Comentario al Evangelio
El evangelio de hoy tiene algo de enigmático. Hay
un grupo de griegos que han ido a la fiesta de los judíos y quieren ver a
Jesús. Buscan un intermediario, alguien que lo ponga en contacto con él. Hasta
ahí nada de extraño, pero, a continuación Felipe y Andrés se dirigen a
comunicárselo a Jesús. Este, en vez de acceder o denegar la petición de los dos
discípulos, pronuncia un discurso sobre la fecundidad del grano de Trigo y la
importancia del momento presente aludiendo a las consecuencias de su propia
muerte. Si a esto añadimos la voz del cielo, en la que El Padre anuncia la
glorificación del Hijo, entonces ya es imposible entender nada.
Sin embargo, el recuerdo de este episodio adquiere
un valor fundamental para la Iglesia primitiva que ve en él una profecía del
acontecimiento fundante de su existencia.
La muerte de Jesús, no es su fracaso, sino su
glorificación. El acontecimiento por el que lleva hasta el fin la voluntad
salvífica de su Padre. Además, gracias a su muerte su vida será fecunda y la
salvación llegará a todos los hombres, incluidos los gentiles representados en
los griegos, que querían ver a Jesús.
Jesús es el grano de trigo convertido ahora en pan
de salvación para nosotros. La vida derramada de Jesús no es una vida perdida,
sino una vida sembrada, que da su fruto abundante en aquellos que la acogen, ya
sean judíos o griegos, para gloria de Dios.