El
tiempo de Adviento en que nos encontramos nos invita a prepararnos para recibir
al Señor que viene en gloria para llevar a la plenitud el Reinado de Dios que
él mismo inauguró con su vida, su muerte y resurrección.
Para
acertar en esta preparación tomamos como maestros a los tres que prepararon su
venida en carne. En primer Lugar, el profeta Isaías, que habló muchos años
antes del mesías al que llamó Emmanuel “Dios con nosotros”; después S. Juan
Bautista, que con su vigorosa predicación nos recuerda al profeta Elías, al que
los judíos esperaban como preparador de la venida de Cristo; por último será
María nuestra maestra de vida, la que nos enseñará a recibir al Señor con la
misma confianza y la misma ternura con que esperó el nacimiento de su hijo.
Precisamente
esta semana celebramos la fiesta de la Inmaculada. María preservada de todo
pecado sin que haya nada en ella que desdiga de su condición de madre de Dios.
La imagen de la Inmaculada suele presentarnos a María Joven y esto no es sólo
una cuestión de edad, sino que pretende ser un símbolo: La gracia nos
rejuvenece. Corresponder al amor de Dios saca de nosotros lo más hermoso de
nosotros mismos. María, la llena de Gracia será siempre María Joven, María
bella, con una belleza que al mismo Dios enamora.