COMENTARIO AL EVANGELIO:
Juan (6,41-51): “Yo soy” el pan de vida
Juan (6,41-51): “Yo soy” el pan de vida
1. El contraste entre la Ley del AT y la persona de
Jesús es una constante en el evangelio de Juan. Frente a la Ley y su mundo, y
especialmente frente a la interpretación y manipulación que hacían los judíos,
el evangelio propone a Jesús como verdadera “verdad” de la vida. Por eso mismo,
los autores de San Juan se inspiran en la Sabiduría divina a la hora de
interpretar el AT y de lo que Jesús ha venido hacer como Palabra encarnada. En
el AT se hablaba de la Sabiduría divina que habría de venir a este mundo (cf
Pro 1,20ss; 8; 9,1ss; Eclo 24,3ss.22ss; Sab 7,22-8,8; 9,10.17) como Palabra
para iluminar en enseñar la forma de llevar a cabo el proyecto salvífico de
Dios. Por eso mismo, en este discurso de Jn 6 se tienen muy en cuenta estas
tradiciones sapienciales como de más alto valor que el mismo cumplimiento de
los preceptos de la Ley. Y en Jn 6 se está pensando que Jesús, la Palabra
encarnada, es la realización de ese proyecto sapiencial de Dios.
2. El evangelio de hoy nos introduce en un segundo
momento del discurso del pan de vida. Como es lógico, Juan está discutiendo con
los «judíos» que no aceptan el cristianismo, y el evangelista les propone las
diferencias que existen, no solamente ideológicas, sino también prácticas. Su
cristología pone de manifiesto quién fue Jesús: un hombre de Galilea, de
Nazaret, hijo de José según se creía ¿cómo puede venir del cielo? Es la misma
oposición que Jesús encuentra cuando fue a Nazaret y sus paisanos no lo
aceptaron (Mc 6,1ss). Las protestas de los oyentes le da ocasión al Jesús
joánico, no de responder directamente a las objeciones, sino de profundizar más
en el significado del pan de vida (que al final se definirá como la
eucaristía). Pero ahí aparece una de las fórmulas teológicas joánicas de más
densidad: yo soy el pan de vida. Y así, el discurso sapiencial se hace discurso
eucarístico.
3. La presencia personal de Jesús en la eucaristía,
pues, es la forma de ir a Jesús, de vivir con Él y de El, y que nos resucite en
el último día. El pan de vida nos alimenta, pues, de la vida que Jesús tiene
ahora, que es una vida donde ya no cabe la muerte. Y aunque se use una
terminología que nos parece inadecuada, como la carne, la «carne» representa
toda la historia de Jesús, una historia de amor entregada por nosotros. Y es en
esa historia donde Dios se ha mostrado al hombre y les ha entregado todo lo que
tiene. Por eso Jesús es el pan de vida. Harían falta muchas más páginas para
poder exponer todo lo que el texto del evangelio de hoy proclama como “discurso
de revelación”. El pan de vida, hace vivir. Esta es la consecuencia lógica.
Casi todos los autores reconocen que estamos ya ante la parte eucarística de Jn
6.
4. Aparece aquí, además, uno de los puntos más
discutidos de la teología joánica: la escatología, que es presentista y futura
a la vez. La vida ya se da, ya se ha adelantado para los que escuchan y “comen”
la “carne” (participación eucarística”). Pero se dice, a la vez, que será “en
el último día”. Esto ha traído de cabeza a muchos a la hora de definir qué
criterios escatológicos se usan. Pero podemos, simplificando, proponiendo una
cosa que es muy importante. La vida que se nos da en la eucaristía como
participación en la vida, muerte y resurrección de Jesús no es un simulacro de
vida eterna, sino un adelanto real y verdadero. Nosotros no podemos gustarla en
toda su radicalidad por muchas circunstancias de nuestra vida histórica. La
eucaristía, como presencia de la vida nueva que Jesús tiene como resucitado, es
un adelanto sacramental en la vida eterna. Tendremos que pasar por la muerte
biológica, pero, desde la fe, consideramos que esta muerte es el paso a la vida
eterna. Y en la eucaristía se puede “gustar” este misterio.