro corazón. Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas.
Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para
abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al
llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la
mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los
encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué
hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad
preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.» Pedro
le preguntó: - «Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?» El
Señor le respondió: - « ¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el
amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus
horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose
así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado
piensa: “Mi amo tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los mozos y a las
muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día
y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los
que no son fi eles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto
a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo
digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá;
al que mucho se le confió, más se le exigirá.»
UNA
SUCESIÓN DE ACTOS DE FE
VER.-
Pensemos en lo que tenemos
previsto hacer la próxima semana: ir a algún lugar, encontrarme con alguien,
trabajo, estudios, deporte… Si nos detenemos a pensar, nos daremos cuenta que
la mayor parte de esos planes o proyectos constituyen ‘actos de fe’, pero no en
un sentido religioso: planeamos hacer las cosas confiando en que saldrán como
tenemos pensado aunque, desde una mentalidad puramente materialista, esos
planes son ‘irracionales’ porque no tenemos pruebas evidentes y seguras de que
vaya a ser así. Pueden pasar muchas cosas que trunquen nuestros planes, pero
aun así hacemos ‘actos de fe’ confiando en que se cumplirán.
JUZGAR.-
Estos ‘actos de fe’ no religiosos
los realizan todas las personas, creyentes y no creyentes, y los hacemos como
algo normal, incluso necesario, porque de lo contrario, no podríamos llevar
adelante nuestra vida. Pero cuando hablamos de hacer actos de fe en el sentido
religioso, es decir, como confianza en Dios, no nos faltan las críticas y burlas
de muchos que, también desde una mentalidad puramente materialista, consideran
la fe en Dios como algo irracional.
Hoy la Palabra de Dios nos invita
a vivir todas las dimensiones de nuestra vida como una sucesión de actos de fe,
de confianza en Dios, que dan sentido a esos otros actos de fe no religiosos
que realizamos cotidianamente, para darnos cuenta de que no es ‘irracional’
vivir desde la fe en este Dios que se nos ha ido revelando y nos ha mostrado su
rostro en Jesús, su Hijo hecho hombre.
En la 1ª lectura hemos escuchado:
“La noche de la liberación les fue preanunciada a nuestros antepasados para
que, sabiendo con certeza en qué promesas creían, tuvieran buen ánimo”. Y Jesús
nos ha dicho en el Evangelio: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre
ha tenido a bien daros el Reino”. Para vivir nuestra vida como una sucesión de
actos de fe, debemos recordar que Dios es quien nos hace las promesas y nos
ofrece razones para confiar en que las cumple. Por eso, podemos afrontar desde
la fe nuestra vida cada día, tanto en lo más rutinario como en los grandes
acontecimientos y decisiones.
En la 2ª lectura: “La fe es
fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve”. Dios es quien
garantiza ‘lo que no vemos’, tanto el futuro inmediato como el gran futuro al
que nos llama. Por esta certeza podemos hacer actos de fe en Él cada día,
aunque no tengamos ‘pruebas’ seguras de que van a cumplirse nuestros planes:
“Por la fe Abrahán… salió sin saber adónde iba… vivió como extranjero. Por la
fe también Sara obtuvo vigor para concebir, porque consideró fiel al que se lo
prometía...”.
Estos actos de fe en Dios se
concretan y manifiestan en nuestra vida cotidiana, pero no hacemos nuestros
planes limitándonos a lo inmediato, como nos recordó el Papa Francisco en la
Bula de convocación del Jubileo: «Nosotros, mirando al tiempo que pasa, tenemos
la certeza de que la historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros se
orientan al encuentro con el Señor de la gloria». (19) Por eso nos ha pedido
Jesús: “Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad
como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle
apenas venga y llame. Lo mismo vosotros, estad preparados”. Para vivir nuestra
vida como una sucesión de actos de fe, todo lo que proyectamos y realizamos,
desde lo más insignificante hasta lo más importante, ha de estar orientado
hacia la promesa de Dios: el encuentro con Él en la gloria. Vivir esa esperanza
nos hará estar preparados, porque algo en lo que la fe en Dios coincide con una
mentalidad puramente materialista es que en cualquier momento nuestros planes
pueden truncarse; pero no lo vivimos como un punto y final, sino “porque a la
hora que menos penséis viene el Hijo del hombre” para dar cumplimiento a nuestra
esperanza en la promesa de Dios.
ACTUAR.-
¿Me doy cuenta de los ‘actos de
fe’ no religiosos que hago cada día? ¿Me han dicho alguna vez que la fe en Dios
es ‘irracional’? ¿Por qué confío en las promesas de Dios? ¿Lo que hago cada día
está orientado hacia el encuentro definitivo con el Señor? ¿Estoy preparado
para encontrarme con Él?
Nosotros creemos que Jesús muerto
y resucitado es el fundamento de lo que esperamos y la garantía de lo que no
vemos. Y, aunque no tenemos pruebas evidentes e indiscutibles de lo que la fe
nos dice, si vivimos nuestra vida como una sucesión de actos de fe en Dios,
descubriremos razones para creer en su Palabra y estaremos preparados cuando Él
venga a nuestro encuentro.