sábado, 24 de julio de 2021

DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO FESTIVIDAD DE SANTIAGO APÓSTOL

 “MI CÁLIZ LO BEBERÉIS”

DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO. -FESTIVIDAD DE SANTIAGO APÓSTOL-

 

2 Hechos 4,33.5,12.27b-33;12,1b ● “El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago”

Salmo 66 ● ”Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben”

2 Corintios 4, 7-15 ● “Llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús”

Mateo 20, 20-28 ● “Mi cáliz lo beberéis”

 

Mateo 20, 20-28 .

Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con ellos y se puso de rodillas para pedirle algo. Él dijo: «¿Qué quieres?». Ella dijo: «Di que estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu reino».

Jesús respondió: «No sabéis lo que pedís. ¿Podréis beber el cáliz que yo he de beber?». Contestaron: «Podemos».

Jesús les dijo: «Beberéis, ciertamente, mi cáliz; pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo; es para quienes ha sido reservado por mi Padre». Los otros diez, al oír esto, se indignaron contra los dos hermanos. Jesús los llamó y les dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las tiranizan y que los grandes las oprimen con su poderío. Entre vosotros no debe ser así, sino que si alguno de vosotros quiere ser grande, que sea vuestro servidor; y el que de vosotros quiera ser el primero, que sea el servidor de todos; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos».

PEREGRINACIÓN INTERIOR

VER.-

Este año, la Solemnidad de Santiago, Apóstol, patrón de España, coincide con un domingo, es Año Santo Jacobeo, por lo que la Eucaristía toma los textos de esta solemnidad. Cuando hablamos del Apóstol Santiago, inmediatamente nos viene a la mente el camino de Santiago, los peregrinos… Pero en quien debemos poner hoy nuestra mirada es en él, Santiago, hijo de Zebedeo y hermano de Juan, el evangelista. Junto con Pedro y Juan, Santiago fue testigo de la transfiguración y de la agonía del Señor en Getsemaní. Según una tradición, vino a España a predicar el Evangelio hasta el fin del mundo conocido (Finis terrae). Como hemos escuchado en la 1ª lectura, murió decapitado por el rey Herodes y, también según diferentes tradiciones, sus restos mortales se encuentran en Santiago de Compostela, convirtiéndose pronto su sepulcro en un lugar de peregrinación.

 

JUZGAR.-

Pero antes de realizar una peregrinación por cualquiera de los caminos que conducen a Santiago de Compostela, la Solemnidad de Santiago, Apóstol, nos invita a hacer una peregrinación interior, como él mismo la tuvo que hacer. 

Sabemos que él y su hermano tenían un carácter tan fuerte que Jesús les dio el apodo de “Boanerges”, es decir “los hijos del trueno” (Mc 3, 17). Y, como hemos escuchado en el Evangelio, a pesar de ser del grupo de los Doce y de su cercanía a Jesús no entendían su predicación y veían el seguimiento de Jesús como una posibilidad de alcanzar poder, como expresa su madre a Jesús: Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.

Más aún, ambos se creían especialmente merecedores de ese puesto de honor: ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber? Y contestaron orgullosamente: Lo somos. Jesús se encarga de rebajar sus expectativas: Mi cáliz lo beberéis pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre.

Santiago tuvo que hacer un peregrinaje interior, que culminó en Pentecostés, para llegar a entender la respuesta de Jesús: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Pero ese peregrinaje dio sus frutos puesto que, a pesar de llevar este tesoro en vasijas de barro (2ª lectura), cumplió lo que hemos escuchado en la 1ª lectura: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres y, por eso, fue el primero entre los apóstoles que bebió el cáliz del Señor (Prefacio).

 

ACTUAR.-

Hoy tomamos a Santiago como referencia para hacer nuestra propia peregrinación interior. Podemos pensar en nuestro carácter, si también mereceríamos un apodo similar al de Santiago, qué consecuencias tiene para nosotros y los demás, y qué hacemos para moderar nuestro carácter.

Podemos pensar si, a pesar de nuestra cercanía al Señor en la oración, de nuestra participación habitual en la Eucaristía… realmente entendemos su predicación o nos limitamos a “cumplir”. Y también cuál es la razón para seguir al Señor, cuáles son nuestras expectativas. Quizá buscamos sólo “ganarnos el cielo”, incluso pensamos que “nos lo merecemos”.

En nuestra peregrinación interior podemos dejarnos interpelar por la respuesta que Jesús da a la petición de los Zebedeos y evaluar nuestra actitud de servicio y disponibilidad para hacernos “esclavos”, para aceptar compromisos y trabajos para llevar adelante la misión evangelizadora, sea con personas concretas, sea en la comunidad parroquial, sea en algún compromiso público. Y si nos creemos capaces de beber el cáliz del Señor, de aceptar amarguras por anunciar el Evangelio.

También podemos comprobar si obedecemos a Dios antes que a los hombres, si manifestamos con normalidad nuestra fe, o la ocultamos por miedo a la incomprensión o al ridículo.

Y, sobre todo, debemos plantearnos si nos sentimos discípulos y apóstoles, como lo fue Santiago, recorriendo un camino de santidad cuya culminación él ya ha alcanzado en la gloria.

Hagamos nuestra peregrinación interior porque, aunque somos conscientes de que este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, el Señor nos llama y envía, como a Santiago, para que de palabra y obra, con humildad, servicio y valentía, anunciemos su Reino hasta los confines de la tierra (Hch 1, 8), nuestro “Finis terrae”, es decir, en cualquier lugar y ambiente en el que desarrollamos nuestra vida.