“RECIBID EL ESPÍRITU SANTO”
23 de mayo de 2021 (SOLEMNIDAD DE
PENTECOSTÉS)
Hechos 2,1-11 ● “Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a
hablar”
Salmo 103 ● ”Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra”
1 Corintios 12, 3b-7.12-13 ● “Hemos sido bautizados en un mismo
Espíritu, para formar un solo cuerpo”
Juan 20, 19-23 ● “Recibid el Espíritu Santo”
En la tarde de aquel día, el
primero de la semana, y estando los discípulos con las puertas cerradas por miedo
a los judíos, llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: « ¡La paz esté con
vosotros!». Y les enseñó las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de
alegría al ver al Señor. Él repitió: « ¡La paz esté con vosotros! Como el Padre
me envió a mí, así os envío yo a vosotros». Después sopló sobre ellos y les
dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les serán
perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos».
LA “NUEVA NORMALIDAD”
VER.-
Con motivo de la Solemnidad de Pentecostés, conmemorando la venida del
Espíritu Santo sobre la Iglesia naciente, hoy celebramos el día de la Acción
Católica y del Apostolado Seglar y, como todos los años, la Comisión de Laicos
de la Conferencia Episcopal Española ha publicado unos materiales que nos
invitan a descubrir la riqueza del laicado en la vida del Pueblo de Dios.
Además, esta Solemnidad la celebramos impulsados por el Congreso Nacional de
Laicos que se celebró en Madrid en febrero de 2020, y que fue vivido como un
renovado Pentecostés. En aquel encuentro hubo dos “claves de fondo” destacadas:
el discernimiento, es decir, la actividad y actitud para descubrir, por el
Espíritu, la presencia y voluntad de Dios en nuestra vida; y la sinodalidad, es
decir, caminar juntos.
La realidad mundial está toda
ella dominada por la pandemia de la covid-19, que ha invadido todos los
planteamientos sobre los que se asentaba una sociedad que creíamos
indestructible. Y surgen preguntas: ¿Qué repercusiones está teniendo en nuestra
manera de ver la vida y de conectarla con la fe? ¿Cómo nos ha afectado en el
campo personal, familiar, laboral, relacional, eclesial, etc.? ¿Cómo descubrir
la presencia de Dios en esta situación, cómo ha afectado a las seguridades y
actitudes en un modo de ser Iglesia acostumbrada a un contexto de cristianismo
sociológico?
JUZGAR.-
Para encontrar cauces de
respuesta a estas preguntas, necesitamos el discernimiento y la sinodalidad,
porque solos no vamos a hallar respuestas. Como indican los Obispos en su
mensaje, citando al Papa Francisco, ante un mundo roto, herido, en el que tantas
personas son descartadas y en el que cunde la desesperanza, “se necesita una
comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros
a mirar hacia delante” (FT 8) Porque “un individuo puede ayudar a una persona
necesitada, pero cuando se une a otros puede generar procesos sociales de
fraternidad y de justicia para todos”. (FT 180).
Si queremos encontrar caminos eficaces para la fraternidad y la
amistad social, necesitamos discernimiento para elegir lo que es justo, lo
humano. La fe cristiana, tal como Jesús nos la enseñó en su Evangelio, va en la
línea de humanizar la vida. Y lo más humano es lo más divino, y lo más divino
es lo más humano, pues la fe cristiana se fundamenta en Jesucristo, verdadero
Dios y verdadero hombre. El discernimiento nos pide amar, mirar la realidad,
valorarla y responder en ella con misericordia, como la mira, valora y actúa
Dios.
Y el discernimiento nos pide
crecer en sinodalidad, ser una comunidad eclesial más corresponsable, caminando
juntos. Todos los que somos y formamos la Iglesia debemos caminar juntos hacia
la renovación y la creatividad que se nos exige a los cristianos para enraizar
la fe en estos nuevos tiempos y así dar a la vida un sentido humano y
trascendente. Y la sinodalidad nos exige pensar en una Iglesia en la que los
laicos no son “actores de repa-to” o secundarios, sino protagonistas, junto con
los pastores y la vida consagrada, en la misión de anunciar el Evangelio de
Jesucristo.
ACTUAR.-
En estos tiempos de incertidumbre hay que ser fermento en la Iglesia y
en la sociedad, como herramientas de transformación social, y ésta es la
vocación y misión de los laicos. Pero nos falta mucha experiencia de
discernimiento y sinodalidad para construir una Iglesia más participativa.
Todavía tenemos una Iglesia muy clericalizada y laicos poco formados
para tener una presencia transformadora en el mundo y en la Iglesia. Por eso,
es imprescindible que evitemos caer en la tentación del clericalismo, en el que
late la falsa idea de que los laicos son cristianos de segunda, confundiendo la
promoción del laicado con su implicación sólo en tareas intraeclesiales y de
organización de la pastoral. Y es imprescindible que apoyemos las iniciativas
que hay, a nivel parroquial y diocesano, para hacer surgir el laicado formado
que hoy necesita la Iglesia y el mundo.
En esta Solemnidad de Pentecostés, el Señor nos envía su Espíritu para que todos en su Iglesia seamos artífices de transformación de la realidad. Demos gracias a Dios por el trabajo de las Delegaciones Diocesanas de Apostolado Seglar, por la Acción Católica General y especializada, por los movimientos y asociaciones laicales, por el Consejo Asesor de Laicos recientemente creado, y por el testimonio silencioso de tantos laicos de nuestras parroquias que se esfuerzan cada día por vivir su vocación propia en la Iglesia y en el mundo, desde el discernimiento y la sinodalidad.