DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C
Domingo 12 de octubre de 2025
PRIMERA LECTURA:
"Volvió Naamán al hombre de Dios y alabó al Señor’” (2
Reyes 5, 14-17)
Lectura del segundo libro de los Reyes.
En aquellos días, el sirio Naamán bajó y se bañó en el Jordán
siete veces, conforme a la palabra de Eliseo, el hombre de Dios. Y su carne
volvió a ser como la de un niño pequeño: quedó limpio de su lepra. Naamán y
toda su comitiva regresaron al lugar donde se encontraba el hombre de Dios. Al
llegar, se detuvo ante él exclamando: «Ahora conozco que no hay en toda la
tierra otro Dios que el de Israel. Recibe, pues, un presente de tu siervo». Pero
Eliseo respondió: «Vive el Señor ante quien sirvo, que no he de aceptar nada». Y
le insistió en que aceptase, pero él rehusó. Naamán dijo entonces: «Que al
menos le den a tu siervo tierra del país, la carga de un par de mulos, porque
tu servidor no ofrecerá ya holocausto ni sacrificio a otros dioses más que al
Señor».
Palabra de Dios.
SALMO:
"El Señor revela a las naciones su salvación” (Salmo 97)
R. El Señor
revela a las naciones su salvación.
V. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha
hecho maravillas. Su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. /R.
V. El Señor da a
conocer su salvación, revela a las naciones su justicia. Se acordó de su
misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. /R.
V. Los confines de la tierra han contemplado la
salvación de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread,
tocad. /R.
SEGUNDA LECTURA:
"Si perseveramos, también reinaremos con Cristo” (2
Timoteo 2, 8-13)
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo.
Querido hermano: Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre
los muertos, nacido del linaje de David, según mi evangelio, por el que padezco
hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está
encadenada. Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también
alcancen la salvación y la gloria eterna en Cristo Jesús. Es palabra digna de
crédito: Pues si morimos con él, también viviremos con él; si perseveramos,
también reinaremos con él; si lo negamos, también él nos negará. Si somos
infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.
Palabra de Dios.
R. Aleluya, aleluya,
aleluya.
V. Dad gracias en toda ocasión: esta es la
voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros.
R. Aleluya, aleluya,
aleluya.
EVANGELIO:
"¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más
que este extranjero” (Lucas 17, 11-19)
+ Lectura del santo
Evangelio según san Lucas.
Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre
Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro
diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús,
maestro, ten compasión de nosotros». Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a
los sacerdotes». Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno
de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos
y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un
samaritano. Jesús, tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?;
los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios
más que este extranjero?». Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado».
GRACIAS, DE CORAZÓN.
VER. –
La expresión “gracias a Dios” se utiliza en general para
expresar un sentimiento de alegría o alivio por algo que ha sucedido. En una
oficina, una persona llevaba toda la mañana intentando solucionar un problema;
cuando al final lo consiguió, exclamó juntando sus manos: “¡Gracias, Dios mío!”
Algunos compañeros se extrañaron y burlaron al oírla, porque se notaba que no
había sido una simple frase hecha, sino que lo había dicho de corazón:
realmente estaba dando gracias a Dios.
JUZGAR. –
Hemos escuchado dos ejemplos de dar gracias a Dios de verdad,
de corazón. En la 1ª lectura, Naamán el sirio, cuando “quedó limpio de su
lepra”, exclamó: “Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el
de Israel”. Y en el Evangelio, el leproso samaritano que había sido curado “se
postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias”.
Muchas veces, nosotros nos parecemos a los nueve leprosos:
olvidamos decir “gracias”, de corazón, a los demás y a Dios. A los demás,
porque actuamos dando por hecho que “tienen” que hacer por nosotros lo que
hacen, como si fuera un derecho nuestro. Y así no somos capaces de ver ni de
valorar los gestos gratuitos de generosidad y de amor que tienen para con
nosotros.
Y olvidamos dar las gracias a Dios porque tenemos con Él una
relación de tipo comercial: “Te doy para que me des”. Acudimos a Él con
nuestras oraciones, ofrendas, donativos… para que nos conceda lo que le
pedimos; y, una vez hemos obtenido lo que buscábamos o esperábamos, seguimos
nuestro camino, como los nueve leprosos.
Para dar gracias de corazón, a Dios y a los demás, nos hace
falta pararnos y volver sobre nuestros pasos, como “Naamán y toda su comitiva
que regresaron al lugar donde se encontraba el hombre de Dios”, y como el
leproso que, “viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes
gritos”. Para ambos, dar las gracias no fue un simple gesto de cortesía, sino
el inicio de una nueva vida, gracias a Dios.
Hoy se nos invita a pensar en padres, abuelos, amigos,
educadores, personas de fe, y otras personas de las que hemos recibido mucho
más de lo que implica un simple cumplimiento del deber. Y debemos darles
gracias de corazón por todo lo que han hecho por nosotros.
Pero, además, como cristianos, en estas personas reconocemos
un reflejo del amor de Dios, y el agradecimiento que sentimos hacia ellas nos
ayuda a reconocer la presencia del Señor a nuestro lado. Hoy también se nos
invita a pensar en todos los dones que hemos recibido de Dios, y que son eso:
dones, regalos; y pensemos en esos momentos y situaciones en los que hemos
experimentado la acción de Dios; y, sobre todo, en cómo nos ha “limpiado” de
nuestra “lepra”, de nuestro pecado, dándonos la oportunidad de seguir adelante
con nuestra vida. Y en ese volver sobre nuestros pasos descubriremos que todo
eso lo ha hecho y lo hemos recibido por puro amor suyo, gratuitamente, sin
ningún merecimiento por nuestra parte. Y esto es lo que nos llevará a darle
gracias de corazón, y a vivir toda nuestra vida con actitud de agradecimiento.
Es necesario saber dar gracias al Señor de corazón, porque la
gratitud nos llevará a reconocer y atestiguar su presencia, y también a
reconocer y valor la importancia de los demás.
ACTUAR. –
¿Somos capaces de saber decir “gracias” de corazón, o lo
hacemos superficialmente? ¿Nos decimos “gracias” en la familia, entre los
amigos, en la comunidad parroquial, en el trabajo…? ¿Damos gracias de corazón a
quien nos ayuda, a quien está cerca de nosotros, a quien nos presta algún
servicio, por pequeño que sea? ¿Cuántas veces decimos de corazón: “¡Gracias,
Dios mío!”?
Para nosotros, el dar gracias a Dios ha dado nombre al
Sacramento más importante: la Eucaristía, que significa acción de gracias. La
Eucaristía dominical es el momento para volver sobre nuestros pasos y reconocer
la presencia y acción de Dios y de los hermanos, y darles las gracias de
corazón.
Que la Eucaristía nos enseñe a ser personas agradecidas, porque eso nos ayudará a ser “Peregrinos de Esperanza”, como nos pide el Jubileo. Seremos portadores de esperanza porque hemos descubierto y damos testimonio de que el Señor se hace presente en nuestra vida para que, como le ocurrió al leproso, por nuestra fe en Él podamos alcanzar la salvación.