martes, 5 de marzo de 2019

DOMINGO VIII DEL TIEMPO ORDINARIO

COMENTARIO AL EVANGELIO
LOS FRUTOS DE NUESTRA VIDA
1. La verdadera justicia comienza por uno mismo. Hemos de empezar por juzgarnos a nosotros mismos antes de juzgar a los demás, hemos de corregirnos a nosotros mismos antes de pretender corregir a los demás. Qué fácil es exigir a los demás, cuando nosotros no hacemos muchas veces ni la mitad de lo que exigimos a otros. Si queremos que las cosas vayan bien, si deseamos que el mundo o la misma Iglesia funcionen mejor, comencemos por cambiarnos a nosotros mismos y pongámonos en camino de conversión, y después estaremos en disposición de ayudar a otros a que se corrijan.
2. ¿De qué tenemos lleno el corazón? Jesús, a continuación, nos invita a preguntarnos qué tenemos en nuestro interior, en nuestro corazón. Pues “de lo que rebosa el corazón habla la boca”. Si queremos un criterio que nos ayude a conocer qué tenemos en nuestro corazón, fijémonos en las cosas que decimos. ¿De qué cosas solemos hablar?, ¿cuáles son nuestros temas habituales de conversación? Así es como sabremos si nuestro corazón está lleno de amor y de compasión hacia los demás o más bien está lleno de juicios; o si en verdad está lleno de Dios o más bien está lleno de las cosas del mundo. Jesús nos recuerda que cada árbol da el fruto que le corresponde, y que de un árbol bueno se espera que dé fruto bueno. Por ello, hoy es un buen día, cercanos ya a la Cuaresma, para que nos preguntemos: ¿cuáles son los frutos que estoy dando?
3. Dios nos da la victoria sobre el mal y sobre la muerte. Si deseamos dar los buenos frutos que Dios espera de nosotros, lo primero que hemos de hacer es acercarnos a Él, con un corazón sencillo y humilde, para que Él llene nuestro corazón de la bondad y del amor.
Este tiempo de Cuaresma, que estamos ya cercanos a comenzar, es un tiempo propicio de conversión para acercarnos de nuevo a Dios y dejar que Él nos transforme, que nos ayude a quitar las “vigas” que tenemos en nuestros ojos, que llene nuestro corazón de amor y de misericordia, pues es Él quien ha muerto por nosotros en la cruz y es Él quien nos da la salvación.

DOMINGO VI DE PASCUA