“DESTRUID ESTE TEMPLO Y EN TRES DÍAS LO LEVANTARÉ”
7 de marzo de 2021 III Domingo de Cuaresma
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Éxodo 20, 1-17 ● “La Ley fue dada por Moisés”
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Salmo 18 ● ”Señor, Tú tienes palabras de vida eterna”
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1 Corintios 1, 22-25 ● “Predicamos a Cristo crucificado”
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Juan 2, 13-25 ● “Destruid este templo y en tres días lo levantaré”
Se acercaba la pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén, y halló en el templo vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y cambistas en sus puestos. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del templo, con las ovejas y los bueyes; esparció por el suelo las monedas de los cambistas y volcó las mesas. Dijo a los vendedores de palomas: «Quitad esto de aquí; no hagáis de la casa de mi Padre un mercado». Sus discípulos se acordaron que está escrito: El celo de tu casa me devora. Entonces los judíos dijeron: «¿Qué señal nos das para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré». Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años se tardó en construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que ya lo había dicho, y creyeron en la Escritura y en la palabra de Jesús. Mientras estaba Jesús en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en él al ver los milagros que hacía; pero Jesús no se fiaba de ellos, pues los conocía a todos. No necesitaba que le informasen de nadie, pues él conocía muy bien el interior del hombre.
Juan 2, 13-25
“PREDICAR A CRISTO CRUCIFICADO”
VER
Desde hace tiempo, en diferentes reuniones y encuentros eclesiales, al constatar la difícil realidad que estamos viviendo en la Iglesia, en nuestras parroquias, asociaciones, movimientos, diócesis… y también en la sociedad, no faltan quienes, en un momento dado, dicen: “Hay que ser positivos, optimistas, dejemos de hablar en negativo”. Sin embargo, la realidad es la que es, y pretender disfrazarla u ocultarla con mensajes supuestamente “positivos” es no querer ver las cosas tal como son, porque nos sentimos impotentes ante ellas y preferimos no pensar y evadirnos.
JUZGAR
Desde el Miércoles de Ceniza estamos diciendo que la Cuaresma, esta Cuaresma que estamos viviendo en la dura y difícil situación personal, familiar, laboral, eclesial, social, económica, sanitaria, política… es un tiempo favorable, de salvación, pero eso no significa que queramos “ser positivos y optimistas” hablando fácilmente de esperanza, de la alegría de la Pascua… porque la realidad es la que es y, como dijo el Papa Francisco, “la esperanza no es optimismo, no es esa capacidad de mirar las cosas con buen ánimo e ir adelante, y no es tampoco sencillamente una actitud positiva. Esto es algo bueno, pero no es la esperanza” (29 octubre 13).
La Cuaresma contiene un mensaje de esperanza porque su final es la
Resurrección de Cristo, y “la esperanza se diferencia del mero optimismo, según
el cual las cosas acaban siempre por arreglarse de alguna manera. La esperanza
va mucho más lejos y es más profunda. Es la certeza de que la monotonía triste
y el peso de la vida diaria, la desigualdad y la injusticia del mundo, la
realidad del mal y del sufrimiento no van a tener la última palabra”.
Por eso, si queremos hacer llegar a las personas de hoy el mensaje de esperanza
de la Cuaresma, de modo que resulte significativo para ellas, las palabras de
Pablo en la 2ª lectura tienen que resonar con toda su fuerza: Nosotros
predicamos a Cristo crucificado: escándalo… necedad… pero para los llamados…
fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
Pero como hemos dicho, predicar a Cristo crucificado sigue provocando
escándalo y parece necedad, porque la cruz es algo malo y simboliza todo el mal
del mundo y “hay que ser positivos y optimistas”., pero nosotros no predicamos
“la cruz” sola: nosotros predicamos a Cristo crucificado. El Hijo de Dios hecho
hombre clavado en la cruz es la manifestación plena del poder del amor que,
“crucificado”, en esa aparente debilidad, es lo único capaz de triunfar sobre
el mal en cualquiera de sus formas. La “sabiduría de la cruz” consiste en que,
ahí donde sólo parece haber fracaso, dolor, derrota, precisamente allí está
todo el poder del Amor de Dios, en medio de tanta negatividad.
Por eso, no hay que ocultar la cruz o evitar mirarla con la excusa de “ser
positivos”: hay que predicar a Cristo crucificado, hay que mostrar que Cristo
está ahí, en la cruz y con los crucificados, porque Cristo crucificado
manifiesta de verdad quién es Dios y cómo es su amor que, por nosotros y por
nuestra salvación, llega hasta la cruz.
La Cuaresma es un tiempo privilegiado para profundizar en la sabiduría de
la Cruz, en Cristo Crucificado y, desde Él, desde la cruz, encontrar la
verdadera esperanza. Y particularmente nuestros templos deberían ser el espacio
adecuado para encontrarnos con el Señor crucificado. Por eso, “no convirtamos
en un mercado la casa del Padre”, como ha denunciado Jesús en el Evangelio,
olvidándonos de los “crucificados”, descuidando el ambiente de silencio y
recogimiento. Que nuestros templos sean “casas de oración” para contemplar a
Cristo crucificado y, en Él, a todos los crucificados, y así penetrar en el
misterio y la sabiduría de la Cruz.
Cristo crucificado es la imagen del amor extremado de Dios hacia nosotros.
Por eso, ante tantas cruces, nosotros predicamos a Cristo crucificado, fuerza
de Dios y sabiduría de Dios, porque “la fe nos muestra a Dios que nos ha dado a
su Hijo y así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad
que Dios es amor. De este modo transforma nuestra impaciencia y nuestras dudas
en la esperanza segura de que el mundo está en manos de Dios y que, no obstante
las oscuridades, al final vencerá Él”. (Benedicto XVI, “Dios es amor”, 39).