DIOS QUIERE ABRIRNOS EL CORAZÓN UNA VEZ MÁS
Un domingo más, hemos escuchado la palabra de Dios, que es como un
faro que nos guía en el camino de nuestra vida. Y en este tiempo preciso
de nuestra vida, Dios quiere abrirnos el corazón una vez más, para que
su palabra entre en nosotros, y así podamos celebrar llenos de alegría la
Eucaristía.
1. ¿Quién comprende lo que Dios quiere? En la primera lectura, del libro
de la Sabiduría, escuchamos esta frase: “¿Quién comprende lo que Dios
quiere?”. Esta pregunta se la hizo un sabio del Antiguo Testamento. Y
más adelante añade que nadie puede conocer sus designios si Él no nos
da su sabiduría y nos envía el Espíritu Santo desde el cielo. Por ello, el
hombre, por sí sólo, es incapaz de conocer y comprender los designios
de Dios. Si leemos y meditamos cada día el Evangelio, con la ayuda del
Espíritu Santo, encontraremos allí una respuesta a esta pregunta que
cada uno de nosotros hemos de hacernos: ¿Qué es lo que Dios quiere, y
qué es lo que quiere de mí? En el Evangelio de hoy, Jesús nos recuerda
qué hemos de hacer, y qué hemos de dejar atrás, para ser sus discípulos.
2. ¿Quién puede ser discípulo del Señor? Cada vez que Jesús habla en el
Evangelio de seguimiento, de ir con Él, tras de Él, habla con mucha exigencia. Y es que no se puede seguir al Señor haciendo cada uno lo que
quiera. Es necesario dejar otras cosas atrás para poderle seguir. “Quien
quiera venir conmigo, dijo Jesús en una ocasión, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga”. Seguir a Jesús es optar por Él,
y para ello hemos de renunciar a otras cosas que nos impiden seguirle de
verdad. Seguir a Jesús requiere despegarse de otras cosas. No podemos
seguir a Jesús si no renunciamos a nosotros mismos, es decir, si no dejamos de ser los protagonistas de nuestra vida para que el protagonista
sea Dios, si no dejamos de hacer sólo aquello que a nosotros nos gusta, o
nos interesa, para así poder hacer aquello que Dios quiere de nosotros.
EL discípulo es el que sigue a su maestro, y Jesús nos mostró que el verdadero camino es el de la cruz. Por eso, para ser discípulos de Cristo,
hemos de tomar también nosotros nuestra cruz y así seguirle auténticamente.
Vamos a celebrar la Eucaristía. En este encuentro maravilloso con Cristo,
que se entrega por nosotros, escuchamos una vez más lo que Dios quiere
de nosotros: que le sigamos, que seamos sus discípulos y que le imitemos.