sábado, 9 de agosto de 2025

XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C

Domingo 10 de agosto de 2025

PRIMERA LECTURA:

La noche de la liberación les fue preanunciada a nuestros antepasados, para que, sabiendo con certeza en qué promesas creían, tuvieran buen ánimo. Tu pueblo esperaba la salvación de los justos y la perdición de los enemigos, pues con lo que castigaste a los adversarios, nos glorificaste a nosotros, llamándonos a ti. Los piadosos hijos de los justos ofrecían sacrificios en secreto y establecieron unánimes esta ley divina: que los fieles compartirían los mismos bienes y peligros, después de haber cantado las alabanzas de los antepasados.

Palabra del Señor

SALMO:

"Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad” (Salmo 32)

"Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad”

V.- Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad. R/.

V.- Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

V.- Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. R/.

 

SEGUNDA LECTURA:

"Esperaba la ciudad cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios” (Hebreos 11, 1-2.8-19)

Hermanos: La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve. Por ella son recordados los antiguos. Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba. Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios. Por la fe también Sara, siendo estéril, obtuvo “vigor para concebir” cuando ya le había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía. Y así, de un hombre, marcado ya por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas. Con fe murieron todos estos, sin haber recibido las promesas, sino viéndolas y saludándolas de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra. Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver. Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo. Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad. Por la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: ofreció a su hijo único, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia». Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar de entre los muertos, de donde en cierto sentido recobró a Isaac.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

V.  Estad en vela y preparados, porque a las hora que menos pensáis bien el Hijo del hombre.

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.

 

EVANGELIO:

"Lo mismo vosotros, estad preparados” (Lucas 12, 32-48)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón. Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.» Pedro le preguntó: - «Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?» El Señor le respondió: - « ¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: “Mi amo tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fi eles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.»

UNA SUCESIÓN DE ACTOS DE FE

VER.-

Pensemos en lo que tenemos previsto hacer la próxima semana: ir a algún lugar, encontrarme con alguien, trabajo, estudios, deporte… Si nos detenemos a pensar, nos daremos cuenta que la mayor parte de esos planes o proyectos constituyen ‘actos de fe’, pero no en un sentido religioso: planeamos hacer las cosas confiando en que saldrán como tenemos pensado aunque, desde una mentalidad puramente materialista, esos planes son ‘irracionales’ porque no tenemos pruebas evidentes y seguras de que vaya a ser así. Pueden pasar muchas cosas que trunquen nuestros planes, pero aun así hacemos ‘actos de fe’ confiando en que se cumplirán.

 

JUZGAR.-

Estos ‘actos de fe’ no religiosos los realizan todas las personas, creyentes y no creyentes, y los hacemos como algo normal, incluso necesario, porque de lo contrario, no podríamos llevar adelante nuestra vida. Pero cuando hablamos de hacer actos de fe en el sentido religioso, es decir, como confianza en Dios, no nos faltan las críticas y burlas de muchos que, también desde una mentalidad puramente materialista, consideran la fe en Dios como algo irracional.

Hoy la Palabra de Dios nos invita a vivir todas las dimensiones de nuestra vida como una sucesión de actos de fe, de confianza en Dios, que dan sentido a esos otros actos de fe no religiosos que realizamos cotidianamente, para darnos cuenta de que no es ‘irracional’ vivir desde la fe en este Dios que se nos ha ido revelando y nos ha mostrado su rostro en Jesús, su Hijo hecho hombre.

En la 1ª lectura hemos escuchado: “La noche de la liberación les fue preanunciada a nuestros antepasados para que, sabiendo con certeza en qué promesas creían, tuvieran buen ánimo”. Y Jesús nos ha dicho en el Evangelio: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”. Para vivir nuestra vida como una sucesión de actos de fe, debemos recordar que Dios es quien nos hace las promesas y nos ofrece razones para confiar en que las cumple. Por eso, podemos afrontar desde la fe nuestra vida cada día, tanto en lo más rutinario como en los grandes acontecimientos y decisiones.

En la 2ª lectura: “La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve”. Dios es quien garantiza ‘lo que no vemos’, tanto el futuro inmediato como el gran futuro al que nos llama. Por esta certeza podemos hacer actos de fe en Él cada día, aunque no tengamos ‘pruebas’ seguras de que van a cumplirse nuestros planes: “Por la fe Abrahán… salió sin saber adónde iba… vivió como extranjero. Por la fe también Sara obtuvo vigor para concebir, porque consideró fiel al que se lo prometía...”.

Estos actos de fe en Dios se concretan y manifiestan en nuestra vida cotidiana, pero no hacemos nuestros planes limitándonos a lo inmediato, como nos recordó el Papa Francisco en la Bula de convocación del Jubileo: «Nosotros, mirando al tiempo que pasa, tenemos la certeza de que la historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros se orientan al encuentro con el Señor de la gloria». (19) Por eso nos ha pedido Jesús: “Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Lo mismo vosotros, estad preparados”. Para vivir nuestra vida como una sucesión de actos de fe, todo lo que proyectamos y realizamos, desde lo más insignificante hasta lo más importante, ha de estar orientado hacia la promesa de Dios: el encuentro con Él en la gloria. Vivir esa esperanza nos hará estar preparados, porque algo en lo que la fe en Dios coincide con una mentalidad puramente materialista es que en cualquier momento nuestros planes pueden truncarse; pero no lo vivimos como un punto y final, sino “porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre” para dar cumplimiento a nuestra esperanza en la promesa de Dios.

 

ACTUAR.-

¿Me doy cuenta de los ‘actos de fe’ no religiosos que hago cada día? ¿Me han dicho alguna vez que la fe en Dios es ‘irracional’? ¿Por qué confío en las promesas de Dios? ¿Lo que hago cada día está orientado hacia el encuentro definitivo con el Señor? ¿Estoy preparado para encontrarme con Él?

Nosotros creemos que Jesús muerto y resucitado es el fundamento de lo que esperamos y la garantía de lo que no vemos. Y, aunque no tenemos pruebas evidentes e indiscutibles de lo que la fe nos dice, si vivimos nuestra vida como una sucesión de actos de fe en Dios, descubriremos razones para creer en su Palabra y estaremos preparados cuando Él venga a nuestro encuentro.