- Lectura del primer libro de Samuel 3, 3b-10. 19
· - Salmo 39, 2 y 4ab. 1. 8-9. 10 R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
· - Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 6, 13c-15a. 17-20
Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 35-42
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «Qué buscáis?». Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?». Él les dijo: «Venid y veréis». Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora décima.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)». Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce: Pedro)».
● “Vieron dónde vivía y se quedaron con Él” Jesús aparece viniendo hacia Juan Bautista, aquel que representa las esperanzas de Israel: “Viene” a hacer realidad que el dominio del pecado será quitado del mundo como había anunciado el profeta Isaías
VER:
Una de las grandes preocupaciones de este tiempo de pandemia es saber si, en un momento dado, hemos dado positivo en coronavirus. Las nuevas cepas del virus, las aglomeraciones navideñas, la irresponsabilidad de muchos… provocaron un aumento del índice de contagios por lo que muchas personas, sobre todo antes de algún desplazamiento o de participar en las reuniones familiares, decidieron hacerse un análisis para comprobar si daban positivo o no.
JUZGAR:
Hoy, en la liturgia, hemos comenzado el llamado “tiempo ordinario”, durante el cual no celebramos ningún aspecto concreto de nuestra fe, sino que vamos siguiendo al Señor como discípulos y apóstoles, intentando vivir en santidad en nuestra vida cotidiana, “ordinaria”. Las celebraciones vinculadas a la Navidad nos parecen ya algo pasado, pero ahora, al volver al ritmo habitual de la vida, la Palabra de Dios nos invita a “hacernos un análisis” para ver si “damos positivo” en Cristo, si “nos hemos contagiado” de Él durante la pasada Navidad. En la primera lectura y en el Evangelio hemos visto varios casos que “han dado positivo”: Samuel, Andrés, Juan, Simón… y todos tienen un denominador común: ha sido otro quien les ha “contagiado” de Dios. En la 1ª lectura, el sacerdote Elí es quien indica a Samuel: Si te llama alguien, responde: “Habla, Señor, que tu siervo te escucha”. Y en el Evangelio hemos visto una cadena de contagios: Juan el Bautista dice a dos de sus discípulos: Éste es el Cordero de Dios. Y los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús… y se quedaron con Él aquel día. Y después, Andrés encontró a su hermano Simón… y lo llevó a Jesús. Para saber si “damos positivo” en Cristo, pensemos si hemos estado en contacto con “contagiadores”. Si miramos a Samuel, ¿pregunto a sacerdotes o personas consagradas cómo reconocer la voz de Dios, que me llama? En el caso de Andrés y Juan, es el Bautista quien les señala a Jesús, que pasaba: ¿presto atención a quienes me indican por dónde pasa Jesús hoy? Andrés es quien dice a Simón: Hemos encontrado al Mesías… Y lo llevó a Jesús: ¿Tengo personas en mi entorno cercano que se han encontrado con Cristo? ¿Alguien me ha invitado alguna vez a participar en alguna celebración, reunión, encuentro…, en la parroquia o en la diócesis? Todos ellos acaban “dando positivo” en Dios: Samuel crecía, Dios estaba con él. Juan, Andrés y Simón se convierten en discípulos suyos; y en Simón el “positivo” es tan fuerte que incluso le cambia el nombre: Tú eres Simón… tú te llamarás Cefas (que significa Pedro). .
ACTUAR:
Después de haber celebrado en Navidad el nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre, para que nos podamos encontrar personalmente con Él, para saber si “hemos dado positivo”, tenemos que hacernos un “análisis”: Pensemos si notamos que crecemos en nuestra fe, si experimentamos que el Señor está con nosotros, o somos todavía “niños” en la fe. Pensemos también en cómo vivimos nuestro discipulado, si tenemos la actitud de búsqueda de Andrés y Juan, si nos interesa conocer mejor al Señor (¿dónde vives?) o nos limitamos a “cumplir”. Ellos fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día. Pensemos si tenemos disponibilidad para acudir a convocatorias, encuentros, retiros, celebraciones, oraciones, reuniones… Si “nos quedamos con el Señor”, sin prisa, o bien “nunca tenemos tiempo” para Él. Pedro, tras encontrarse con Cristo, recibe un nuevo nombre. ¿El encuentro con Cristo me ha cambiado sustancialmente, o en realidad sigo siendo el mismo? El nombre también nos identifica frente a otros. ¿Mi fe cristiana “me identifica”, doy buen testimonio, “se me nota” la fe en Cristo? Hagámonos este análisis para saber si “hemos dado positivo”; a lo mejor somos “asintomáticos”, porque se nos ha olvidado lo que san Pablo ha dicho en la 2ª lectura: ¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Acabamos de celebrar que la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros; ojalá “demos positivo” en Cristo para convertirnos también nosotros en contagiadores de otros, y así puedan encontrarse con Jesús, el Dios hecho hombre por nosotros y por nuestra salvación.