lunes, 8 de enero de 2018

COMENTARIO AL EVANGELIO DE LA FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR (Marcos 1, 7-11)

COMENTARIO AL EVANGELIO DE LA FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR (Marcos 1, 7-11)

     En el evangelio de este domingo se nos muestra el bautismo de Jesús, con una gran sobriedad propia del evangelio de Marcos. Este episodio nos ofrece, a mi entender, un ejemplo del modo de actuar de Dios. Nuestro Dios siempre desborda nuestras expectativas sobre él.
     Por un lado tenemos a Juan, el Mayor de los nacidos de mujer, que bautiza con agua, pero que humildemente quita valor a lo que hace, anunciando a otro que, viniendo detrás de él, bautizaría con Espíritu Santo.
Por otro lado tenemos a Jesús, el primero en el reino de Dios, aquel que tiene el poder para bautizar con Espíritu. Y ahora viene lo sorprendente. Lejos de despreciar el bautismo de Juan porque era “solo agua” lo que hace Jesús es hacerse bautizar por Juan. Así, al sumergirse, transforma el agua, la fecunda, la llega de su fuerza y la convierte en signo de la verdadera regeneración que él mismo trae.
     Desde Cristo, desde su resurrección el agua bautismal será mucho más que agua. Por Cristo, por su humanidad, solidaria con la nuestra hasta la muerte, la realidad humana ha sido transformada, fecundada, llena de la fuerza de Dios. Desde Cristo, el bautismo de agua es bautismo con la fuerza del Espíritu que nos hace verdaderamente hijos de Dios.

     Conociendo al Dios de Jesucristo, no esperéis que Él suprima nuestra vida ni nuestras dificultades, ni nuestros defectos, ni nuestra realidad. Más bien alegraos de que Dios, en lo más suyo que es su hijo Jesucristo, asuma sobre sí nuestras dificultades y defectos, que los sufra en sus carnes, transfigurándolos, llenándolos de su virtud divina. Jesús no nos cambia la vida humana por la divina. Sino que hace totalmente divina la vida humana.

DOMINGO DE RAMOS