lunes, 3 de febrero de 2020

FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

EL ANCIANO SIMEÓN Y EL SENTIDO DE LA VIDA 
En este Domingo cuarto del Tiempo Ordinario, este año coincide con la fiesta de la Presentación del Señor en el Templo de Jerusalén. Es todo un mensaje de abandono en la voluntad de Dios, y de reconocer que nuestras peticiones a Él, siempre son escuchadas y cumplidas, aunque sea tarde para nuestra forma de pensar. 1.- “Ahora, Señor, según tu promesa puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador”. Cuando el anciano Simeón tomó al niño en sus brazos, sintió profundamente en su alma que en ese momento se estaba cumpliendo la promesa hecha por Dios al pueblo de Israel: aquel niño era el Mesías, el Salvador que alumbraría el camino de todos los pueblos para llegar a Dios. El anciano Simeón era un hombre “justo y piadoso”, que se había pasado la vida aguardando ese momento: “ver al Mesías del Señor, al consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él”. En el mismo momento en el que el anciano Simeón vio cumplida la promesa del Señor, entonó el “ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz”. Muchos de nosotros hemos conocido a algunas personas mayores, abuelos, padres, hermanos, que, en los momentos últimos de su vida, se han sentido profundamente agradecidos a Dios y en paz consigo mismo, porque sentían que ya habían cumplido la misión para la que el Señor les había enviado a este mundo. Sí, habían cumplido su misión, la vida había tenido sentido para ellos, no habían vivido en balde y estérilmente. Esto es algo a lo que debemos aspirar todos: a cumplir la misión que Dios nos ha encomendado en esta vida, sea la misión que sea. Que nuestra vida tenga y haya tenido un sentido, tratando de ser siempre fieles al sentido, a la vocación, que el Señor nos ha dado. Todos hemos nacido con una vocación determinada por Dios; seamos fieles a nuestra vocación, cumplamos el sentido de nuestra vida, y, al final, podremos entonar en paz y agradecidos, como el anciano Simeón. Para conseguir esto, pidamos al Señor que el Espíritu Santo more siempre en nosotros. 2.- “De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis”. Para nosotros, los cristianos, fue Jesús de Nazaret la persona en la que se cumplió plenamente esta profecía de Malaquías: Cristo no sólo entró en el santuario, sino que él mismo fue el auténtico santuario donde se manifestó el Padre. Por eso, uniendo las profecías de Malaquías y la del anciano Simeón, para nosotros Jesús es el auténtico Salvador, el Salvador de todos los pueblos.