“BAUTIZÁNDOLOS EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO”
Deuteronomio
4, 32-34.39-40 ● “El Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí
abajo en la tierra, no hay otro”
Salmo 32 ●
”Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad”
Romanos 8,
14-17 ● “Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace gritar:
¡Abba! (Padre)”
Mateo 28,
16-20 ● “Bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santos”
Los once discípulos fueron a Galilea, al monte que Jesús había señalado, y, al verlo, lo adoraron. Algunos habían dudado hasta entonces. Jesús se acercó y les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».
LA “NUEVA NORMALIDAD”
VER.-
Cuando nos tomamos un
medicamento, incluso los de uso más común, raramente nos detenemos a leer la
composición de ese medicamento; y, aunque lo hagamos, a menudo encontramos
nombres que no entendemos. Simplemente decimos que “me he tomado un
paracetamol, un ibuprofeno, una aspirina…” Sin embargo, ese medicamento que se
nos muestra como un comprimido tiene una composición de varios elementos que,
unidos, hacen que sea beneficioso para nuestra salud.
JUZGAR.-
La semana pasada terminó el tiempo de Pascua con la celebración de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Y, en continuidad, esta semana celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad, Misterio central de la fe y de la vida cristiana, porque es el Misterio de Dios en sí mismo.
La mayoría de cristianos hemos aceptado lo que aprendimos de niños: “¿Quién es la Santísima Trinidad? La Santísima Trinidad es el mismo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres Personas distintas y un solo Dios verdadero”. Y, en la edad adulta, o bien no nos hemos planteado este tema por considerarlo “incomprensible”, o bien, si hemos querido profundizar, el Catecismo nos da esta definición: “Las tres divinas Personas son un solo Dios porque cada una de ellas es idéntica a la plenitud de la única e indivisible naturaleza divina. Las tres personas son realmente distintas entre sí por sus relaciones recíprocas: el Padre engendra al Hijo, el Hijo es engendrado por el Padre, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo”. Y la teología habla de términos como naturaleza, persona, esencia, unidad, distinción, consubstancialidad, operaciones, procedencia… que nos dejan igual que cuando leemos la composición de un medicamento: no lo entendemos.
Pero, del mismo modo que nos tomamos el medicamento aunque no
entendamos su composición, también podemos relacionarnos con Dios aunque siga
siendo un Misterio, porque la Santísima Trinidad no es una cuestión teórica,
sino existencial, y la tenemos que introducir en nuestra vida de fe. Como hemos
escuchado en la 2ª lectura, para los primeros discípulos era normal hablar del
Espíritu, del Padre, de Cristo… Y el propio Jesús, en el Evangelio, les dio
este mandato: Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
El Misterio de la Santísima Trinidad lo conocemos no porque nos lo
hayamos inventado o figurado, sino porque es Dios mismo quien ha venido a
nosotros y se nos ha ido revelando, se nos ha ido dando a conocer a lo largo de
la historia, hasta llegar a su revelación plena en Jesucristo.
Jesús es el Hijo eterno de Dios que se hizo hombre por obra del
Espíritu Santo. Al recibir el bautismo, se vio rasgarse los cielos y al
Espíritu Santo descender sobre Él como una paloma, y se oyó una voz desde los
cielos: Tú eres mi Hijo amado (Mc 1, 10-11). Durante su vida pública, Jesús
habló de Dios como su Padre, su Abba, y enseñó a sus discípulos a dirigirse a
Él del mismo modo; y Jesús se refería a sí mismo también como el Hijo. Y antes
de su Pasión anunció a sus discípulos en tres ocasiones que les enviaría el
Espíritu Santo.
Y, sobre todo, el Misterio de la
Santísima Trinidad es la revelación de Dios como Amor, un amor inabarcable,
infinito. Ese amor lo descubrimos sobre todo en el hecho de que Dios envió a su
Hijo hecho hombre, y el momento en que se muestra plenamente el amor de Dios es
en la entrega de Jesús en la Cruz por nuestra salvación; y Jesús resucitó por
la fuerza del Espíritu Santo.
ACTUAR.-
La Pascua del Señor, su pasión, muerte y resurrección, es la
revelación y la realización plena del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo hacia nosotros. A esta revelación por parte de Dios corresponde, por
nuestra parte, la respuesta de fe, nuestro “sí” al Dios Uno cuya “composición
interna” son tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Nuestro conocimiento de Dios es limitado, por tanto, también es limitado nuestro lenguaje sobre Dios. Dios seguirá siendo un Misterio que no podremos explicar en su totalidad pero que sí podemos incorporar plenamente a nuestra vida, porque es un Misterio de Amor que nos introduce en su comunidad de amor: el Padre nos incluye en el amor con que ama a su Hijo en el Espíritu Santo. El Hijo nos ha amado hasta el extremo de dar su vida por nosotros. Y el Espíritu Santo es el Amor infinito que abraza al Padre y al Hijo y a nosotros en el Hijo y el Padre.