Salmo 4.-”Haz brillar sobre
nosotros la luz de tu rostros, Señor”
Hechos.- 3, 13-12, 17-19 “Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los
muertos
1 Juan 2, 1-5a “Él es víctima de propiciación por nuestros pecados”
Lucas 24, “Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos
al tercer día”
Ellos
contaron lo del camino y cómo lo reconocieron al partir el pan. Estaban
hablando de todo esto, cuando Jesús mismo se presentó en medio de ellos y les
dijo: «La paz esté con vosotros». Aterrados y llenos de miedo, creían ver un
espíritu. Él les dijo: «¿Por qué os asustáis y dudáis entro de vosotros? Ved
mis manos y mis pies. Soy yo mismo. Tocadme y ved que un espíritu no tiene
carne ni huesos, como veis que yo tengo». Dicho esto, les mostró las
manos y los pies. Y como ellos no creían aún de pura alegría y
asombro, les dijo: «¿Tenéis algo de comer?».Le dieron un trozo de pez asado. Lo
tomó y comió delante de ellos. Luego les dijo: «De esto os hablaba cuando estaba
todavía con vosotros: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito
acerca de mí en la ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos». Entonces
les abrió la inteligencia para que entendieran las Escrituras. Y les dijo:
«Estaba escrito que el mesías tenía que sufrir y resucitar de entre los muertos
al tercer día, y que hay que predicar en su nombre el arrepentimiento y el
perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando por
Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas.
Lc 24, 35-48
VER:
El filósofo Friedrich
Nietzsche publicó en 1882 su obra “La gaya ciencia”, una de cuyas frases más
conocidas es: “Dios ha muerto. Sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado”. El
autor recoge una corriente de pensamiento que ya se había ido gestando desde
tiempo atrás y que desemboca en el nihilismo: Dios había ido dejando de ser el
fundamento de la moral y de los principios que rigen la vida humana. “Dios ha
muerto” porque ya no es la base que da sentido al mundo y a la existencia, y
los seres humanos ahora son “libres” para vivir sin esa referencia al “más
allá” y ser ellos mismos quienes establezcan los valores y el sentido de la
existencia. Desde entonces, esta idea ha continuado presente, considerando la
religión como algo anacrónico o una forma de no querer afrontar la
desesperación que provoca la dura realidad del vacío existencial.
JUZGAR:
Esta corriente de
pensamiento, en todas sus variantes y ramificaciones, supone un serio
cuestionamiento a nuestra fe, más aún en estos tiempos de pandemia, en los que
muchos se preguntan dónde está Dios y cómo conjugar la idea de un Dios bueno
con tanto dolor y sufrimiento. Y concluyen que Dios no existe, “ha muerto” y no
hay que esperar ya nada de Él. Esto también puede afectarnos a nosotros. Aunque
nos consideremos “creyentes” y aunque hagamos oración y participemos en la
Eucaristía, ante la aparente ausencia de Dios podemos sentirnos como los
discípulos en el Evangelio, que creían ver un fantasma. Y aunque mantengamos
las formas religiosas, caemos en un ateísmo práctico, que es peor, viviendo
como si Dios no existiera. Por eso, hoy cobran especial fuerza las palabras de
Pedro en la 1ª lectura: matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de
entre los muertos y nosotros somos testigos. El tiempo de Pascua deberíamos
vivirlo como lo que es: el tiempo verdaderamente “fuerte” del año litúrgico,
porque la Resurrección de Cristo es lo que da sentido a todo lo demás. Y este
tiempo debería servirnos para profundizar en las razones por las que creemos en
la Resurrección de Cristo. San Pedro habla de “ser testigos”. Un testigo no es
alguien que habla de sus ideas o de lo que otros le han dicho; un testigo es
alguien que tiene un conocimiento directo de algo, en este caso, de la
Resurrección de Cristo. Un conocimiento que va más allá de sus sentimientos o
experiencias personales que, aun siendo reales, pueden ser interpretados
erróneamente, como hemos escuchado en el Evangelio. Los discípulos están viendo
a Jesús, en carne y hueso, sus manos y sus pies, Él comió delante de ellos,
pero como no acababan de creer y seguían atónitos, hacía falta algo más: Les
abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Jesús Resucitado es el
cumplimiento de todas las promesas recogidas en las Escrituras, y esto, junto a
la experiencia personal, convierte al discípulo en testigo. Ante tantos que
afirman que Dios ha muerto, el Señor cuenta con nosotros para que repitamos las
palabras de Pedro: matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de
entre los muertos y nosotros somos testigos. Y para ser testigos creíbles
debemos conocer las Escrituras, porque como escribió San Jerónimo: “Desconocer
la Escritura es desconocer a Cristo”. Y conocer las Escrituras no sólo en
cuanto a su contenido, sino también a su inspiración, interpretación, formación
del canon…
ACTUAR:
¿En alguna ocasión me
han dicho, o he pensado, “Dios ha muerto”? ¿Supe dar razón de mi fe? ¿Soy un
testigo creíble de la Resurrección de Cristo? ¿Conozco la Escritura? Cuando, de
forma directa o indirecta, desde muchos ámbitos se afirma que “Dios ha muerto”,
el tiempo de Pascua ha de servirnos para profundizar en las razones de nuestra
fe en Cristo Resucitado, para ser testigos, como Pedro, de que “Dios no ha
muerto” y proponer esta fe a los demás. Porque si no buscamos las razones de
nuestra fe, como escribió el Papa Francisco en “Christus vivit”, “corremos el
riesgo de tomar a Jesucristo sólo como un buen ejemplo del pasado, como un
recuerdo, como alguien que nos salvó hace dos mil años. Eso no nos serviría de
nada” (124). Pero ante la desesperación, “si Él vive, entonces sí podrá estar
presente en tu vida, en cada momento, para llenarlo de luz. Así no habrá nunca
más soledad ni abandono” (125). Ante el vacío existencial y la ausencia de
sentido, “si Él vive eso es una garantía de que el bien puede hacerse camino en
nuestra vida, y de que nuestros cansancios servirán para algo. Entonces podemos
abandonar los lamentos y mirar para adelante, porque con Él siempre se puede”
(127