“CONVERTÍOS Y CREED LA BUENA NOTICIA”
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Jonás 3, 1-5.10 ● “Los ninivitas se convirtieron de su mala vida”
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Salmo 24 ● ”Señor, enséñame tus caminos”
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1 Corintios 7, 29-31 ● “La presentación de este mundo se termina”
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Marcos 1, 14-20 ● “Convertíos y creed la Buena Noticia”
Después de ser Juan encarcelado, Jesús fue a Galilea a predicar el
evangelio de Dios; y decía: «Se ha cumplido el tiempo y el reino de Dios está
cerca. Arrepentíos y creed en el evangelio».
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de
Simón, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo:
«Venid conmigo y os haré pescadores de hombres».
Al instante dejaron las redes y lo siguieron. Fue más adelante, y vio a
Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también dentro de la
barca, remendando sus redes, y al punto los llamó. Ellos, dejando a su padre
Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron.
Marcos 1, 14-20
¿POR DÓNDE EMPEZAR?
VER
En la novela “Quo Vadis?” hay un momento en el que el apóstol Pedro
contempla la ciudad de Roma: “Pensaba en la inmensidad y el poderío de aquella
metrópoli, a la que había venido a anunciar la palabra divina (…) y así hablaba
al Maestro desde lo íntimo de su alma: «¡Oh Señor! ¿Cómo he de empezar mi tarea
en esta ciudad, a la que me has enviado? ¿Por dónde he de empezar?»” Esta
experiencia es común a todos aquéllos que se toman en serio su fe en Cristo,
sea cual sea su estado o condición. El domingo pasado decíamos que debíamos
convertirnos nosotros en “contagiadores de fe” para otros, pero la mayoría
vivimos una realidad en la que nuestra familia o amigos, el ambiente de trabajo
o de estudios, y la sociedad en general… no comparte nuestra fe, incluso a menudo
la rechaza. Nos sentimos “pequeños”, no sólo en número, sino también porque
sabemos que tenemos que anunciar el Evangelio, ser testigos de Cristo, pero no
sabemos por dónde empezar dicho anuncio, sobre todo en estas circunstancias.
JUZGAR
Debemos tener en cuenta que, como dijo el Papa Francisco, “no hay que
pensar que el anuncio evangélico deba transmitirse siempre con determinadas
fórmulas aprendidas, o con palabras precisas que expresen un contenido
absolutamente invariable. Se transmite de formas tan diversas que sería
imposible describirlas o catalogarlas” (EG 129). Pero la Palabra de Dios de
este domingo nos ofrece algunas pistas al respecto.
En primer lugar, que el anuncio del Evangelio requiere dinamismo (como
dijimos en la fiesta de la Epifanía); en la 1ª lectura hemos escuchado que
Jonás fue a Nínive, como le había mandado el Señor. Comenzó Jonás a entrar por
la ciudad y caminó durante un día pregonando; y en el Evangelio hemos
contemplado a Jesús que, pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su
hermano Andrés (…) y les dijo: Venid conmigo… Como dijo D. Xavier Morlans,
profesor de la Facultad de Teología de Cataluña, en el Congreso de Laicos que
tuvo lugar en Madrid en febrero de 2020: “la experiencia cristiana no nace ni
por generación espontánea ni por iluminación ni por simple contacto físico con
otro cristiano, sino que requiere la propuesta oral –precedida y acompañada
siempre del mejor testimonio de vida y en un contexto dialogal– de alguien que
nos invita a iniciar una relación personal con Cristo como camino, verdad y
vida”.
Por tanto, la primera pista para llevar a cabo el anuncio del Evangelio es
dejar de vivir la fe de un modo intimista, casi oculto, sin que “se nos note”
fuera del templo, para pasar a mostrarnos abiertamente como cristianos en los
ambientes en donde se desarrolla nuestra vida cotidiana, compartiendo y
proponiendo, con humildad y naturalidad, lo que es y supone ser cristianos.
Pero surge una nueva duda: ser cristianos tiene muchas dimensiones, muchos
contenidos… ¿Por dónde empezamos a proponerlos? Y aquí encontramos la segunda
pista: en el Evangelio Jesús comenzó proclamando algo muy escueto: está cerca
el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia. Para empezar a anunciar
el Evangelio, no nos compliquemos la vida. Como nos dice el Papa Francisco,
“todas las verdades reveladas proceden de la misma fuente divina y son creídas
con la misma fe, pero algunas de ellas son más importantes por expresar más
directamente el corazón del Evangelio (EG 36). Por eso, “el anuncio se
concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo
y al mismo tiempo lo más necesario” (EG 35) ¿Y qué es lo esencial del anuncio
del Evangelio? “Su centro y esencia es siempre el mismo: el Dios que manifestó
su amor inmenso en Cristo muerto y resucitado” (EG 11). “Jesucristo te ama, dio
su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte,
para fortalecerte, para liberarte”. (EG 164).
ACTUAR
Estas pistas para anunciar el Evangelio suponen para nosotros unas
llamadas: ¿Cómo vivo mi fe? ¿De un modo privado, intimista, o “se me nota” que
soy cristiano? ¿Sé qué es lo esencial del anuncio del Evangelio? ¿Aprovecho los
recursos que la parroquia me ofrece (oraciones, retiros, Equipos de Vida,
charlas, encuentros…) para saber dar razón de mi fe ante los demás?
Es lógico que nos preguntemos “por dónde empezar” a anunciar el Evangelio.
Pero como decía San Pablo en la 2ª lectura, el momento es apremiante.
Sintámonos llamados y enviados por el Señor, como Jonás, Simón, Andrés,
Santiago, Juan… porque “la pandemia sigue causando heridas profundas,
desenmascarando nuestras vulnerabilidades. Son muchos los difuntos, muchísimos
los enfermos, en todos los continentes. Muchas personas y muchas familias viven
un tiempo de incertidumbre, a causa de los problemas socio-económicos, que
afectan especialmente a los más pobres. Por eso debemos tener bien fija nuestra
mirada en Jesús (cfr. Hb 12, 2) y con esta fe abrazar la esperanza del Reino de
Dios que Jesús mismo nos da”. (Papa Francisco, Audiencia 5-8-20) .