“MI CÁLIZ LO BEBERÉIS”
DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO. -FESTIVIDAD DE SANTIAGO APÓSTOL-
2 Hechos 4,33.5,12.27b-33;12,1b ● “El rey Herodes hizo pasar a
cuchillo a Santiago”
Salmo 66 ● ”Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos
te alaben”
2 Corintios 4, 7-15 ● “Llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús”
Mateo 20, 20-28 ● “Mi cáliz lo beberéis”
Mateo 20, 20-28 .
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con ellos y se puso de rodillas para pedirle algo. Él dijo: «¿Qué quieres?». Ella dijo: «Di que estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu reino».
Jesús respondió: «No sabéis lo que pedís. ¿Podréis beber el cáliz que yo he de beber?». Contestaron: «Podemos».
Jesús les dijo: «Beberéis,
ciertamente, mi cáliz; pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es
cosa mía el concederlo; es para quienes ha sido reservado por mi Padre». Los
otros diez, al oír esto, se indignaron contra los dos hermanos. Jesús los llamó
y les dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las tiranizan y que los
grandes las oprimen con su poderío. Entre vosotros no debe ser así, sino que si
alguno de vosotros quiere ser grande, que sea vuestro servidor; y el que de
vosotros quiera ser el primero, que sea el servidor de todos; de la misma
manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar
su vida en rescate por muchos».
PEREGRINACIÓN
INTERIOR
VER.-
Este año, la Solemnidad de Santiago, Apóstol, patrón de España,
coincide con un domingo, es Año Santo Jacobeo, por lo que la Eucaristía toma
los textos de esta solemnidad. Cuando hablamos del Apóstol Santiago,
inmediatamente nos viene a la mente el camino de Santiago, los peregrinos… Pero
en quien debemos poner hoy nuestra mirada es en él, Santiago, hijo de Zebedeo y
hermano de Juan, el evangelista. Junto con Pedro y Juan, Santiago fue testigo
de la transfiguración y de la agonía del Señor en Getsemaní. Según una
tradición, vino a España a predicar el Evangelio hasta el fin del mundo
conocido (Finis terrae). Como hemos escuchado en la 1ª lectura, murió
decapitado por el rey Herodes y, también según diferentes tradiciones, sus
restos mortales se encuentran en Santiago de Compostela, convirtiéndose pronto
su sepulcro en un lugar de peregrinación.
JUZGAR.-
Pero antes de realizar una peregrinación por cualquiera de los caminos que conducen a Santiago de Compostela, la Solemnidad de Santiago, Apóstol, nos invita a hacer una peregrinación interior, como él mismo la tuvo que hacer.
Sabemos que él y su hermano tenían un carácter tan fuerte que Jesús
les dio el apodo de “Boanerges”, es decir “los hijos del trueno” (Mc 3, 17). Y,
como hemos escuchado en el Evangelio, a pesar de ser del grupo de los Doce y de
su cercanía a Jesús no entendían su predicación y veían el seguimiento de Jesús
como una posibilidad de alcanzar poder, como expresa su madre a Jesús: Ordena
que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a
tu izquierda.
Más aún, ambos se creían especialmente merecedores de ese puesto de
honor: ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber? Y contestaron
orgullosamente: Lo somos. Jesús se encarga de rebajar sus expectativas: Mi
cáliz lo beberéis pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda es para aquellos
para quienes lo tiene reservado mi Padre.
Santiago tuvo que hacer un peregrinaje interior, que culminó en
Pentecostés, para llegar a entender la respuesta de Jesús: el que quiera ser
grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero
entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Pero ese peregrinaje dio sus frutos
puesto que, a pesar de llevar este tesoro en vasijas de barro (2ª lectura),
cumplió lo que hemos escuchado en la 1ª lectura: Hay que obedecer a Dios antes
que a los hombres y, por eso, fue el primero entre los apóstoles que bebió el
cáliz del Señor (Prefacio).
ACTUAR.-
Hoy tomamos a Santiago como referencia para hacer nuestra propia
peregrinación interior. Podemos pensar en nuestro carácter, si también
mereceríamos un apodo similar al de Santiago, qué consecuencias tiene para
nosotros y los demás, y qué hacemos para moderar nuestro carácter.
Podemos pensar si, a pesar de nuestra cercanía al Señor en la oración,
de nuestra participación habitual en la Eucaristía… realmente entendemos su
predicación o nos limitamos a “cumplir”. Y también cuál es la razón para seguir
al Señor, cuáles son nuestras expectativas. Quizá buscamos sólo “ganarnos el
cielo”, incluso pensamos que “nos lo merecemos”.
En nuestra peregrinación interior podemos dejarnos interpelar por la
respuesta que Jesús da a la petición de los Zebedeos y evaluar nuestra actitud
de servicio y disponibilidad para hacernos “esclavos”, para aceptar compromisos
y trabajos para llevar adelante la misión evangelizadora, sea con personas
concretas, sea en la comunidad parroquial, sea en algún compromiso público. Y
si nos creemos capaces de beber el cáliz del Señor, de aceptar amarguras por
anunciar el Evangelio.
También podemos comprobar si obedecemos a Dios antes que a los
hombres, si manifestamos con normalidad nuestra fe, o la ocultamos por miedo a
la incomprensión o al ridículo.
Y, sobre todo, debemos plantearnos si nos sentimos discípulos y
apóstoles, como lo fue Santiago, recorriendo un camino de santidad cuya
culminación él ya ha alcanzado en la gloria.
Hagamos nuestra peregrinación interior porque, aunque somos conscientes de que este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, el Señor nos llama y envía, como a Santiago, para que de palabra y obra, con humildad, servicio y valentía, anunciemos su Reino hasta los confines de la tierra (Hch 1, 8), nuestro “Finis terrae”, es decir, en cualquier lugar y ambiente en el que desarrollamos nuestra vida.