“EL BUEN PASTOR DA LA
VIDA POR LAS OVEJAS”
25 de abril de 2021 (IV
DOMINGO DE PASCUA)
Hechos 4, 8-12 ●
“Ningún otro puede salvar”
Salmo 117,
1.8-9.21-23.26.28-29 ● ”La piedra que desecharon los arquitectos es ahora
la piedra angular”
1 Juan 3, 1-2 ● “Veremos
a Dios tal cual es”
Lucas 10, 11-18●
“El buen pastor da la vida por las otras ovejas”
Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su
vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve
venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y
es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor, que conozco
a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco
al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son
de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá
un solo rebaño y un solo Pastor. Por eso me ama el Padre, porque yo entrego mi
vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego
libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este
mandato he recibido de mi Padre.
Juan 10, 11-18
“QUE QUEDE BIEN CLARO”
VER.-
Una tentación que tenemos es
“ponernos medallas”, es decir, atribuirnos hechos, acciones, palabras… que no
son nuestras ni nos corresponden, pero que nos hacen quedar bien ante los
demás. Esto es algo que hacemos pero que, a la vez, nos provoca rechazo cuando
otros se atribuyen méritos que son nuestros. Por eso en ocasiones queremos que
quede bien claro lo que nosotros hemos hecho o dicho, para que no haya lugar a
dudas o confusiones.
JUZGAR.-
En la 1ª lectura hemos escuchado unas palabras de Pedro. Antes del
pasaje que hemos leído, Pedro había curado a un cojo de nacimiento y las
autoridades lo interrogan. Pedro, desde su posición preeminente en la comunidad
cristiana, podría haberse atribuido el mérito de la curación para llamar la atención
de la gente y mostrarse como alguien con poder, pero su respuesta va en otra
dirección: quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el
Nombre de Jesucristo el Nazareno.
Al curar al cojo de nacimiento, Pedro le había dicho: No tengo plata
ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y
anda. Pedro es muy consciente de sus limitaciones, de las tres veces que negó a
Jesús, de cómo se entristeció cuando Jesús, ya resucitado, le preguntó por
tercera vez si lo amaba, y de su respuesta humilde: Señor, tú conoces todo, tú
sabes que te quiero. Por eso ahora no va a atribuirse méritos que no le
corresponden y quiere que quede bien claro que quien ha curado al cojo de
nacimiento es el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien Dios resucitó de entre
los muertos.
La actitud de Pedro es una lección para todos nosotros, en este cuarto
domingo de Pascua, en el que Jesús se nos muestra como el Buen Pastor. No
pensemos que ser “pastores” corresponde sólo a obispos, presbíteros y personas
de especial consagración, porque todos los bautizados, que somos y formamos la
Iglesia, estamos llamados a ser “pastores”. Todos tenemos cerca a alguien que
necesita nuestra atención y cuidado, nuestro testimonio, y cada día se nos presentan
oportunidades para ejercer ese pastoreo, pero ninguno de nosotros puede decir
de sí mismo: Yo soy el Buen Pastor.
Y es cierto que entre los miembros de la Iglesia hay ejemplos
admirables de entrega a los demás, pero en lo más cotidiano a veces no cuidamos
que quede bien claro que el Pastor es Jesús, no nosotros, y que lo que hacemos,
lo hacemos en su Nombre, no por nuestros méritos personales. No se trata de ir
pregonándolo constantemente; primero está el testimonio personal, como escribió
el Papa Francisco: “la comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en
la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la
humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente
de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas
escuchan su voz”. (Evangelii gaudium 24)
Pero, para que quede bien claro
Quien es el Pastor, hemos de estar dispuestos a manifestarlo con normalidad y
valentía, como Pedro, cuando alguien nos pregunte la razón de nuestro actuar,
porque “la Buena Nueva proclamada por el testimonio de vida deberá ser pues,
tarde o temprano, proclamada por la palabra de vida. No hay evangelización
verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las
promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios”. (Pablo VI,
Evangelii nuntiandi 22).
ACTUAR.-
¿En alguna ocasión me he atribuido hechos, acciones… para quedar bien
ante los demás? ¿Alguien se ha atribuido alguna acción mía? ¿Cómo me sentí? ¿Mi
actuar cotidiano deja bien claro que mi vida está guiada por Jesucristo? ¿En
alguna ocasión he hablado explícitamente de Él?
Todos los que somos y formamos la Iglesia estamos llamados a ser
pastores, a atender y cuidar a otros, pero no es suficiente “ser buenas personas”
y quedar nosotros bien ante los demás: debemos procurar que quede bien claro
que Cristo es el Buen Pastor y que Él es la razón de nuestro actuar.
La actitud de Pedro que hoy hemos contemplado es una llamada para que cuidemos tanto el testimonio que damos de Jesús Resucitado como el modo en que lo damos, para no “ponernos medallas” y que quede bien claro que Él es el centro, el Buen Pastor, y “que no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón. Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho más plena y que con Él es más fácil encontrarle un sentido a todo”. (Evangelii gaudium 266).