DOMINGO 31 DEL TIEMPO ORDINARIO
En el Evangelio de este domingo, cuando
Jesús es interrogado acerca del mandamiento más importante contesta recitando
la "shemá". Y añade que el segundo es amar al prójimo como a uno
mismo. En esto se encierra toda la Ley y los Profetas. Amar a Dios sobre todas
las cosas y amarlo con todas las fuerzas de nuestro ser, he aquí el mandamiento
primero que hemos de tener siempre en cuenta. Sólo Dios puede ocupar el centro
de nuestro corazón, sólo él ha de ser amado por encima de todo. Ninguna
criatura, ningún bien por grande que sea, puede sustituir el amor que a Dios
debemos. Son tan decisivas estas palabras para la vida, y para la muerte, del
hombre que nunca se pueden olvidar. De ellas depende nuestra salvación temporal
y eterna, nuestra dicha
terrena y celestial. Amar a
Dios y al prójimo, he aquí el resumen y la síntesis
de toda la Ley de Dios. El que
ama a Dios, necesariamente ha de amar a las criaturas que han salido de sus
manos, máxime a los hombres, que están llamados a ser sus hijos. Por otra parte
el que ama a su semejante nunca le
ofenderá en lo más mínimo. Si le ama de verdad
no se atreverá ni a pensar mal de él. Esto vale más que todo lo demás, que por
mucho que nos parezca valer, de nada vale si no hay amor. Las mayores hazañas y
los más grandes heroísmos, si no se hacen por amor de Dios, no son más que
meras anécdotas