“LE DESAPARECIÓ Y LA LEPRA Y QUEDÓ LIMPIO”
14 de febrero de
2021 (VI Domingo del tiempo ordinario)
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Levítico 13, 1-2.44-46 ● “El leproso vivirá solo y tendrá su morada fuera
del campamento”
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Salmo 31 ● ”Tú eres mi refugio; me rodeas de cantos de liberación”
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1 Corintios 10,31-11,1 ● “Seguid mi ejemplo como yo sigo el de Cristo”
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Marcos 1, 40-45 ● “Le desapareció y la lepra y quedó limpio”
Se acercó a él un leproso, se puso de rodillas y le dijo: «Si quieres,
puedes limpiarme». Él, compadecido, extendió la mano, lo tocó y le dijo:
«Quiero, queda limpio». Y al instante quedó limpio de su lepra. Luego lo
despidió, advirtiéndole severamente: «Mira, no se lo digas a nadie; pero anda,
muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que ordenó Moisés para que les
conste tu curación». Mas él, en cuanto se retiró, comenzó a divulgar a voces lo
ocurrido, de manera que ya no podía Jesús entrar públicamente en ciudad alguna,
sino que andaba fuera de poblado, en lugares solitarios, y acudían a él de
todas partes.
Marcos 1, 40-45
¿SERÁ QUE NO QUIERE?
VER
En poblaciones con un alto índice de contagio por coronavirus, una de las
medidas es el cierre perimetral: nadie puede entrar o salir sin causa
justificada. También cuando una persona da positivo en coronavirus, o ha estado
en contacto estrecho con alguien infectado, o simplemente presenta síntomas
propios del coronavirus, si no requiere hospitalización, una de las primeras
medidas es el confinamiento domiciliario, para que no contagie a otras
personas. Para evitar el contacto, normalmente se le deja la comida, la ropa,
etc., en la puerta de su habitación o domicilio y luego esta persona lo recoge.
Quienes han vivido esta situación sufren además porque sienten que las horas y
los días se hacen eternos y echan en falta salir y relacionarse con seres
queridos.
JUZGAR
Podemos
imaginarnos el enorme sufrimiento físico y moral de los enfermos, que se veían
marginados y rechazados sin saber cuánto iba a durar su situación puesto que,
al no haber tratamiento, era raro que la enfermedad se curase de forma natural
y sólo cabía esperar un milagro.
Y
precisamente en el evangelio hemos escuchado el milagro de la curación de un
leproso, que se acercó a Jesús suplicándole de rodillas: Si quieres, puedes
limpiarme. Y Jesús, sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó diciendo:
“Quiero, queda limpio”. También resulta inevitable comparar esta escena con
tantas personas creyentes que están contagiadas y hacen al Señor esa misma
súplica: “Si quieres, puedes curarme…” Y lo mismo con tantos creyentes que,
ante la situación mundial, dicen al Señor: “Si quieres, puedes hacer que esto
pase…”
Pero
como no se ve el final de la pandemia, también inevitablemente surgen
preguntas: “¿Es que el Señor no siente lástima ante tanto sufrimiento? ¿Será
que no quiere curarnos?” Unas preguntas humanamente muy lógicas, pero cuya
respuesta va más allá de nuestra lógica y nos invitan a entrar en el misterio
de Dios manifestado en Jesús. Como escuchábamos el domingo pasado, le llevaron todos los enfermos, pero Él curó a muchos, no a todos, porque las curaciones y
otros milagros que Jesús realizó fueron para manifestar que Dios estaba presente
en Él, que el Reino de Dios había llegado. Por eso Jesús pide al leproso: No se
lo digas a nadie… porque no quiere aparecer como un “milagrero” y que la gente
acuda a Él buscando sólo el bienestar físico sin buscar el bien del alma ni el
Reino de Dios.
No es
que Jesús “no quiera” hacer hoy el milagro. Es que, hoy también, lo que quiere
es que creamos en Él y descubramos el verdadero rostro de Dios que, más allá de
nuestra lógica y de nuestras expectativas, no elimina la cruz sino que pasa por
ella para vencerla, solidarizándose con nuestra situación de dolor y
sufrimiento para sanar también nuestra alma.
Por
eso, antes de curar al leproso, Jesús hizo un gesto clave: extendió la mano y
lo tocó, algo impensable, contrario a la Ley, pero está manifestando la
cercanía de Dios ante quienes por cualquier causa están marginados,
descartados. Y hoy sigue “tocando” de muchas formas y a través de muchas
personas a quienes por cualquier causa sufren en su cuerpo o en su
espíritu.
ACTUAR
A veces parece que Dios no nos escucha, pero su silencio es también una
respuesta. Por eso, sea cual sea nuestra situación, la Palabra de Dios hoy nos
recuerda que no es que el Señor “no quiera” nuestra curación, sino que hoy como
entonces nos invita a descubrir los signos de su cercanía, para que creamos en
Él y le sigamos, también cuando sufrimos cualquier forma de cruz.