COMENTARIO DEL EVANGELIO
Cada uno de los evangelistas cuenta la pasión de
Jesús “a su modo”. También Marcos, que leemos este domingo de Ramos, tiene sus
propias insistencias en su relato. De ellas me permito compartir dos: La
insistencia en la soledad de Jesús, y el reconocimiento de cristo por parte del
centurión que lo contempla morir.
Marcos expone en toda crudeza la soledad de Jesús.
Los discípulos se duermen y lo abandonan, Pedro no niega, los que pasan lo
insultan, junto con el sanedrín y los crucificados con él. Incluso Dios calla
ante el grito conmovedor de su Hijo crucificado. La paradoja se encuentra en
que esa soledad de Cristo hace imposible nuestra soledad. Ya no habrá ninguna
circunstancia en la que podamos sentirnos abandonados de Dios cuando el Hijo de
Dios ha compartido todas nuestras circunstancias, incluso la soledad, el
sufrimiento y la muerte.
Por otra parte, como en el grano de trigo que
muere, es precisamente la muerte de Cristo la que suscita la fe del centurión -Verdaderamente
este era hijo de Dios- En este centurión está ya el germen de la primitiva
iglesia de Roma, a la que se dirige el evangelista. Les invita a contemplar la
muerte de Jesús, con la seguridad de que una mirada al crucificado puede romper
la dureza de nuestro corazón. Nosotros también, en la contemplación de la
pasión. Podemos afirmar. Verdaderamente Tú eres el Hijo de Dios.